Belén es uno de los barrios más populosos de la ciudad de Iquitos. La zona baja de este lugar es conocida como Venecia, debido a la estructura de las casas construidas a dos o tres metros del nivel de suelo sobre columnas de concreto u horcones de palo resistente a la humedad. En época de creciente, las aguas del río Itaya inundan todo este lugar lo que convierte a Belén en una ciudad flotante, pero, debido a la contaminación de la zona, la imagen es desoladora.
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Las casas de este barrio en el que viven aproximadamente 68,510 personas están hacinadas con estructuras precarias y desordenadas y carecen de servicio de desagüe. La calle principal está llena de plátanos, yuca, pescados y demás productos. Es un lugar propicio para el comercio ambulatorio e informal y la estibación debido a que esta zona es el puerto principal de ingreso de productos agrícolas y ganaderos de los pueblos de la zona rural de Maynas. El río Itaya, que transcurre de oeste a este, es la vía principal de transporte del lugar, pero no solo lleva personas y productos, sino también grandes cantidades de residuos sólidos y aguas servidas de las viviendas.
Ambas riberas del río están cubiertas de basura. Las aguas del Itaya tienen un color oscuro y un olor desagradable. Bolsas y demás residuos navegan sobre su cauce. No hay estudios del estado de salud de los peces y de la salubridad, pero la contaminación es evidente: se ha perdido la biodiversidad de la zona y hay problemas en la navegación.
“El río Itaya se contamina de muchas formas: a través de las aguas servidas, los plásticos, las heces fecales que se vierten. Todos esos desechos van a parar tanto al Itaya, como al Amazonas y al Nanay. Esto en el futuro va a traer consecuencias negativas para la población, como enfermedades”, asevera Wey Grández, comerciante mayorista de plátano, que transita a diario por la zona de Belén.
Grández hace hincapié en cómo esta situación perjudica particularmente a los niños, quienes ven afectadas sus capacidades en diversas formas. “En el colegio su rendimiento es bajo porque ellos beben el agua contaminada y se quedan dormidos, su vientre está lleno de parásitos porque no hay una política de desparasitación. El rendimiento de un niño parasitado es mínimo”, afirma el comerciante. “Debemos tomar conciencia, porque nosotros mismos somos los que vamos a sufrir directamente las consecuencias de esa contaminación”, afirma Grández.
No se toman medidas
En la zona no se observa mejora alguna. Todo lo contrario, la contaminación empeora día a día junto con el caos. Una multitud de gente camina por sus calles, persiste la venta ambulatoria, estibadores trasladan varios racimos de plátanos hacia la zona alta, niños y niñas venden caramelos, hay animales exóticos en venta, personas de mal vivir, vehículos motorizados trasladan cargas y personas, se ven gallinazos en todas partes, perros callejeros y gatos techeros. Y no hay ningún proyecto ni autoridad preocupado por la situación.
“Este lugar está olvidado. No se ve más la limpieza por este lugar, todo es una cochinada”, reclama Rita del Pilar Arirama Sandi, vecina de la zona, que recuerda que algunas iniciativas de cambio han venido por parte de los propios pobladores.
“Algunos del Jirón Itaya hacían limpieza cada sábado, limpiaban las cunetas, barrían todas las calles. A veces limpiaban el canto (ribera del río) los sábados, pero ahora creo que ya no lo hacen”, lamenta la señora Arirama.
Tomar conciencia para actuar
Para José Manuyama, presidente del Comité de Defensa del Agua de Iquitos, la situación de los ríos de la región Loreto es alarmante. El dirigente explica que el Itaya es un río muy importante tanto para Iquitos como para Belén, pero afirma que mientras en la cabecera del Itaya haya tala indiscriminada de madera y sembríos, en la parte baja habrá contaminación por residuos sólidos y aguas servidas.
El comité que preside alerta a la ciudadanía sobre esta realidad para que estén vigilantes no solo de lo que ocurre en el río Itaya, sino también en el Nanay y los ríos amazónicos. “Todos están impactados”, dice con pesar.
“Lo que hacemos nosotros es invitar a que las poblaciones más cercanas a determinados ríos ejerzan la vigilancia para que exijan a las autoridades y así se puedan mantener los ríos saludables”, explica, pero el principal desafío es lograr la unidad para que se puedan generar los cambios necesarios.
“Nosotros somos pocos, aunque hemos logrado grandes marchas, pero Iquitos tiene 500 mil habitantes. Si todos nos unimos, las autoridades van a trabajar mejor. Yo creo que ese es el principal desafío”, sostiene Manuyama.
La importancia de la educación
Alicia Eduardo, especialista en Agua, Saneamiento e Higiene de UNICEF en Perú, coincide en que es importante la unidad de todos los involucrados. “La comunidad podría formar comités y hacer campañas, trabajar en coordinación con la municipalidad. La municipalidad tiene su área ambiental, esta debería tener una relación con el Área Local de la Autoridad Nacional del Agua (ALA)”, sugiere, pero enfatiza que existe un factor clave para un verdadero cambio: la educación.
“El problema es que se está vertiendo el desagüe de nuestras casas al río. Cuando baja el caudal es mucho más visible y más cruda esta realidad. Esto es perjudicial porque conlleva a la aparición de bacterias llamadas coliformes, que generan diferentes enfermedades diarreicas agudas. Por ello la educación es básica, es importante para fortalecer los conocimientos”, indica la especialista.
No se puede amar lo que no se conoce, dice una conocida frase popular. Y tampoco se puede defender aquello que se ignora. Por ello, Hilda Calderón, Oficial de Emergencias de UNICEF en Perú, considera que es necesaria una sensibilización en edades tempranas sobre temas tan vitales como la contaminación.
“La educación es conocer la importancia de cuidar el agua, conocer de dónde viene el agua para cuidar las fuentes que son los ríos. Y también hay un conocimiento más práctico: cómo hago y qué hago. Por ejemplo: ¿cómo puedo colectar mi agua?, ¿cómo debo almacenar?, ¿cómo desechar? Estos conocimientos hacen que nosotros podamos compartir con nuestras autoridades y comunidad. La educación es muy importante porque los niños algún día serán adultos y luego autoridades de sus localidades y van a tomar decisiones para cuidar este elemento que es el agua. También son los niños los que más adelante serán empresarios o trabajarán en empresas mineras, empresas petroleras y van a tener conciencia de lo importante que es el agua y no van a realizar prácticas que vayan en contra de su cuidado. Van estar muy sensibilizados”, puntualiza Calderón.
Si hacemos una comparación entre el ambiente habitado por seres humanos y otro sin intervención humana, nos daremos cuenta de que en el primer caso hay modificaciones o contaminación. Lo mismo ocurre en el Río Itaya, donde son los mismos habitantes los responsables de su estado actual.
Ningún entrevistado consultado para este artículo ha declarado que camiones recolectores de basura o personas extrañas arrojaron residuos sólidos en el lugar. La aseveración anterior nos permite sostener que, la solución del problema, requiere de los miembros de la comunidad. Por ello la educación, como afirman los especialistas consultados en esta nota, es indispensable: sensibilizar para desarrollar el pensamiento crítico, luego vendrá la organización del pueblo con las autoridades para lograr la solución definitiva a la contaminación del río Itaya.
Informe realizado por los Corresponsales Escolares María Elena Del Pilar Salazar Ramírez, Gabriela Santana Ayambo, Alicia Reátegui Santana, Lucía Vásquez Álava y Darío Apagueño Murrugarra de la I.E. Santo Cristo de Bagazán de Maynas, Belén, Iquitos; con la asesoría del docente Harvey Panduro Urrelo y la mentoría de la periodista de El Comercio Melvyn Arce Ruiz.
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