Antes que erosionar el ánimo, la roja a Nández lo que hizo fue forjar esa heroicidad que solo es capaz de emanar de la desdicha y la desventaja. A fin de cuentas, eso es más o menos Uruguay cuando le quitas el fútbol: un animal salvaje que te pelea hasta el aire a dientes y patadas. Y eso fue Uruguay para buscar el 0-0 con diez hombres en el último cuarto de hora y luego, en la tanda de penales (4-2) con un Rochet endemoniado que si atajó con guantes fue para no reventar la pelota con unas uñas que en algún momento del partido se volvieron garras.
Como la garra charrúa tan bien instaurada en el valiente Ugarte para definir con un misil el pase a semifinales. O más como Valverde, una bestia incontenible e incansable para dinamitar el frágil carisma de un Brasil más huérfano que nunca del jogo bonito. O tal vez en la vehemencia controlada y fina de Olivera, una proeza que de niño no tenía nada más que la pelota y la defendía como ayer ante Rodrygo, Rafinha o Lucas Paquetá: con el alma.
Y detrás, junto a un Luis Suárez sudando como si jugara, moviendo los hilos de esa voracidad con la que juega la selección uruguaya, está la calma pensante de Marcelo Bielsa para calibrar el fuego y el hambre. Esta ese Loco al que a veces lapidan porque no ha ganado ningún trofeo más que el del respeto a sus principios.
También con los principios del fútbol uruguayo: la garra, el empuje y la furia. Así le jugaron a Brasil sin miedo ni sonrojo y así le arrancaron la pelota del piso y la concentración del partido.
El encanto de las patadas
Fue un partido peleado. Al básico pincel brasileño, Uruguay respondía a combazos. Y cuando hubo tiempo, o espacio, con algo de fútbol. Porque sí, Uruguay tuvo alguna chance de llegar al arco de Alisson, en especial en un intento de Darwin Núñez. Sin la alegría ni el brillo que uno supone son obligaciones de mostrar siempre para una selección brasileña, el cuadro de Dorival Júnior apenas pudo llegar una vez por intermedio de Rafinha y una vez más con Endrick.
Después de esas caricias leves a la pelota, el resto fue palos a los tobillos. Brasil, sin ideas, sin estética y falto de un conductor adecuado para un estilo que arrastra mucha historia, extrañó a Neymar más que nunca. Casi como Perú a Cueva, Brasil no se halla sin Neymar. Y eso, a estas alturas, resulta tan grave como que Fossati haya llevado a la Copa América a un Cueva arrastrando ocho meses sin jugar.
Y así, a las patadas (hubo 41 faltas) y a corazones, los charrúas terminaron por ganarse un lugar en semifinales, donde ahora les tocará medirse a una Colombia que seguramente será tan o más difícil que este Brasil de Dorival Júnior que se va a casa. En la otra llave, la Argentina de Messi y el Canadá de Davies son los otros contrincantes para una final que promete mucho el próximo domingo 14 de julio.
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Veinte años de Bielsa en Lima
El domingo 25 de julio de 2004 fue un día triste para Marcelo Bielsa. Uno al que tuvo que recuperarse aunque la historia después de esa tarde lo golpee por muchos años. Fue en el Estadio Nacional de Lima, en una final de Copa América y ante Brasil.
Bielsa dirigía a Argentina y disputaba una final que la tendría ganada hasta el minuto 93 (2-1), cuando Adriano logra un dramático empate (2-2) y obliga a definir el título en la definición por penales. Luego, tras perder la tanda, el país del bife se le iría encima por sacar a Carlos Tévez para defender la ventaja mínima, generando una ola de críticas a las que su puesto no resistiría.
Por eso esta definición por penales ante Brasil no era más que un partido. Tenía un condimento especial para Bielsa y aunque no lo hizo notar en ninguna de sus declaraciones previas, seguramente le habrá pasado por la cabeza en algún momento de los penales esa escena fatídica en Lima.
Felizmente, el fútbol como la vida, dan lugar a revanchas y Marcelo tuvo la suya. Debió esperar 20 largos años pero ahí está, ahora celebrando y arengando a sus pupilos porque este domingo todo Uruguay amaneció más feliz que nunca, por primera vez con su selección en semifinales después de 13 años.
Y el Loco, por fin, amaneció con una cuenta saldada. La de vencer a Brasil en una definición por penales en una Copa América. Aunque esta vez fue con Uruguay y no con Argentina. Igual vale.
El rival que se viene
Más temprano, en el State Farm Stadium de Arizona, Colombia volvió a deslumbrar a ritmo de vallenato, tras golear sin desparpajo por 5-0 a una Panamá que apenas supo resistir por ocho minutos la presión alta y la agresividad progresiva con la que los dirigidos por Néstor Lorenzo salieron a ganarse su lugar en semifinales.
Orlando Mosquera, tras un tiro de esquina de James Rodríguez, metió un cabezazo para inaugurar la portería de Orlando Mosquera. Solo siete minutos después, el propio James anotaba el 2-0 desde la vía penal. Luiz Díaz sería el encargado de afianzar la superioridad colombiana con el 3-0 en la primera tapa.
El mediocampista Richard Ríos (70′) y luego Miguel Borja (94′) se encargarían de sellar una paliza histórica, que deja al cuadro de Néstor Lorenzo como serio candidato, tras sumar además 24 partidos sin conocer derrota entre Eliminatorias, amistosos y una Copa América de ensueño.
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