El Mundial España 82 no solo fue el último del ‘Nene’ Cubillas o en el que no brilló Julio César Uribe. Fue, sobre todo, la extinción de un puesto en el que Perú revolucionaba en Sudamérica y que años después, sentaría sus bases en clubes (Barcelona) y selecciones (España) exitosas. Jugaba con el número 6 y aunque el manual decía que era volante de marca, que debía patear antes que jugar, José Velásquez pisaba ambas áreas, tenía orden y panorama, y una solidaridad que no se apagaba ni ante los goles mundialistas del ‘Nene’ o los comerciales Glostora de Juan Carlos Oblitas. En ese equipo todos fueron al banco, pero nunca podía faltar el ‘Patrón’. Hasta que se retiró.
Treinta años después, sin su look ni su experiencia, con antecedentes tan distintos como Chemo del Solar y Juan Jayo, la selección ha encontrado dos futbolistas que evocan esa nostalgia en servicio de Perú. No lo miran solo como fans: hay una adaptación a estos tiempos en que se tiene que correr más y trasladar menos. Yoshimar Yotún y Renato Tapia tienen físico, pase y, sobre todo, juego, la única virtud que puede diferenciar a atletas musculosos de futbolistas con cerebro. Chile, por ejemplo, cambió de Reinaldo Navia a ‘Chupete’ Suazo y luego a Vargas, pero no a Charles Aránguiz y Marcelo Díaz, dos flaquitos que dominan el mediocampo chileno a niveles de Mundial o Copa Confederaciones. Delante de Argentina o de Alemania. Y si bien son bicampeones de América por los goles de Arturo Vidal y Alexis Sánchez, nadie sueña siquiera con que sus volantes, algún día, se jubilen.
La evolución del volante central, de sargento del back a socio del ‘9’, estableció un nuevo orden en el fútbol que veía soluciones solo en las áreas. Perú fue a los mundiales con Velásquez como bisagra, como volante que sabía cuándo, por qué y hacia dónde ir. Los equipos que entendieron su vigencia crecieron. Los que miraron el puesto como comparsa, no.
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