El desabastecimiento de fertilizantes se ha convertido en el principal problema coyuntural de la agricultura peruana. Esto no solo pone en riesgo los ingresos de miles de trabajadores de ese sector, sino también agudizaría el alza de los precios de los alimentos en el país.
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Ante la imposibilidad de atender oportunamente todas las necesidades de fertilizantes para la actual campaña agrícola, el debate público deberá centrarse en cómo asignar de forma eficiente los recursos que sí estén disponibles.
Impacto de la invasión
La invasión rusa a Ucrania agravó la escasez de fertilizantes en el Perú. Durante el primer trimestre del 2022, las importaciones de urea se redujeron en 84%, lo que equivale a un déficit de más de 80 mil toneladas frente al año anterior. Lamentablemente, se espera que esta situación se mantenga durante los próximos meses en línea con las sanciones comerciales a Rusia, país del que normalmente se importaba cerca del 80% de los fertilizantes que se utilizan en el Perú.
Impacto diferenciado
El uso de fertilizantes está asociado con una mayor productividad de los cultivos, aunque de manera diferenciada según zona geográfica, tipo de producto y el tamaño del terreno. Por ejemplo, en el caso de cultivos transitorios, como el arroz, las parcelas que utilizan estos insumos producen en promedio siete toneladas por hectárea, más del doble que aquellos que no acceden a fertilizantes.
En tanto, en el caso de cultivos permanentes, como el café, el uso de fertilizantes mejora el rendimiento por hectárea en cerca del 20%. Según Javier Escobal, investigador principal de Grade, la fertilización de productos permanentes es acumulativa y, por lo tanto, el menor uso de estos productos en una determinada campaña tiene un impacto en la cosecha de la campaña siguiente.
Además, usando los datos de la Encuesta Nacional Agropecuaria (ENA) 2019, el uso de los fertilizantes es más extendido en la costa y entre los agricultores con mayores áreas de terreno. Sin embargo, estos no serían necesariamente los más afectados por la escasez. Según el Banco Mundial, si bien la costa representa menos del 5% de la tierra cultivable, produce casi la mitad del PBI agrícola del país. Esta mayor productividad daría a los grandes productores de la región una mayor capacidad para enfrentar los altos precios de los fertilizantes, los cuales se han triplicado en el último año. Asimismo, según esa institución, los productores con mayores extensiones de tierra utilizan de manera más eficiente los recursos, por lo que necesitarían menos fertilizantes por hectárea que aquellos agricultores con menos superficie agrícola.
Además, el uso de fertilizantes está extendido entre los productores de más bajos recursos. Según el Censo Agropecuario 2012, el 33% de los agricultores de subsistencia en estado crítico –que destinan la mayor parte de su producción al autoconsumo– utiliza esos insumos en sus parcelas. Para Escobal, este grupo es particularmente vulnerable frente al aumento del precio de los fertilizantes, ya que no puede transferir el mayor costo a los consumidores. Además, dado que tendrían que comprar los alimentos que dejarían de producir, este grupo se vería afectado por el alza de precios.
Riesgos
En agregado, el desabastecimiento de fertilizantes pone en riesgo la producción y los ingresos del 47% de agricultores en el ámbito nacional que usan fertilizantes, según la ENA 2019. Este escenario cobra mayor relevancia porque al cierre del 2021 más de 365 mil trabajadores se mudaron de la ciudad al campo en busca de trabajo producto de la pandemia. Además, la menor producción perjudicaría la disponibilidad de alimentos, lo que incrementaría la presión inflacionaria sobre los productos registrada en los últimos meses. En abril, la inflación anual de ese rubro ascendió a 15,1%, la cifra más alta desde agosto de 1994, más de 27 años. Esto reduciría aún más la capacidad adquisitiva de los hogares, en especial de los más pobres que destinan un mayor porcentaje de sus ingresos al gasto en alimentos. Al respecto, un informe del 2020 de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) indicaba que –debido a la pandemia– siete de cada diez distritos peruanos sufrían inseguridad alimentaria.
Expectativas
Es improbable que se pueda cubrir oportunamente la demanda de fertilizantes para la campaña actual. Las negociaciones con Bolivia y Venezuela para importar en conjunto cerca de 30 mil toneladas de urea serían insuficientes para cubrir el déficit de 80 mil toneladas que se generó únicamente en el primer trimestre del 2022. Además, el proyecto para construir una planta de fertilizantes en el país demoraría como mínimo dos años en terminarse, según declaró el ministro de Desarrollo Agrario y Riego.
En este contexto, el debate público debe girar en torno a cómo distribuir el fertilizante que se pueda conseguir. En específico, se deberán discutir los criterios para priorizar, principalmente, entre productores cuyo rendimiento es altamente dependiente de los fertilizantes y de aquellos que, debido al tamaño de sus operaciones, tienen una menor capacidad para sobrellevar el alza de precios. Además, será necesario diseñar medidas focalizadas para apoyar a los agricultores que no logren satisfacer su necesidad de fertilizante este año.
Finalmente, la urgencia actual no debe desviar la atención del problema de fondo: una agricultura poco productiva intensiva en el uso de fertilizantes químicos. Una verdadera reforma agraria debería priorizar la innovación, el uso de tecnología, aprovechar las sinergias entre pequeños y grandes productores y promover la transición hacia productos de mayor valor agregado.
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