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“Super Happy Forever” en MUBI: cuando el amor se impone a la muerte
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La película comienza con dos personajes medio aletargados que vacacionan (aunque el verbo les quede grande) en un hotel decadente en una provincia de Japón. Ellos son Sano y Miyata, y poco a poco, iremos entendiendo que el primero de ellos acaba de sufrir la muerte de su esposa, a quien conoció cinco años atrás en ese mismo hotel. De hecho, esa es la razón de la presencia de Sano y de su amigo en dicho lugar: un intento por volver al punto donde se originó todo, una forma de traer de vuelta simbólicamente a su amada, de recuperar algo de sus momentos felices.
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Un aspecto especialmente destacable de “Super Happy Forever” es la forma en que pone a dialogar el ánimo de sus protagonistas con el entorno que ocupan: el duelo que atraviesa Sano parece materializarse en ese hotel a punto de clausurarse. No es un resort de lujo ni un hospedaje miserable, sino más bien una reliquia en declive, un recinto de viejo esplendor, que ha ido perdiendo su brillo y que parece cubierto por una pátina tristísima. Se trata de un espacio que también está muriendo, y es como si los pocos huéspedes que lo habitan le honrasen una especie de funeral.
También está muy bien manejado el hecho de que, mientras asistimos al desvarío de los personajes, y se nos entregan apenas atisbos de un pasado que no llegamos a descifrar del todo (¿por qué Sano busca una gorra roja?, ¿qué significa para él la canción “Beyond the Sea” de Bobby Darin, que juega un rol clave en la historia?), a mitad de la película la narración da un salto al 2018 en el que Sano y Nagi –así se llama la difunta hasta ese entonces solo evocada– se conocen en el tan relevante hotel.
Ese largo ‘flashback’, que ocupa toda la segunda parte de la cinta, no solo sirve para atar los cabos sueltos y comprender mejor algunos detalles y situaciones, sino que cambia completamente el tono del relato. Pasamos de una pena profunda a una tierna comedia romántica; cruzamos de la depresión al enamoramiento casi adolescente. La presencia de Nagi resulta iluminadora y nos hace entender el profundo dolor en el que caerá su esposo. Si la historia hubiese sido lineal, estaríamos ante una tragedia arquetípica; pero la estructura inversa que propone el director Kohei Igarashi atenúa los pesares, favorece una nostalgia dulce sin necesidad de retóricas sentimentales.
De alguna forma, “Super Happy Forever” parece influenciada por el cine de Ryusuke Hamaguchi, el cineasta japonés de moda, quien dirigió la ganadora del Óscar “Drive My Car”: Igarashi comparte su fijación por personajes sumidos en crisis existenciales, seres citadinos aislados en paisajes remotos y ajenos, almas creativas pero en conflicto (aquí hay un enfermero que en su tiempo libre escribe novelas), y largas secuencias conversacionales que van develando lentamente la complejidad psicológica y emocional de sus interlocutores. No es difícil dejarse seducir por su delicada sensibilidad.
Calificación: 4 de 5








