Luego de casi dos años de pandemia, los médicos intensivistas, aquellos que trabajan y arriesgan la vida en las unidades de cuidados intensivos (UCI), solo piden una cosa: que la población se vacune. Los rezagos físicos y emocionales que dejaron la primera y segunda ola en estos especialistas han sido muy profundos.
La precariedad del sistema de salud en el que se encontraba el Perú cuando apareció el COVID-19 hizo que fuera imposible para los médicos, a pesar de su esfuerzo, salvar la vida de todos los que llegaban a las salas UCI.
“Nosotros nos hemos sentido muy abrumados por no poder dar el soporte que se requería a los pacientes porque no había recursos. El personal terminaba agotado por las horas y frustrado porque, a pesar de todo el trabajo que hacíamos, no podíamos cumplir”, cuenta Rosa Luz López, médica intensivista del hospital Guillermo Almenara.
La primera y la segunda ola fueron situaciones críticas para los médicos que recibían a los pacientes más graves de COVID-19, quienes necesitaban ventilación mecánica para sobrevivir.
“Sentimos agotamiento. Habiendo un déficit de personal médico, hemos tenido que apoyar multiplicando nuestro trabajo. En vez de trabajar 150 horas mensuales, hemos trabajado un total de 300 o 400 horas”, dice Carlos Lescano, médico intensivista del hospital Edgardo Rebagliati.
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Durante la primera ola en el país, fallecieron 89.884 personas (del 1 de marzo al 30 de noviembre del 2020) y durante la segunda ola fueron 90.880 (del 1 de diciembre del 2020 al 22 de mayo del 2021). Cifras que los médicos que recibieron a estas personas en sus momentos más complicados no olvidan.
“El compromiso que nosotros tenemos es muy grande. Pero lamentablemente sentimos mucho sinsabor porque no pudimos hacer más de lo que hicimos por la falta de recursos”, menciona Jesús Valverde, del área UCI del hospital Dos de Mayo.
Evitar una tercera ola de igual gravedad que la segunda es a lo único que aspiran estos médicos. Por eso, piden a la población que se vacune.
“Del 100% de pacientes que están con ventilación mecánica, entre 80% y 90% no están vacunados o tienen una vacunación incompleta. Ellos son los que tienen un alto riesgo de morir”, explica Ronald Arteaga Caro, médico intensivista del hospital Dos de Mayo.
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Además, los médicos explican que, a pesar de no estar en una tercera ola, el 60% de camas UCI para pacientes COVID-19 están ocupadas. Por eso, evitar la necesidad de acudir a cuidados intensivos es indispensable. La vacunación impide el desarrollo de una enfermedad grave hasta en un 90%, indican los especialistas.
Casi veinte millones de peruanos ya están inoculados contra la enfermedad. Sin embargo, todavía hay un grupo que rechaza la vacuna. “Para nosotros, con todo lo que hemos vivido y hemos visto tanto dolor, es demasiado sensible pedirnos entender a la gente que no quiere vacunarse. Les pediría a esas personas que reflexionen”, dice la doctora Rosa Luz López mientras recibe a una gestante sin vacuna en la sala UCI.
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Debido a las fiestas de fin de año, diciembre es el escenario ‘perfecto’ para la propagación del virus. El intensivista Daniel Anchante Llosa, de la UCI pediátrica del INSN de San Borja, suplica a los padres de familia que no expongan a sus hijos a personas que no son de su entorno, especialmente porque este grupo no tiene la vacuna de protección.
No bajar la guardia es lo que piden estos médicos que desde marzo del 2020 están en la primera línea de batalla. Ellos han visto la muerte desde muy cerca, más de lo que quisieran, y por eso suplican a los peruanos que se vacunen.