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Por Francessca Huané

La fuerza del viento hizo que la arena de las dunas de la Huacachina nublara la visión de los que estaban pasando por el control previo a la competencia. ‘Por favor, muéstrame tu manta térmica… tu corta viento… las linternas frontales y posteriores…’, pedía con paciencia Alva miembro del staff de Perú 8mil. Y es que, el Desert Challenge Paracas es una competencia que requiere de mucho esfuerzo físico, pero también de mucha responsabilidad.

Los atletas durante la competencia tienen que cargar obligatoriamente con medicamentos, agua, alimentos, sales minerales y aquellas prendas que le ayudarán a mantener el calor cuando lleguen a los 5 grados de temperatura en la madrugada. “Cinco, cuatro, tres, dos, uno...”, anuncia Francisco Basili director de Perú 8mil dando inicio la competencia a las 5:00 p.m. desde ese momento los 64 competidores tendrían 7 horas para llegar hasta el primer campamento en el kilómetro 34.

Los primeros 15 kilómetros se desplazan sobre una arena fina, ligera e incomoda. Con mucha facilidad esta materia ingresa en las zapatillas de los corredores, por eso, algunos atletas utilizan escarpines o polainas. Otros han optado por cubrir las zapatillas con bolsas y cinta adhesiva para obstruir el ingreso de la fastidiosa arena. “Esta parte es la más difícil porque son dunas bien empinadas y generan mayor esfuerzo. Son dunas bien fuertes”, dice el atleta Carlos Salcedo quien está compitiendo por tercera vez en esta carrera.

NOCHE EN EL DESIERTO
El sol se ha ocultado y en medio del desierto la luna es la encargada de alumbrar el camino de los corredores. Cada 500 metros se han puesto luces led para que no se desvíen del camino. En caso eso suceda cuentan con un 'roadmap' manual que los ayudará a ubicarse en la Reserva Nacional de Paracas. A las 6:00 p.m. comienzan a haber relámpagos. “En mis 20 años que vengo recorriendo este nunca he visto llover en Paracas”, dice Basili a quién le sorprende la intensidad con la que se está presentando este fenómeno natural.

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Los atletas de élite ya han pasado el primer campamento, pero la mayoría aun está por el kilómetro 25 cuando de pronto comienza a llover. Es una lluvia gruesa y pesada que parece granizo, pero cada vez se hace más intensa y ligera. El frío toma mayor protagonismo en la carrera y algunos ya llevan puesto el corta viento. La temperatura es de 9 grados aproximadamente y las subidas y bajadas del terreno (con arena y piedras) han comenzado a cansar a los atletas.

A las 11:58 p.m. Rosa Cachay Tello es la última en pasar por el primer campamento. A penas llega la pesan para ver si ha perdido demasiados kilogramos. Revisan que aún tenga todo su equipamiento para continuar con la carrera, recarga su mochila con agua, coge algunas frutas y continúa en carrera. Una vez más, tendría 7 horas para llegar hasta el segundo campamento en el kilómetro 64.

La lluvia es gruesa y pesada haciendo cada vez más difícil el recorrido.

Algunos comienzan a caminar porque necesitan recuperar energía. Otros van comiendo los o frutas que llevan en la maleta, pero todos van hidratándose. La temperatura baja hasta los 5 grados a las 3 de la madrugada y parece imposible continuar para algunos, por eso, cuando llegan al segundo campamento descansan en las carpas. Para Charles Ayala la historia es otra, pues está a penas a 30 minutos de ser el primero en cruzar la meta.

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A las 3:34 p.m. Ayala, por segundo año consecutivo, ha sido el ganador del . Mientras que a esa misma hora va llegando Mick Marshall al segundo campamento, el australiano que está participando en esta carrera con el fin de lograr un record guiness: realizar 8 ultramaratones en 1 año y esta recién es la segunda. “Se que voy a dar todo de mi en esta carrera y lo haré siempre con una sonrisa. Yo no se que lo que pueda pasar en el camino”, menciona Mick con entusiasmo y una sonrisa inmensa en sus labios.

A ORILLAS DEL MAR
El último tramo de la competencia consta de 36 kilómetros, es casi una maratón. A las 7:00 a.m. ya no hay ningún atleta en el segundo campamento. De aquí en adelante pasarán por un desierto de sal que puede resultar una incomodidad en la carrera, Va amaneciendo y el sol hará que se eleve la temperatura al medio día. La ruta que queda es en su mayor parte a orillas del mar. La vista de los atletas, por tanto, es envidiable a las 10 a.m.

Lagunillas, La Mina, Punta Arquillo solo tres playas y unos kilómetros más y ya estarían en la meta. A las 2:00 p.m. faltan más de 20 corredores en el destino final y la temperatura se eleva. Ahora son 22 grados los que incomodan y dan calor.

Solo cuatro participantes se han retirado de la competencia, algunos por desgaste físico y otros porque sintieron que ya no cumplirían con su meta personal. Los que quedan en ruta la están luchando; el clima está en su contra. Faltan a penas 20 minutos para que den las 5:00 p.m. y el plazo de 24 horas corriendo en el desierto acabe. De pronto, Mick Marshall llega y logra su cometido: acabar la segunda ultramaratón y continuar con la meta de lograr el

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A unos 600 metros se ve a una chica que va llegando. Casi no puede estar en pie y su cansancio se deja notar a varios kilómetros. Cruza la meta y la aplauden. Ella pide agua. Rosa ha llegado en el puesto 57, ella es una de las que menos ha descansado. A los campamentos fue la última en llegar. Ahora con toda la satisfacción del mundo dice que no fue fácil, pero pudo culminar esta gran aventura. Llegan los 3 últimos atletas faltando 10 minutos para acabar la prueba. En Paracas el sol se comienza a ocultar y una vez más, el  viento resopla muy fuerte. "Más que ganar la competencia, se trata de vivir la experiencia de correr con grandes paisajes a tu alrededor. Siempre cuidando y preservando las áreas de la reserva", dice orgulloso Francisco Basili.  

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