Usaba el alias de ‘Arturo’, pero sus perseguidores lo llamaron ‘Zorro’. Zenón Vargas Cárdenas siempre fue huidizo, rápido, astuto.
Vargas era un mando terrorista muy activo en la sierra central del país, y dirigía columnas senderistas que se desplazaban en Huancayo, Huancavelica y decenas de distritos andinos.
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En los primeros meses de 1991, después de que fuera capturada Nelly Evans, la mujer que integró el aparato logístico de Sendero Luminoso (se encargaba de conseguir desde medicinas hasta viviendas alquiladas para esconder a los cabecillas), Abimael Guzmán ordenó que ‘Arturo’ viajara a Lima y cubriera el vacío.
Aunque no integró el comité principal de Sendero, ‘Arturo’ gozó de la absoluta confianza de ‘Gonzalo’.
El 8 de setiembre de 1992, Vargas, quien ya era seguido intensamente por un equipo de agentes del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN), entre ellos Guillermo Bonilla y José Luis Gil, fue a recoger a sus dos hijos de un colegio en Breña. Uno de los agentes encubiertos escuchó que le decían “papá Zenón” y se confirmaron las sospechas.
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Vargas dejó a los niños en una casa en Balconcillo donde, ya lo sabían los policías, vivía la ayacuchana Zulma Cruzzat, otra terrorista que era investigada en paralelo.
Una de las ‘reglas de oro’ de los terroristas de Sendero Luminoso era no dejarse llevar por las emociones y olvidar a la familia si era necesario, con tal de no poner en riesgo al ‘partido’. Con esa breve visita, Vargas cometió su primer error. Un exceso de individualismo, diría Guzmán si estuviera vivo.
Días después, la mañana del 12 de setiembre, ‘Arturo’ fue otra vez a la misma vivienda. Salió a un mercado cercano a comprar algo para el almuerzo y regresó. Después se fue otra vez, pero esta vez caminó hacia la Vía Expresa, bajó las escaleras hacia los paraderos que en aquel entonces había en el carril central.
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Allí, con el temor de que otra vez se escabullera, Bonilla y Gil lo tomaron de los brazos. “¡Secuestro, secuestro!”, gritó Vargas pero, con la placa policial y la pistola en la misma mano, los agentes se lo llevaron a un auto estacionado cerca. El ‘Zorro’ había sido cazado.
Pocas horas después fue atrapado Abimael Guzmán. En una oficina del GEIN, apenas escuchó la noticia, ‘Arturo’ gritó: “¡La guerra popular nunca será vencida! ¡Viva el presidente ‘Gonzalo’!”.
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Libre y coleando
A diferencia de la mayoría de senderistas presos antes, durante y después de la captura de Guzmán, Zenón Vargas está libre. Dejó la cárcel en setiembre del 2015, luego de 23 años preso. Eso le da cierta ventaja para erigirse como un probable sucesor de ‘Gonzalo’.
No es el único que está en libertad, pero otro detalle por tomar en cuenta es que sigue muy activo. El 19 de junio del 2016 fue visto en Comas, en aquel mausoleo erigido para llevar allí los cuerpos de un grupo de senderistas muertos años antes. Era una reunión grupal, y Vargas fue visto conversando con diversas personas, repartiendo volantes, organizando.
Quienes más lo conocen son sus captores, los hombres del GEIN. Guillermo Bonilla lo recuerda como un terrorista intrépido, con una altísima carga ideológica. El coronel Benedicto Jiménez lo define como un tipo desafiante, “con esa firmeza en los ojos”. El general Carlos Morán, exministro del Interior, comenta que es hermético, cerrado. Nunca delató a nadie, nunca varió su lógica criminal. Los tres coinciden en que es un sujeto peligroso.
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Guzmán no tuvo tiempo
En 1988 se realizó el primer congreso del Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso. Allí, Abimael Guzmán se autoproclamó jefe absoluto de esta agrupación terrorista. Todas las decisiones, órdenes y señalamientos los realizaría él mismo, el ‘presidente Gonzalo’. Lo secundaban su esposa, Augusta La Torre (‘Norah’), y Elena Yparraguirre (‘Miriam’).
‘Norah’ murió –¿suicidio o envenenamiento?, la duda se mantiene–, y la jefatura quedó entre ‘Gonzalo’ y ‘Miriam’. Él acaba de morir, ella reclamó un cadáver que le fue negado.
Desde 1993, después de la captura, se pensó en convocar un segundo congreso, pero la cárcel era un impedimento. Si el Movadef hubiera logrado la amnistía y liberación, se habría podido realizar.
Sendero nunca designó formalmente a un sucesor, en caso de capturas o muertes. El ego absoluto de Abimael Guzmán fue a la vez su derrota.
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