No es un libro sobre urbanismo ni arquitectura. “San Felipe. Grupos de clase media se encuentran”(IEP, 2016), la más reciente publicación del sociólogo peruano Omar Pereyra, es un libro sobre la gente y sus dinámicas. El laboratorio, claro, fue la icónica residencial San Felipe, en Jesús María, que cumplió 50 años hace poco. El Comercio conversó con Pereyra respecto a cómo es vivir en esta emblemática unidad vecinal.
—¿Por qué estudiar San Felipe y no alguna otra residencial?
Lo que quería en mi tesis era estudiar la organización vecinal. San Felipe era perfecto porque tiene 33 edificios, con 33 asambleas vecinales. Quería saber, por ejemplo, por qué un edificio funcionaba y otro no. Fue un desastre. No encontré ninguna respuesta valiosa. Al final, hallé otro tema que había estado en mis narices: la clase media y sus interacciones.
—¿Hay algún prototipo de vecino sanfelipano? Señala en su libro que casi el 30% son adultos mayores.
Originalmente sí eran homogéneos. Los que llegaron hace 50 años eran, en su mayoría, familias estándar. Padre, madre, con uno o dos hijos y un auto. Tenían trabajos estables. Sobre eso se fueron agregando varias capas. Apareció otro grupo importante, que son los que tuvieron trayectoria de movilidad social ascendente, probablemente nietos de migrantes.
—¿Qué diferencia hay entre San Felipe y otras unidades vecinales de más edad como Matute o Mirones?
Que probablemente esos vecinos originales ya fallecieron. Aquí siguen vivos. San Felipe está más envejecido que cualquier otro lugar de Lima. Otro punto es que ninguna residencial similar tiene tanta altura. Este es un lugar denso. Aquí la gente convive con ascensores.
La residencial San Felipe se encuentra en un terreno de 27 hectáreas en Jesús María. Es considerada como una de las obras de vivienda más importantes del primer gobierno de Fernando Belaúnde (Foto: Alessando Currarino / El Comercio)
—¿Cómo interviene un ascensor en la vida vecinal?
El ascensor hace que uno se cruce con un montón de gente. En una escalera te encuentras con pocos. En San Felipe tienes a 60 familias compartiendo un ascensor. No las conocerás a todas, pero sí tienes una noción de quiénes viven [en cada piso]. Cada edificio es un barrio, no horizontal sino vertical.
— ¿Los sanfelipanos suelen ser territoriales?
Si quieres haz la prueba. Trae a cinco amigos y ponte a jugar fulbito aquí [en el ágora]. Los vecinos mayores van a llamar al serenazgo. En San Felipe los adultos mayores son una pandilla no constituida. Están aislados pero se conocen, se saludan y cuando ven algo que no les gusta, van a ir muy despacio hasta el lugar. Como la gente se les escapa o no les hacen caso, para eso están los serenos.
—¿Los adultos mayores son un grupo fuerte y los serenos su brazo armado?
Sí. Yo diría que en términos de transformación de espacio, son el grupo más importante para la municipalidad [de Jesús María]. Es el vecino más estable, el que tiene tiempo para ir a las asambleas. Para la gente de mi edad, esas reuniones son insoportables. Ellos, en cambio, van y reclaman seguridad, rampas, cuidado del espacio, etc. Son fuertes.
—¿Cree que los adultos mayores han impuesto determinada moralidad?
Hay casos célebres. No hubo exactamente burdeles, pero sí departamentos que eran alquilados por tres prostitutas y recibían visitas. Eso se detectó y se eliminó. Otro caso fue que una familia coreana apareció en el 2002. Ellos trajeron a más familiares y se concentraron en un edificio. Como se dedicaban a la importación de carros, empezaron a llenar los parqueos con sus autos. A los vecinos de por sí no les gustaban los coreanos. Hablan raro, escupen, fuman. Luego apareció una iglesia católica coreana en la zona de los bancos. Hubo toda una reacción de los vecinos en contra de los coreanos. Sacaron a la virgen en procesión, la pusieron frente a la iglesia coreana y empezaron a cantar "Ven con nosotros a caminar". Era una huelga con la virgen.
La residencial San Felipe tiene 33 edificios de viviendas, cada una con su respectiva asamblea de vecinos. Según el sociólogo Pereyra, cada torre es un "barrio vertical". (Foto: Alessandro Currarino / El Comercio)
—¿Existe un vocabulario común de los sanfelipanos?
Hay términos compartidos que tienen que ver con lo cotidiano. Por ejemplo, nadie dice "San Felipe", sino "la resi". Y "tener resi" es conocer a la gente de aquí. Recuerdo que cuando era joven llegaba a las 3 de la mañana, medio borracho, y tenía que cruzar la residencial. En cualquier lugar me hubiera sentido temeroso, pero acá no. Cuando caminaba, escuchaba silbidos. Cualquier persona se hubiera asustado porque sabes que te están 'tasando', pero yo sabía que los ‘pastrulos’ se pasaban la voz para que no me tocaran. En San Felipe hasta los ‘pastrulos’ te cuidan. Ellos pueden ser fuente de problemas, a veces chocan con vecinos, pero también defienden a los adultos mayores.
—¿Crees que hoy se están edificando residenciales equivalentes a San Felipe?
No. Yo estoy a favor del crecimiento en altura, me parece lo más racional. El problema es que aquí el crecimiento vertical se ha hecho sin la construcción de espacios públicos como estos. Se han relajado bastante las normas para que a la par que se construyan residenciales, se hagan veredas, retiros y áreas verdes. Además, las residenciales cerradas que se hacen ahora son más peligrosas, la delincuencia alrededor aumenta por sus muros ciegos, eso hace que el peatón esté más expuesto a los atracos. Los que viven dentro probablemente se sientan más seguros, pero no lo están.
—En unas cuántas palabras, ¿qué es San Felipe para ti?
Creo que es uno de los proyectos mejor pensados por sus características de densidad, planificación, gran cantidad de espacios compartidos, áreas verdes. Es un lugar muy privilegiado en comparación al resto de Lima.
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— Sociedad El Comercio (@sociedad_ECpe) 12 de febrero de 2017
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