Craig Foster no pudo jugar una Copa Mundial de Fútbol, pero su nombre está registrado en el libro de visitantes de la FIFA. Antes de rescatar a nuestro compatriota Daniel Cortez -un joven ingeniero que se quedó sin trabajo en Australia por el avance del Covid-19-, Foster ya había llenado las páginas de un libro con la historia de un refugiado. El ex seleccionado australiano llegó hasta Zúrich para ganar su partido más importante (en mesa).
En medio del revuelo internacional despertado por la llamada “primavera árabe” -esas manifestaciones pro democracia y derechos humanos entre los años 2010 y 2012-, hubo una feroz persecución política en países Baréin. No solo eran detenidos activistas, sino también deportistas y personajes de la cultura. Uno de ellos fue el ex futbolista Hakeem al Araibi, quien en aquellos años era seleccionado de su país y defendía al club Manama Al-Shabab. Su hermano, Emad, fue señalado como activista por el gobierno de Baréin y fue detenido en el 2012. Poco tiempo después, Hakeem también fue encarcelado acusado de actos de vandalismo frente a una estación de policía. Al Araibi se defendió todo el tiempo con un argumento irrefutable: el supuesto día y hora de su inconducta él estaba jugando un partido de fútbol profesional (y que fue televisado en cadena nacional).
Si bien Hakeem fue liberado bajo fianza, en su país ya tenía el rótulo de disidente. A pesar de eso, un conocido nuestro, el estadounidense Anthony Hudson -el ex técnico de la selección de Nueva Zelanda que Perú en enfrentó en el 2017-, lo convocó para la selección nacional de Baréin. En el 2014, este cuadro viajó a Qatar para el Campeonato de la Federación de Fútbol de Asia Occidental. Esa expedición fue aprovechada por Hakeem para huir de un régimen que lo había hostilizado a él y a toda su familia. Después de varias escalas, llegó a Australia para pedir refugio. Su causa fue aceptada y allí fue la primera vez que Foster escuchó sobre él.
Los días de Al-Araibi parecían ordenarse, empezó a jugar en divisiones regionales en Australia y se reencontró con su novia para pedirle matrimonio. Para la luna de miel, en noviembre del 2018, el destino elegido fue Bangkok. Cuando llegaron al aeropuerto, la policía tailandesa le informó que estaba siendo requisitoriado por la Interpol. El gobierno de Baréin no se había olvidado de él. Hakeem al-Araibi tenía solo 60 días para exponer sus argumentos de defensa y evitar así ser extraditado a su país de nacimiento.
Es en ese momento, donde aparece la figura de Craig Foster. Un ex futbolista australiano que llegó a jugar el Mundial Sub 17 de 1985 y que pudo alternar en el fútbol inglés, aunque sin llegar nunca a la elite de la Liga Premier. Si bien fue convocado a la selección mayor, tampoco pudo formar parte de esa generación dorada de los Socceroos, que alcanzó la clasificación para el Mundial 2006.
Al retirarse del fútbol, Foster dividió su tiempo entre el comentario futbolístico -calificado como muy duro en esa faceta por la prensa de su país- y la ayuda humanitaria. Hoy es parte de una ONG llamada Addison Road Community Org, la cual promueve la justicia social y que en estos meses ha iniciado una cruzada de donaciones, para las poblaciones más vulnerables en medio de la pandemia por el Covid-19.
-Nace un escritor-
Antes de ayudar al peruano Daniel Cortez, Foster inició una campaña de ayuda para evitar la extradición de Hakeem al-Araibi. El ex volante del Porstmouth y del Crystal Palace se tomó un vuelo hasta Zúrich y se reunió con Fatma Samoura, la secretaria general de la FIFA. Desde el territorio suizo se manifestó al apoyo a Al-Araibi. Para ese tiempo, en Australia ya era tendencia en redes sociales el hashtag #SaveHakeem.
En la hora más difícil, cuando era dirigido a la prisión de Klong Prem, Al-Araibi escuchó el grito de Foster. Le decía que tenía que aguantar un poco más. “Estábamos en las entrañas del infierno”, declaró el ex futbolista australiano unas semanas después para el diario inglés “The Guardian”. La policía tailandesa trató de cubrir a Hakeem. Para esas semanas, la prensa mundial ya estaba cubriendo de manera masiva su caso. Craig Foster lo había conseguido.
Después de denunciar irregularidades en el proceso, Al-Araibi no solo fue liberado sino que pudo volver a Melbourne, para adoptar la nacionalidad australiana. “Peleando por Hakeem”, fue el cuatro libro de Craig Foster, pero el primero con revuelo internacional.
-El ángel de la guarda-
No pasaron dos meses para que Foster vuelva al rescate. Esta vez no era un perseguido político, sino un olvidado por el sistema. Y vivir así es estar también dentro de una cárcel con las puertas abiertas. El peruano Daniel Cortez es uno de los miles de inmigrantes que están perdiendo sus empleos en Australia, debido al avance del Covid-19. Al quedarse sin recursos, Cortez comenzó a buscar comida en la calle y a dormir en su auto. Su último intento de supervivencia fue llamar a la ONG Addi Road. La respuesta fue inmediata.
Craig Foster lo asistió, le consiguió hospedaje y alimentación. Incluso lo contactó con el consulado peruano, que pudo ayudar solo con 500 dólares para Cortez. Iba a ser difícil que ese dinero alcance hasta que pudiera subirse a un vuelo humanitario. Foster ya tenía un plan B.
La última información que tenemos sobre Daniel Cortez es que está bien de salud y que ha sido recibido por la familia de Foster que vive en las afueras de Sydney, cerca a la playa. Allí, tendrá que esperar la llamada con la hoja de ruta para regresar al país.
Mientras tanto, Craig sigue pendiente del joven ingeniero peruano. Su último partido en una cancha de fútbol fue en una exhibición ante el Liverpool. De ese último rival, Foster ha adoptado una frase emblema. Su misión es decirle a los más postergados que no caminarán solos.
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