Comienza una semana de trabajo y tomo el ascensor de nuestras oficinas corporativas desde el sótano. En el primer piso sube una joven con vestimenta formal y presiona un piso más abajo que el mío. No recuerdo haberla visto antes. La saludo y, le digo: “Buenos días, ¿qué calor no?” Ella responde: “Buenos días, sí; mucho calor.” Se abre la puerta y, con un hasta luego, se baja y la veo alejarse por el pasillo.

Siempre que terminan estos intercambios fugaces de palabras pienso si valía la pena tener esa conversación trivial ¿No sería mejor simplemente decir “buenos días” y esconderme tras el celular? Estas conversaciones triviales se presentan diariamente en situaciones diversas: en el pasillo, en el ascensor, en una primera reunión de trabajo, entre otros. Al no existir una relación (y menos confianza) con nuestro receptor, los intercambios iniciales suelen limitarse a lo cotidiano y externo, siendo el clima uno de los recursos más usados. Y, ¿tiene valor este intercambio verbal y superficial? Los “chit-chat” corporativos son recursos que solemos usar para iniciar una interacción con personas “desconocidas” en nuestra esfera profesional o laboral. Los utilizamos para evitar un momento de silencio incómodo o para llenar esos espacios en los que no sabemos qué más decir. En otras palabras, funcionan como un mecanismo “rompe hielo” sin un propósito claro. Sin embargo, este intercambio de palabras aparentemente intrascendente sí tiene un valor. Es el primer paso hacia un potencial vínculo (sea temporal o de mayor permanencia) con una persona que se encuentra en nuestro ambiente profesional; por lo tanto, juega un rol importante en la generación de relaciones personales.

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Maro Villalobos

Para que un “chit-chat” corporativo tenga efectos positivos en nuestras relaciones personales, necesitamos anticiparnos; es decir, tener preparadas una o dos frases de algún tema coyuntural o de relevancia que nos permita entablar el contacto. Con ello, podemos utilizar estas ideas con un propósito claro.

Hoy volví a encontrarme en el ascensor con la chica con vestimenta formal. Había empezado sus prácticas profesionales en la firma. Esta vez, la saludé y le ofrecí conversar con ella cuando tuviera alguna duda sobre nuestra organización. Se bajó del ascensor sonriendo y me dijo, “Muchas gracias, me encantaría”. Pensé: “Valió la pena”. Una simple interacción abrió la puerta a una nueva conexión.


Michelle Barclay es socia del Estudio CMS Grau

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