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Alain Delon: un duro más que un galán
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Pese a su impresionante atractivo facial y físico, y a diferencia de lo que se podría pensar, Alain Delon no se instaló como un galán o una figura romántica en el cine francés, más allá de sus tiempos iniciales. Fueron en realidad muy escasas las ocasiones en las que interpretó alguna historia de amor. Se le quiso imponer como un ícono de la masculinidad galante, pero eso no prosperó y prácticamente se diluyó después de unas pocas películas.
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Lo suyo, más bien, estuvo de manera categórica marcado por los relatos criminales, lo que en Francia se conoce con el nombre de polar que es la denominación en esa lengua del relato criminal o policial, En esta línea hizo de policía y de gangster, desempeñando esos roles, por ejemplo, aunque no los dos en un mismo film, en títulos dirigidos por el maestro Jean-Pierre Melville, como El samurai y Un policía. Con su colega Jean-Paul Belmondo, tan celebrado como él en los años que duró carrera, hizo notorios dúos, como en Borsalino, donde la imagen de “duro” de Delon se combinó con el lado más festivo y atlético de Belmondo. Delon perfiló una personalidad fílmica ajena al menor asomo de simpatía o carisma, poniendo de relieve un lado pétreo, aunque siempre expresivo, pese a la parquedad de sus gestos, movimientos y palabras. Esa es la imagen que el actor y sus directores construyeron de manera preferencial en una larga carrera
Figura emblemática
Pero Delon fue también una figura del cine de autor más caracterizado como tal, es decir, aquel que no se arropa en las convenciones de algún géner, que en su caso fue el policial. El director más renombrado que lo tuvo en sus filas fue el italiano Luchino Visconti, para quien el francés hizo papeles centrales en Rocco y sus hermanos y El gatopardo. También, Joseph Losey lo tuvo como “el asesino de Trotski” en la película del mismo título, y como el traficante Mr. Klein en El otro señor Klein. Y esos no fueron los únicos títulos de la cosecha más exigente de su carrera. Incluso fue el Barón de Charlus en una adaptación de Un amor de Swan, basada en uno de los relatos que integran la célebre En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.
No es que Delon no tuviese parejas femeninas en su abultada obra, pero en su mayoría sus compañeras, entre ellas su esposa y actriz Nathalie Delon tuvieron roles secundarios o complementarios, sin hacerle sombra o contrapesar los roles del actor y el lucimiento que ejercía en ellos, eventualmente en las ligas amorosas pero sobre todo en las ligas criminales. Una excepción entre sus colegas actrices fue, por cierto, la austriaca Romy Schneider, con quien tuvo un vínculo sentimental en La piscina y sobre todo en la vida real, siendo la comidilla de la prensa del corazón por un buen tiempo.
Como sea, Alain Delon permanecerá como una de las figuras más emblemáticas de una cinematografía como la francesa que carece en estos tiempos de intérpretes que puedan, no ya competir, ni siquiera acercarse a la popularidad que Delon alcanzó en sus buenos largos tiempos de figuración en la pantalla grande.
• Como parte del Festival de Cine de Lima, la muestra se presentará en la sala Lumière de la Alianza Francesa (Av. Arequipa 4595 ).
• Las cintas programadas son: “Melodía en el sótano” ( 8 y 15 de agosto); “Los felinos” ( 9 y 12 de agosto); “El tulipán negro” ( 13 y 16 de agosto); “Un mono en invierno” ( 9 y 12 de agosto) y “Remordimientos” ( 8 y 16 de agosto).







