
En el nombre del padre (pero también del hijo)
Resumen generado por Inteligencia ArtificialNunca dejamos de buscar a nuestro padre. En nuestra primera infancia, la madre está más cerca y es una presencia más certera mientras que el padre está un poco (o mucho) más lejos. Los primeros arrullos por lo general vienen en una voz femenina.
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Y sin embargo, la idea del padre ha ido cambiando. En algún momento se le asignaba un rol autoritario. Era el encargado de recordar el orden mientras que la madre representaba el cariño. Hoy hemos aprendido que los roles no son distintos. No había nadie en mi casa más amoroso que mi papá, escribe Hector Abad Faciolince en su gran libro El olvido que seremos. En el otro extremo, el padre de Franz Kafka ha pasado a la historia cómo el tipo más duro y autoritario. En su Carta al Padre, Franz le escribe a su padre un texto pues no se atreve a hablar con él. La carta se inicia con una frase terible: “Me preguntaste hace poco por qué te tengo miedo”. La respuesta es larga, dolorosa y extraordinaria.
Y hubo también un tiempo en el que el padre representaba la sabiduría. Algunos recordarán la serie “Papá lo sabe todo” que se transmitió en la televisión durante los años cincuenta. El jefe de la familia Anderson, el actor Robert Young junto a su esposa Jane Wyatt, era un hombre sabio y práctico capaz de resolver todos los problemas. Desde entonces hasta ahora sabemos que papá no lo sabe todo y a lo mejor no sabe nada. La familia idílica que presentaban los Anderson era un modelo idealizado.
En una época en la que todos (padres, madres, hijas e hijos) viven adheridos a sus celulares, uno se pregunta por el sentido que tiene la paternidad. El único que se me ocurre es el de ser parte del intento por mantener la comunicación, con la posibilidad de conversar de cualquier tema, especialmente de los que interesen a los hijos. El mueble más importante en una casa cualquiera es la mesa. Es el lugar donde uno se detiene para compartir el desayuno o el almuerzo mientras hace lo que de veras sostiene a los cuerpos y las almas, es decir conversar. A diferencia de los muebles de la sala que muestran sus jerarquías, la mesa iguala las presencias de todos los que se miran.
Creo que ser un buen padre es uno de los oficios más difíciles. Uno nunca puede tener éxito del todo. Tener la capacidad de adaptarse a las edades, a las necesidades de cada hijo, es una labor que parece sobrepasar a cualquiera. Lo más importante será siempre hacer el intento, de acuerdo con unos criterios de amor y de sensatez. El requisito es saber que siempre tenemos algo que aprender de nuestros hijos. No estoy seguro de si hay reglas o normas pero me atrevo a dar una: hacer lo posible para que los hijos sientan la confianza de hablar con nosotros. No necesariamente para contarnos sus secretos pero sí para no sentirse intimidados o solos cuando estamos juntos. El respeto como un aspecto del cariño es esencial en ese proceso. Ser un padre supone un trabajo gratificante de improvisación y de esfuerzo todos los días. Menos hoy, que llegó la hora de relajarnos.








