Un joven César Rosales caminaba poco más de una hora y media de ida y luego de vuelta para ir desde su natal Carhuaz a su escuela secundaria, y observaba maravillado la Cordillera Blanca y sus impresionantes montañas. Nunca imaginó que el destino lo llevaría a escalar y aventurarse como uno de los montañistas más reconocidos de nuestro país.
Tras 22 años de carrera Rosales es el primer peruano en llegar a la cima del Nanga Parbat, conocida como la ‘Montaña Asesina’ ubicada al oeste de los Himalayas en las fronteras de Pakistán a 8.126 msnm. Siendo la novena montaña más alta del mundo pero reconocida por ser una de las más peligrosas dadas las condiciones, el clima y el no tener una ruta definida. “Ha sido un sueño cumplido que esperé por muchos años”, asegura hoy emocionado y agradecido por todos los que confiaron en él.
Para César este logro es el primer gran reconocimiento y reto cumplido de una carrera en el montañismo en el que ha dedicado toda su vida. Como guía de montaña, el peruano ha abierto rutas en nuestra Cordillera, roto récords de velocidad en Sudamérica y todavía quiere más. Su humilde ambición y bajo perfil hacen de su grandeza aun mayor. No busca dinero ni fama, él solo quiere poner la bandera del Perú en lo más alto.
Sus inicios
En sus largas caminatas para ir a la escuela, César veía a los turistas extranjeros que llegaban hasta la Cordillera Blanca para escalar nuestras montañas. Pese a que pensó que pasaba desapercibido no fue así. Cuando ya estaba por culminar el quinto de secundaria conoció a unos voluntarios italianos de la Operación Mato Grosso, del sacerdote Ugo De Censi.
Ellos lo veían día a día en su largo recorrido y un día se animaron a invitarlo a entrar a la Escuela de Guías Don Bosco, para convertirse en guía de montaña ya que le veían las condiciones necesarias y el conocimiento de la zona para tener una gran carrera. “De no ser por ellos tal vez nunca me habría convertido en guía”, cuenta hoy entre risas y recordando con anhelo esas épocas que hoy parecen tan lejanas pero las recuerda como si fueran ayer. Tres años después y ya graduado de la escuela de guías, César se fue haciendo un nombre en el mundo del montañismo.
Su pasión por el montañismo solo fue en aumento con el paso del tiempo. Eso lo llevó a buscar nuevas rutas, incursionar en el montañismo de velocidad y en los rescates. Se toma con la seriedad necesaria cada vez que se aventura hacia una nueva o conocida montaña. “Siempre me preparo, busco e investigo todo lo que puedo antes de subir a la montaña. Soy consciente de los riesgos y los peligros que puede haber”, reflexiona, pero ese miedo nunca lo ha detenido.
Hoy por hoy, César es uno de los guías preferidos de los extranjeros que llegan hasta nuestro país para descubrir las maravillas de la Cordillera Blanca. “Para mí es un honor que vengan personas desde tan lejos para subir a nuestras montañas”, cuenta con orgullo de poder mostrarle un pedacito del Perú a los turistas.
Su reto más grande: La ‘Montaña Asesina’
Hace seis meses César recibió la invitación de su gran amigo el alpinista italiano Alberto Peruffo para intentar llegar a la cima del Nanga Parbat en los Himalayas. Una montaña muy difícil y complicada que a través de los años se ganó el nombre de la ‘Montaña Asesina’ puesto que muchos montañistas perdieron la vida tratando de llegar a lo más alto.
Esto supuso una sorpresa pero también un reto para el peruano para quién su primer instinto fue investigar sobre el comportamiento de la montaña, la dificultad y el clima. “Me chocó un poco saber que se le conocía como la Montaña Asesina pero me sentí preprarado para afrontar este reto”.
De esta manera es que César inició su ardua preparación que tuvo como premisa el estar siempre en actividad, con ejercicios interdiarios, correr más de 10 kilómetros y porque no jugar algún partido de fútbol con sus compañeros. Si bien todo esto era parte ahora de un objetivo, es también el día a día del peruano que como guía de montaña siempre tiene que estar preparado de la mejor manera para poder guiar a los turistas o en caso de rescates.
Gracias a la confianza que Alberto Perunffo puso en César es que nuestro montañista nacional se aventuró hacia el otro lado del mundo en busca de una hazaña histórica. “Me fui con grandes expectativas pero en silencio porque quería sorprender al país de lograr algo que ningún escalador peruano había logrado”, dice Rosales. A inicios de junio César ya se encontraba en Pakistán y llegó hasta la última ciudad que un transporte podía llevarlos antes de arribar al campo base para iniciar el ascenso. El nevado del Nanga Parbat se mostraba majestuoso ante todos los alpinistas que comenzarían esta nueva aventura.
En los primeros días de aclimatación el nacional fue conociendo poco a poco a los demás alpinistas de diversos países presentes. Fueron muchas caminatas entre los campos 1,2 y 3 para reconocer el terreno y poder decidir cuál era la ruta a seguir. “Lo que hace peligrosa a esta montaña es que no hay una ruta excata por donde escalar, depende de las circunstancias del momento para ver por donde ir”, cuenta muy decidido.
Siempre decidido a ayudar, César fue el primero en ofrecerse cuando una expedición de italianos comentó alarmadas que tenían un compañero perdido. El peruano encabezó la búsqueda y pudieron encontrar a la persona viva. Este humilde acto le valió para ser invitado por este grupo para unirse a su ascenso a la cima. “Ellos vieron en mí buenas condiciones y me invitaron a unirme a su expedición”, cuenta. Luego de una consulta con su amigo Peruffo quién lo animó sin dudarlo a aceptar, el 3 de julio.
“No fue sencillo”, recuerda hoy pero para la mañana del 4 de julio, César sacaba su bandera peruana en la cima de la Montaña Asesina en una emoción que no puede describir. “Todos los montañistas tenemos el sueño de subir a una montaña de 8000 metros y yo lo logre”, comenta emocionado.
La recompensa tras dos décadas de trabajo, esfuerzo y sacrificios fueron recompensadas para César Rosales, el primer peruano en llegar a la cumbre de esta montaña haciendo historia. El nativo de Áncash no olvida sus orígenes y se mostó agradecido con su familia, sus compañeros y amigos, todos los que estuvieron con el todos estos años, y celebra con ellos este gran logro.
Un mes y 20 días después desde que dejó el Perú César vuelve orgulloso de su hazaña. No quiere reconocimientos ni fama, quiere que más peruanos se animen a probar el alpinismo y guiarlos por las montañas de nuestro país. “Tenemos la suerte de tener muchas montañas que escalar aquí, es cuestión de que la gente las conozca, pierda el miedo y se anime”. La historia de César Rosales no terminará aquí, seguirá en busca de nuevos retos y cimas que escalar para llevar la bandera del Perú a tocar el cielo.