El gas natural es conocido y reconocido por ser más barato que otros combustible, tanto en la industria automotriz como –cada vez más– en la inmobiliaria. Calidda, compañía que tiene la concesión de gas natural en la capital, avanza en medio de la tramitología para conectar más casas a este hidrocarburo, y convive con Contugas (ambas del Grupo Energía Bogotá), Quavii (Promigás) y PetroPerú, quienes brindan el servicio a lo largo de casi toda la costa peruana. El potencial de seguir conectado hogares al gas natural es enorme, porque a la fecha, solo el 17% del país cuenta con cobertura.
A luz de esta cifra escueta, y considerando nuestra población general, la masificación del uso del gas natural aún tiene mucho camino por recorrer. Por supuesto, y como siempre ante cualquier reto, el camino es rocoso, pero no imposible. Hace dos años el PL 679 fue presentado por el Ejecutivo al Congreso. Lo que se planteó, en sencillo, es que todos los usuarios a nivel nacional paguen la misma tarifa por el gas natural (hoy tanto el sur como el norte pagan más que Lima). El mecanismo, llamado tarifa nivelada, necesita de ciertas condiciones para masificarse y ser rentable. Una de ellas, y quizá la más importante y comentada, es que por volumen de demanda, las grandes empresas tengan también acceso a esta tarifa. El proyecto del Ejecutivo, tras varios vaivenes en el Congreso, ha sufrido cambios, y hoy propone un límite para que las grandes empresas no accedan al beneficio. Una historia conocida y que se repite de cuando en vez.
Se ha repetido hasta el cansancio, sobre todo en la última semana, que para generar más inversiones se necesita confianza, y para transmitir confianza, se necesitan señales. En el caso de esta industria, sería una muy buena señal que se retome la discusión sobre esta temática y que se procese de la mejor manera en las instancias correspondientes teniendo en cuenta que, al menos en la teoría, tanto el sector público como el privado busca lo mismo: extender los beneficios del uso del gas natural a más peruanos. Para pasar del dicho al hecho, hay que acortar el trecho.