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“La estrategia de McLaren será un termómetro de sus prioridades”: Daniel San Román y su análisis previo al GP de Azerbaiyán
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En Bakú, Oscar Piastri habló como quien devuelve un préstamo incómodo: “Hemos debatido con McLaren”. Detrás de la frase aséptica late el fantasma de Monza, donde el australiano devolvió la primera posición a Lando Norris obedeciendo el famoso código papaya. Lo que parecía una simple devolución de posición desató un huracán de sospechas: ¿McLaren prefería ver ganar al británico o solo intentaba evitar que sus dos autos naranja se convirtieran en chatarra televisada?
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Lo cierto es que el equipo de Woking camina en una cuerda floja. Su ventaja sobre Ferrari en constructores supera los 300 puntos: un colchón tan cómodo que podría invitar al caos. Pero en un mundial de pilotos ajustado, un “devuelve la posición” puede valer tanto como un alerón delantero en pedazos, un yerro en boxes o un shot de adrenalina en una curva veloz. Los de Woking, versión 2025, son la encarnación de ese dilema: dejar correr a sus dos jóvenes estrellas o imponer jerarquías invisibles.
Piastri ha demostrado que no es el escudero dócil que algunos imaginaron. El año pasado ya olió la sangre de Red Bull cuando nadie más se atrevía, y este año maneja con una frialdad que incomoda. El británico, en cambio, es el chico-póster de McLaren: carismático, heredero natural del equipo. En un paddock donde la política pesa tanto como la velocidad, la nacionalidad manda, el marketing dicta y las narrativas venden. No en vano, cuando Norris gana, el podio suena a un solo himno: “God Save The Queen”.

Para quienes seguimos la F1 desde Latinoamérica, el episodio recuerda que las “reglas de equipo” rara vez son reglas de justicia. Son maniobras de poder disfrazadas de estrategia. Lo vimos en Ferrari con Barrichello y Schumacher, lo padeció Checo Pérez en Red Bull, y ahora se reescribe en naranja brillante. McLaren sabe que un campeonato puede perderse por un roce innecesario o por minar la moral de un piloto que se siente ciudadano de segunda.
Bakú será una prueba silenciosa, pero los detalles hablarán más que los comunicados. En un circuito donde los rebufos y las paradas en boxes definen podios, la estrategia de McLaren será un termómetro de sus prioridades. Si el británico recibe el primer pit stop en el momento ideal o un “push now” por radio en las vueltas finales para defenderse de un Piastri más rápido, quedará claro quién lleva la corona invisible.

Por el contrario, si el australiano lidera la estrategia como en Hungría 2024, el equipo podría estar enviando un mensaje de neutralidad. Basta recordar Bakú 2021, cuando Pérez aprovechó un rebufo perfecto para superar a Hamilton, para entender que un movimiento en la recta principal o una ventana de boxes mal calculada puede reescribir el campeonato. En Azerbaiyán no solo veremos quién gana la carrera: McLaren, entre papayas y silencios por radio, elegirá a su campeón aunque lo llame igualdad.
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