La presencia de Miguel Grau (1834-1879) en la historia peruana es imperecedera. Si bien su recuerdo gira alrededor de su inmolación en Punta Angamos la mañana del 8 de octubre de 1879, su actividad como marino, político y ciudadano fue también, a todas luces, influyente. Estos aspectos son reseñados y destacados en “Palabras sobre Grau”, un libro del historiador y periodista Héctor López Martínez que reúne artículos y documentos que destacan toda la dimensión humana del héroe de la Guerra con Chile.
Aquí se cuentan aspectos poco conocidos de su vida, como su protagonismo en la defensa del sistema democrático durante la sangrienta rebelión de los hermanos Gutiérrez; sus diferencias con Aurelio García y García, el otro gran marino peruano; o su papel como comandante general de la Marina, en 1878, cuando presentó una memoria demoledora al ministro de Guerra que vislumbraba la tragedia: no solo nos faltaban barcos blindados, sino también una tripulación competente y nacional, pues la mayoría de marinos eran extranjeros, y sobre todo de nacionalidad chilena.
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Como cuenta López Martínez, Grau les dijo a los políticos peruanos: “Señores, es preciso que no nos formemos ilusiones; el Huáscar es sin duda un buque muy fuerte, pero nunca podrá contrarrestar el poder de uno solo de los blindados chilenos… a pesar de todo, si llegase el caso, el Huáscar cumplirá con su deber aun cuando tenga la seguridad de su sacrificio”.
Héroe militar y cívico
“Grau no es solamente héroe por lo que ocurre en Angamos –precisa López Martínez– sino que este hecho fue la culminación de una vida heroica, de una persona que desde su más tierna infancia fue superando una cantidad de problemas, fue hijo negado por su madre, por ejemplo, y fue avanzando por la vida, sin amarguras, hasta convertirse en un excelente padre, ciudadano y diputado. Cuando llegó la guerra, Grau era diputado y pudo haberse quedado en su curul, pero decidió cumplir con su deber y fue a pelear y morir. Ese es un ejemplo para muchos congresistas actuales que solo buscan la molicie y el dinero. Por eso digo que Grau fue también un héroe cívico”.
Luchar contra el destino
Entre los valiosos testimonios que recupera este libro, destaca el del diputado Carlos M. Elías, amigo y confidente de Grau, quien al cumplirse el primer año de la muerte del héroe, escribió una semblanza desde Guayaquil, la cual fue publicada por El Comercio el 8 de octubre de 1885. “Este artículo es reproducido íntegramente por primera vez –destaca López Martínez– y brinda mucha información sobre el carácter de Grau”. En un párrafo, Elías cuenta que Grau le dijo: “Yo en todos los lances de mi vida he tenido que luchar en contra del destino, que siempre hacía nacer a mi paso dificultades (…) que ponían a prueba mi carácter y constancia”.
Esa vida lo preparó, sin duda, para enfrentar esa hora final con hidalguía y arrojo, y cumplir la promesa que hizo en una de las últimas comidas que le ofrecieron en Lima, en junio de 1879: “Si el Huáscar no regresa triunfante al Callao, tampoco yo regresaré”. Ese es el Grau que retrata este libro escrito con rigor histórico, pero con la prosa ágil de la divulgación periodística desarrollada en las páginas de El Comercio.
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El periodismo
Este último aspecto es destacado por López Martínez. “Yo soy historiador de profesión —dice—, pero me ha capturado el periodismo y entonces lo que pretendo con estos artículos es hacer difusión, pero no difusión a la ligera, sino basada en la más rigurosa investigación histórica”.
En esa relación entre periodismo e historia, el autor resalta el valioso archivo de este Diario. “Es un tesoro de información”, afirma. En ese sentido, el libro recupera en el artículo “El liderazgo perdurable de Grau”, las noticias que fueron apareciendo en esas horas posteriores al 8 de octubre de 1879, cuando no se tenía información del Huáscar y en Lima aumentaba la angustia por saber qué había pasado con nuestro buque y con Grau, quien por cinco meses había mantenido en jaque a la armada chilena.
“Ahí surge la pregunta: ¿Dónde está el Huáscar?, hasta que llega la primera noticia que anuncia la posible desgracia. El presidente Prado temía que hubiera un levantamiento popular en Lima, por eso dio la información a cuentagotas. Pero cuando se confirmó la captura del Huáscar y la muerte de Grau no ocurrió ninguna reacción violenta, sino el país se derrumbó. En ese artículo, refiero que la crisis política fue tal que los gabinetes duraron menos de 24 horas. Nunca se ha hecho mención a esa terrible secuencia de gabinetes”, afirma López Martínez. En ese momento, escribe el historiador: “Las campanas de los templos ya no volverían a tener repiques gozosos y ahora solo tañían lúgubremente. Se sentía la angustia ante una invasión inminente. En una palabra, se despertó violentamente del estado de ensoñación colectiva para enfrentar la durísima realidad”. No había esperanzas. Ya todos sabían que la guerra estaba perdida.
Desde hace más de 40 años, reposa inamovible en medio del recinto parlamentario la curul de un héroe. En 1983, se develó en el Congreso un escaño en honor a Miguel Grau Seminario, diputado por Paita que dejó sus actividades legislativas para retomar el mando del monitor Huáscar y defender a la patria, incluso con su propia vida.
“Esta es la curul de Miguel Grau que ayer se entronizó en sesión solemne del Congreso de la República. Está ubicada al centro del hemiciclo, debajo del estrado presidencial de la Cámara de Diputados y permanecerá allí por siempre”, reseñó en sus páginas El Comercio el 3 de noviembre de 1983.
Grau fue elegido dos veces diputado por la provincia de Paita, “aquel puerto en el que pasó sus primeros años de vida y donde nació su vínculo con el mar”, embarcándose desde allí sin cumplir aún los 9 años en Tescua, una nave mercante que luego naufragaría frente a la isla Gorgona (Colombia), si acaso su primera experiencia cara a cara con la muerte (Fernando Ayllón, 2019).
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El libro Palabras sobre Grau, de Héctor López Martínez ha sido editado por Lux Ediciones, y será presentado este jueves 26 de setiembre, a las 18:30 horas, en el salón Grau del Centro Naval del Perú, de San Borja.