Lo perdimos en una guerra, contestaría la gran mayoría. Pero, si lo reflexionamos mejor, veremos que no fue ningún cañonazo enemigo lo que le arrebató la vida a Miguel Grau, sino la enorme corrupción de su tiempo.
El historiador Alfonso Quiroz señala en su libro “Historia de la corrupción en el Perú” que el flagelo de esa época alcanzó su punto más alto en la década de 1870, costándonos 108 millones de soles, equivalentes al 4,6% del PBI de ese período. Con ese dinero se hubiesen podido comprar decenas de naves mejores que el Huáscar, y probablemente se hubiese evitado la guerra y sus terribles consecuencias.
Pero el Perú de entonces no invirtió en las urgencias de su tiempo. El nefasto manejo de la riqueza del guano y la corrupción que produjo generaron grandes déficits presupuestales y una enorme deuda pública. A pesar de ello, Grau zarpó a la guerra y ofreció su vida por el Perú.
Hoy, casi 140 años después, el gran enemigo del Perú sigue siendo la corrupción. Los más pobres destinan hasta 8% de sus magros ingresos en coimas para recibir servicios públicos a los que por ley tienen derecho gratuito. La corrupción encarece los costos empresariales entre 10% y 15%. En total, la corrupción le cuesta al Perú entre 3% y 4% del PBI. Con esos recursos perdidos podríamos duplicar el presupuesto del sector Salud, triplicar el de agua y saneamiento, o cuadruplicar el de Justicia. Al igual que en los tiempos de Grau, la corrupción es el gran enemigo que impide nuestro desarrollo y nos termina matando.
¿Qué hacer? Se necesita romper con la pasividad ciudadana para atacar las causas de la corrupción; es decir, presionar para que se hagan las reformas de Estado pendientes. Para eso es clave la fuerza de los jóvenes. Ellos sí tienen el tiempo que se le truncó a Grau. No es necesario que sean héroes, pero tampoco que jueguen el rol de víctimas haciendo nada para cambiar el Perú que, dentro de poco, comandarán. Si ellos asumen un liderazgo con valores, la corrupción no nos vencerá y el país tendrá una gran oportunidad.
La buena noticia es que ya han empezado. Hace diez días, Proética –el capítulo peruano de Transparency International– expuso en CADE Universitario acerca del valor de actuar correctamente, tomando el ejemplo de don Miguel Grau. A partir de allí, casi 300 estudiantes, de los 600 asistentes al evento, se comprometieron a participar activamente en prevenir y combatir la corrupción, desde donde les toque estar y actuar. Han empezado por sumarse al grupo de Facebook Jóvenes Proética que creamos a propósito del evento.
Jóvenes Proética pretende ser un espacio que sirva a la juventud para tomar conciencia del poder y responsabilidad que tienen y –a través de diversas iniciativas– ayudar a instaurar una cultura de integridad. Estos jóvenes están convencidos de que, con su fuerza y protagonismo, un Perú transparente es posible.
Hay varios ejemplos en la región. En Paraguay, se ha conformado una organización no gubernamental –Reacción Paraguay– para promover la transparencia en diversos campos del quehacer público. En México, Democracia Primero es una agrupación juvenil que impulsa la rendición de cuentas y el empoderamiento de jóvenes a través de talleres. Hace poco, un grupo de jóvenes ecuatorianos discutió sus propuestas de lucha anticorrupción y busca llevárselas al presidente Lenín Moreno.
Jóvenes Proética puede ser el inicio de algo grande en el Perú.