Como si fuera un boxeador que va camino al ring, Jefferson Farfán bajó las gradas de la tribuna occidente en medio de un pasillo formado por hinchas blanquiazules que maltrataban su garganta y enrojecían las palmas de sus manos alentándolo desaforadamente. Aún faltaba un par horas para que inicie el clásico y Matute recibía entre aplausos a la ‘Foquita’ que había dejado la concentración en la Villa Íntima junto a Wilmer Aguirre para pisar el césped donde más tarde vería cómo Universitario le arruinaba la fiesta con los goles de Rugel y Succar.
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‘Jeffry’ es un futbolista tocado. Le regaló al Perú el pasaje para vivir un sueño mundialista después de 36 años y a Alianza Lima le dio tres goles que significaron nueve puntos para ganar el Clausura 2021 y posteriormente salir campeones derrotando en la final a Sporting Cristal en 2021, el año de su histórico regreso. Quizá por esos antecedentes, confiando en esas señas de la vida, apresuró su regreso a las canchas para jugar el clásico. No importaba el dolor en la rodilla derecha o los 279 días sin disputar un solo partido oficial. Él quería volver.
La lesión en su pierna derecha ya lo había sacado del 2-1 en el Nacional del año pasado con gol al último minuto de Axel Moyano y del 4-1 en el Monumental en abril pasado. Su retorno, con título incluído, necesitaba tener un capítulo dorado más, uno ante la ‘U’, rival de toda la vida al que ya había ‘vacunado’ tres veces en nueve partidos antes de irse al PSV Eindhoven con 20 años para comerse el mundo, allá por 2004. Por eso, y porque es un animal competitivo, quería volver.
De hecho, volvió.
Su primer reencuentro con su gente en Matute fue en la tribuna occidente. El segundo, ya con la casa repleta y la fiesta totalmente armada en las cuatro tribunas, se dió cuando salió a calentar junto al plantel. Entró al último para recibir el calor del pueblo aliancista que demostró su amor por el futbolista raspando sus cuerdas vocales. “¡Vamos, Jefferson, este es tu partido!”, se podía oír desde las gradas en medio de los cánticos que provenían desde la tribuna sur.
Jefferson tocó el balón y trabajó con Cristian Benavente en los calentamientos previos. Luego buscó en Wilmer Aguirre, su gran amigo, un rato de diversión antes de juntarse en un lado del campo con los que lo acompañarían en el banco de suplentes durante el partido y se pusieron a jugar con el balón entre carcajadas. El clima festivo tenía a la ‘Foquita’ feliz.
Cuando todos dejaron el campo para ir al camerino y aguardar para el inicio del partido, Jefferson miraba a la tribuna oriente y saludaba a todos. El camino al túnel está justo debajo de dicha tribuna y ahí, Farfán volvió a sentir el calor de su hinchada. Ese combustible que le hacía olvidar el dolor insoportable de su rodilla maltrecha. Solo faltaba el pitazo inicial y esperar el momento de su ingreso.
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Final inesperado
Durante la semana previa al clásico se habló solo de su posible regreso. Que no iba a jugar, que era un rumor infundado, o que si lo hacía no iban a ser más de diez minutos. El hincha, de una u otra manera, lo entendía así. Por eso no se sorprendió cuando se sentó junto en medio del portero Franco Saravia y el atacante colombiano Arley Rodríguez en el banco de suplentes. Era lo más lógico. Nueve meses alejado de las canchas, apenas una semana de entrenamiento con sus compañeros y una lesión que no está curada -y posiblemente nunca se cure- lo relegaban a la suplencia, su hábitat en esta última parte de su carrera.
Farfán vivió tranquilo los primeros 45 minutos. Conversaba con Arley y Aldair Fuentes, miraba cómo se desarrollaba el encuentro y se agarró la cabeza cuando Cristian Benavente casi anota el primer gol aliancista tras una gran jugada individual. El hincha, por su parte, tampoco lo extraña. No aún. Porque Alianza era superior y dejaba buenas sensaciones pese al 0-0 con el que se fueron los dos equipos al descanso.
En el entretiempo, los suplentes salieron a hacer la rutina de calentamiento. Jefferson no lo hizo. Prefirió aguardar. Salió casi con los titulares, con la camiseta de Alianza sobre sus hombros, un gesto que se tomó como presagio: sí iba a jugar. Se sabía extraoficialmente el tiempo (15 minutos como máximo), pero no las circunstancias. Se soñaba con que sería con un resultado a favor, pero la realidad fue otra.
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Leonardo Rugel, el central merengue que nació el año que Farfán debutó profesionalmente con Alianza (2001) y que había ingresado a los 3′ por el lesionado Federico Alonso, silenció Matute con un derechazo a quemarropa a diez minutos de iniciado el segundo tiempo tras una jugada preparada de tiro libre que salió, dentro de todo y por cómo terminó, perfecto.
La manecilla más larga del reloj avanzaba y el tiempo se convertía en el peor enemigo del equipo de Carlos Bustos. Las ideas no brotaban y Universitario aprovechaba esa impotencia para acercarse al arco de Campos. La gente en occidente no dudó en pedir el ingreso de Farfán, recordando que esos tres valiosos goles que anotó en el Clausura 2021, que se convirtieron en nueve puntos, los hizo entrando desde el banco. Se necesitaba un milagro y el único que podía lograrlo era él, el ídolo.
Farfán despertó al estadio a los 75 minutos, cuando salió a calentar. Pero la ‘U’, en uno de esos contragolpes que tuvo con un Alianza volcado en ataque, puso el 2-0 con un penal provocado y convertido por Alexander Succar, quien también se fue expulsado por celebrar airadamente su gol. La ‘Foquita’ le reclamó al cuarto árbitro que la decisión del juez Augusto Menéndez era errónea, que no era falta de Ramos sobre el ‘9′ crema.
Como se había especulado, el ‘10′ jugó diez minutos. O un poco más. Entró a los 84 minutos en lugar de un desaparecido Jairo Concha. Y la falta de ritmo futbolístico, de competencia, se notó desde el primer instante. Condicionado por el resultado en contra, Jefferson se metió al área. Bueno, todos estaban en el área crema en busca del gol que nunca llegó. El atacante tocó algunos balones, todos para el costado, y perdió todas las divididas por arriba.
Alianza perdió el clásico en casa y sufrió un golpe duro en su pelea por el Torneo Clausura. Farfán no soportó la derrota y se fue a los vestuarios ni bien sonó el pitazo final. No saludó a nadie, tampoco agradeció el apoyo de la hinchada como sí lo hicieron sus demás compañeros. Se fue. Su regreso, que tenía tintes de festividad, se vio empañado. Fue un retorno amargo, de esos que querrá olvidar. La pregunta es: ¿será el último?