Esa sonrisa coqueta de quien se sabe protagonista máximo de la noche no admitía nada menos que aplausos y gritos de aliento y locura desde las tribunas. También cánticos. Paolo Guerrero, ya en la cancha y haciendo trabajo precompetitivo junto a sus compañeros, era el centro de atracción a media hora de un partido que bien podía ser una anécdota si no fuera por el debut del Depredador en Alianza Lima y, sobre todo, por su compadre Jefferson Farfán que, junto a Roberto Guizasola, cumpliría su promesa de alentarlo desde la tribuna popular sur.