José Antonio Bragayrac

Inmerso en una controversia que antes de serla debió resolverse entre cuatro paredes, Paolo Guerrero padece todas las consecuencias de una negociación fallida. Es en ese tránsito que el tiempo nuevamente se ha convertido en el rival más peligroso para el Depredador. Indispuesto para sumar minutos a nivel profesional con César Vallejo y obsesionado con postergar -una vez más- el declive natural de su etapa futbolística, con 40 años a cuestas, el goleador de la selección peruana se resiste a perder esa otra condición tan valorada por sus colegas como los títulos y el dinero: la vigencia.