Para unos, quizá los más radicales, es traición. Es ir al rival más ácido. Para otros, solo trabajo. Ni Gareca era tan hincha de Perú como decía, ni nosotros somos tan malagradecidos como para olvidar lo que hizo con la selección. Pero esto es así: hablar de Chile es referirse y abrir siempre viejas heridas de la historia -“Guerra del Pacífico” en 1879- y también el humillante episodio rumbo a Francia 98, cuando mi generación (era niño), se quedó con bronca tras lo sucedido en Santiago en 1997, donde caímos por 4-0 y nos quedamos por muy poco de llegar al Mundial francés.