En contra de lo que se cree comúnmente, no fue a Walter Ríos a quien se le ocurrió llamar “Los Cuellos Blancos” a la organización criminal que manejó la justicia del Callao, ni al ‘Loco’ Perochena ponerle ‘Los Elegantes’ a su séquito de forajidos que asaltaba residencias en la década de 1980.
El bautizo lo hace la policía. De su interior salen esas curiosas ‘chapas’ –“Los Gatilleros”, “Los Sedapaleros”, “Los Destructores”, “Los Injertos de Bayóvar”, “Los Charlies de Breña”– que arrancan risas y colorean sus prontuarios. La última banda atrapada ha sido apodada “Los Rápidos y Elegantes del Aeropuerto”, cuya especialidad era robar la mercadería que trasladaba una empresa que labora en el Jorge Chávez.
Para realizar sus fechorías, averiguaban los horarios de salida de los camiones con mercancía, se disfrazaban de policías y los intervenían. Luego, los productos eran vendidos en tiendas y otros locales formales como si tuvieran un origen lícito.
El detalle es que para sus andanzas contaban con la asesoría del coronel PNP Manuel Ibárcena Escalante, un sujeto que años atrás había sido expulsado del cuerpo policial acusado de extorsionar a una banda de narcotraficantes y por secuestro. Ibárcena estuvo un buen tiempo prófugo. Su vida cambió cuando consiguió que un juzgado de una provincia arequipeña ordenara su retorno a la oficialidad y, en el colmo de la desfachatez, que sea ascendido.
La policía ha sido sobrepasada por el accionar de la delincuencia, de eso no hay dudas. Sin embargo, ponerle más obstáculos a su labor solo consigue aumentar el sofocante clima de inseguridad en que vivimos. ¿Por qué el Poder Judicial le abrió las puertas a un tipo de esta calaña? Señor José Luis Lecaros, esperamos su explicación.