Luego de seis semanas de una reducción sostenida en los casos confirmados y muertes diarias debido al COVID-19 en el país, y a dos días del inicio de la fase cuatro de la reactivación económica, la atención de las autoridades actualmente se encuentra enfocada en cómo prevenir o contener una probable segunda ola de esta enfermedad.
Mira: coronavirus en Perú: ¿es posible que llegue una segunda ola de contagios y mortalidad por el COVID-19? [suscriptor digital]
Ayer, la ministra de Salud, Pilar Mazzetti, recomendó a la ciudadanía estar preparada ante un eventual rebrote del coronavirus al igual que se ha visto en algunos países de Europa. “Unas semanas de relativa calma no es que haya desaparecido y luego [viene] un rebrote, entonces nosotros debemos prepararnos para ello. Debemos aprender a vivir con el coronavirus, que está aquí, en este instante, con nosotros”, señaló.
Una semana antes, el viceministro de Salud Pública, Luis Suarez Ognio, advirtió que si se mantenían los mismos patrones observados en ese continente "entre finales de octubre e inicios de noviembre podríamos estar viendo una segunda ola en Lima”.
A la fecha, el Perú es el país con la mayor tasa de mortalidad por coronavirus en el mundo, con una tasa de 977 fallecidos por cada millón de habitantes, según el portal Wordometers. Asimismo, ocupa el puesto ocho en tasas de contagio, con más de 24 mil casos por cada millón de personas.
En detalle
¿Qué se esperaría de una segunda ola o de un rebrote a nivel local? En diálogo con El Comercio, César Cárcamo, investigador de la universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH) y miembro del Grupo Prospectiva, señala que actualmente el Perú cuenta con un mayor nivel de prevalencia (porcentaje de personas infectadas) en comparación con los países europeos, lo cual podría implicar una segunda ola más débil.
“El hecho de que hayamos encontrado a principios de julio 25% de prevalencia [en Lima] y en España 5%, esa es una tremenda diferencia. No sabemos ahora que porcentaje de peruanos están infectados, pero no es tan alta como la de Iquitos, que en julio tenía 71% de infectados. Todavía hay la posibilidad de que haya una segunda oleada. Creo que tendríamos que hacer muchas cosas mal para que ésta sea del tamaño de la primera”, detalla.
El especialista resalta que el actual descenso en la incidencia del coronavirus (tanto en casos como en fallecimientos) se debe a que restan pocas personas susceptibles al contagio dentro de la población que en los últimos meses ha estado expuesta a la enfermedad. Sin embargo, advierte que aún existe un elevado porcentaje que ha guardado cuarentena al interior de sus domicilios, y cuyo desconfinamiento ocasionaría nuevos rebrotes.
“Los que quedan susceptibles son aquellos que hasta ahora han sabido cuidarse. Estos han sido probablemente un poco más de la mitad de la población total. Pueden enfermarse, y si es que nos relajamos demasiado, desencadenarían una segunda oleada”, opina.
En esto coincide Fernando Mejía, infectólogo e investigador del Instituto de Medicina Tropical Alexander Von Humboldt de la misma universidad, quien -en entrevista con este Diario- añade que el Perú, a diferencia de otras latitudes, experimentó una primera ola prolongada debido a la falta de contención y seguimiento del virus a través de pruebas moleculares, así como del aislamiento temprano de los pacientes. También recomienda a la población no bajar la guardia, especialmente en fechas como la navidad, el verano o el inicio de las clases escolares, que podrían ocasionar nuevos contagios de coronavirus.
“El Perú va a tener una segunda ola, probablemente sea menos intensa que los países europeos, pero igual en un sistema de salud tan precario como el nuestro hay que estar pendientes de eso (...) Habrá tres momentos claves [en los contagios]: la navidad, donde todo el mundo se reúne por una cuestión cultural; el verano, porque algunos no podrán estar en casa y empezarán a salir, y luego el reinicio de clases. Los niños son la población que más ha estado más aislada. Si bien tienden menos a enfermar, son los que más van a transmitir”, explica.
Por su parte, Jorge Alarcón, coordinador de la especialidad de epidemiología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, sostiene que si bien la población ha tomado conciencia del distanciamiento social y el Gobierno está ampliando la atención en el primer nivel, también hay características propias de la enfermedad que hacen imposible predecir su comportamiento futuro.
“Un tema que preocupa mucho son las mutaciones en cepas más agresivas como las que se observan en Europa o Estados Unidos. Parece que el virus no tiene un comportamiento estacional como la influenza, incluso en primavera o verano tiene una alta transmisión. Si a esto le agregamos que la gente salga, entonces habrá contacto entre susceptibles e infectados que puede producir brotes importantes”, explicó a este Diario.
Por regiones
Los tres especialistas esperan que un posible rebrote tenga un impacto diferenciado en diferentes zonas del país tal como ocurrió durante la primera ola de la pandemia. Para Cárcamo, los problemas se concentrarían en ciudades grandes de la costa—Trujillo, Chiclayo o Chimbote—, así como en Lima Metropolitana y el Callao, mientras que Arequipa aún podría guardar grandes grupos de personas susceptibles en el sur. En contraste, la selva presentará el menor riesgo debido a que cuenta con niveles altos de prevalencia.
“Iquitos ya tenía en julio 71% de las personas infectadas, que subió a 75% en agosto. Pucallpa o Tarapoto también representan bajo riesgo comparado con el resto del país. Regiones como Moquegua, Puno o Tacna son pequeñas y por ellas el virus subió y bajó rápido, ya están relativamente seguras”, opina.
Mejía detalla que la primera ola impactó fuertemente las áreas pobres y ciudades de escasos recursos. Para el especialista, el rebrote sería menos intenso en lugares donde no se pudo guardar un aislamiento adecuado.
“En Iquitos, por una cuestión cultural y climática, hubo una gran transmisión del virus, llegando a prevalencias muy altas. Quizás sea la ciudad con mayor prevalencia en el mundo. En Lima Metropolitana, hay ciertas zonas residenciales donde la gente pudo mantener la distancia, tiene un trabajo estable y no han salido. Si se descuidan habrá transmisión mucho más dinámica y un incremento de casos”, opina.
Según la Sala Situacional COVID-19, la capital tiene a la fecha 338.853 casos y 13.143 fallecidos por coronavirus. Ambas cifras representan el 43% y el 41% del total nacional en ambos rubros. Sin embargo, el impacto de la pandemia ha sido más elevado en aquellas zonas con mayores tasas de infectados y fallecidos. En el primer grupo se encuentran regiones como Moquegua, Madre de Dios; mientras que el segundo está encabezado por Ica, Callao y Lima Provincias, respectivamente.
Para Alarcón, debe tomarse en cuenta las regiones con mayor densidad poblacional y menores recursos sanitarios. En estos lugares debe realizarse un monitoreo constante de la movilización, especialmente en aquellas zonas que son polos migratorios.
“Tenemos epidemias distintas. Lo que pasa en Lima no es igual a otras regiones. Pero la movilidad, la migración hará que infectados con capacidad de transmisión se desplacen a zonas donde haya susceptibles y se desencadene un brote. Esto pasó en abril cuando muchas personas de Lima regresaron a sus regiones (...) En el norte está el eje que une Chiclayo, Cajamarca y San Martín, que es una ruta de migración constante. Por el sur, la población gira en torno a polos de atracción como Arequipa o Cusco”, dice.
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