Un hombre con cables pegados a la cabeza, retrato de H. Armstrong Roberts de 1960. (Foto: Getty Images)
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/ H. Armstrong Roberts/ClassicStoc

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En el idioma castellano uno puede distinguir entre los verbos “mirar”, “ver”, “observar” y una variante de origen catalán como “aguaitar”. Ninguno de esos términos describe del todo lo quepuede sucedernos desde pasado mañana cuando el famoso zar de la tecnología, Mark Zuckerberg ofrezca a la venta sus espectaculares (en todo el sentido de la palabra) . La revolución que se avecina en el simple acto de ver es alucinante. Nadie estaba preparado para mirarse a uno mismo de un modo continuo y permanente.

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El nuevo aparato que sale a la venta el martes es el mayor aditamento al cuerpo humano que se haya hecho, producto de la inteligencia artificial. Los lentes tienen un espacio en el lado derecho donde aparecen apps, textos, traducciones, fotos y todo aquello que uno requiera. Cada par de anteojos viene con una banda que uno se pone en la muñeca. Desde allí, y con un movimiento mínimo de los dedos, uno le da órdenes a los lentes para que ofrezca cualquiera de sus funciones. Se acabó el intento por mirar solapa al celular mientras uno maneja por la Avenida Javier Prado, cuidando de que no lo vea la policía. Ahora los anteojos ofrecen todos los mensajes, imágenes, voces que uno requiera. Hay un traductor de cualquier idioma a cualquier otro como uno de los servicios. En la parrilla hay parlantes, cámaras y otras posibilidades. Y la banda en la muñeca pone fin a los actos de tocar la pantalla o de apretar un botón. Según la publicidad, la relación entre los movimientos de los dedos en la banda y la velocidad de las funciones de los anteojos es inmediata y “mágica”. La banda está hecha de un material que se llama Vectran, dura y a la vez maleable. Tiene una batería que dura hasta dieciocho horas, es decir que pueden acompañar a sus usuarios durante todo un día sin recarga. Uno recuerda los anteojos que acompañaban al “Terminator” de Arnold Schwarznegger en la película de 1984. Por entonces su misión era ir al pasado para matar a alguien. La película tuvo muchas secuelas y sigue fascinando a sus seguidores.

Pronto, algunos se sentirán como el personaje de la película. Esa ficción estará a la venta en dos días con un precio de oferta: Setecientos noventa y nueve dólares.

Es evidente que se trata deun milagro de la tecnologíaque cambia nuestra idea de ver o de mirar. Si antes los anteojos se usaban para ver mejor el mundo, el nuevo invento nos hace mirar en realidad a nosotros mismos. Si uno puede manejar un auto mirando a la carretera y a la vez leyendo y contestando correos electrónicos, watts app, chats y revisando textos, es obvio que se trata de un milagro. Sin embargo, esa miradahacia adentro y no hacia afuera, coincide en el efecto que está teniendo la tecnología moderna. Estamos más ensimismados, encerrados en el círculo de quienes somos y de los quenos rodean. Me imagino que dentro de un año, una parte de la ciudad de Lima estará poblada por personas con anteojos Meta Ray-Ban. Harán deporte, irán al cine, asistirán a reuniones, mientras revisan sus mensajes conun movimiento de los dedos. La tecnología ha reemplazado a nuestros ojos. Nos hadado otros. Todo es más complicado y más rápido. Miramos más lejos pero solo hacia dentro de nosotros. Un poco como el Terminator, no faltaba más.

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