Pocos animales se interponen en el camino de las palomas domésticas, que han sabido adueñarse, a pulso, de la ciudad. También conocidas como palomas de Castilla (Columba livia), estas aves se caracterizan por su gran adaptabilidad a las zonas urbanas.
Dicen en el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) que son “recurseras”. Si no encuentran semillas o frutos —sus alimentos por naturaleza—, son capaces de rebuscar entre la basura y comer, incluso, hasta restos de pollo a la brasa, aunque no hayan nacido como animales carnívoros.
Su tasa reproductiva es alta y salvo uno que otro gato o rata (y ardillas en San Isidro), no hay quién se coma a las palomas o a sus huevos. Jessica Gálvez-Durand, directora de Gestión Sostenible del Patrimonio de Fauna Silvestre de Serfor, explica que si no se mantiene a raya su población, esto puede generar varias complicaciones tanto en término sanitarios como ecológicos.
La especialista explica que, al ser la paloma una especie exótica invasora , ha ido desplazando y mermando las poblaciones de otras aves.
“Antes, por ejemplo, había más cuculís, que sí son aves nativas. Como las palomas domésticas son más grandes y territoriales, dejan a las cuculís sin alimento”, señala.
Gálvez-Durand añade que, a diferencia de las aves nativas, como los gallinazos, las palomas no cumplen ningún rol. “Los gallinazos son recicladores. Tienen su lugar ganado en el ecosistema. La paloma no tiene ningún rol más que como transmisor de enfermedades”, dice.
Pero, por ser bonitas, no falta quien les dé de comer y, entonces, proliferan. Actualmente, indica, no es posible calcular cuantos individuos hay en la capital, aunque es notoria su proliferación.
Fuera del Convento de San Francisco, en el Centro Histórico de Lima, existe una población importante. Esto se debe a que en los alrededores venden maíz y los niños, principalmente, compran el alimento para convidarles a las palomas.
¿Son un problema sanitario?
José Luis Bustamante, coordinador nacional de Zoonosis del Ministerio de Salud asegura que, en este momento, no se han reportado pacientes con diagnósticos relacionados con las palomas. “Pero es evidente que son un problema no solo para el ornato sino para la salud. Sus 'piojitos’ proliferan sobre todo en el verano. Se les llama dermanisos y son, en realidad, unos ácaros. Como son tan pequeños, a veces no se les ve, pero causan problemas a la piel, alergias", afirma. Los más afectados, indica, son los niños y adultos mayores.
Otros cuadros graves causados por la exposición a los excrementos de las palomas son la salmonelosis y la histoplasmosis. La primera es una enfermedad que afecta el tracto intestinal.
La segunda causa afecciones respiratorias. Pero, hay que tener en cuenta que, de acuerdo con estudios hechos en el 2017 por especialistas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Universidad Científica del Sur, el hongo que causa la histoplasmosis (Histoplasma capsulatum) solo está presente en el 0,41% de las heces de las palomas domésticas de Lima. [Puede ver aquí el estudio]
“Hace unos 3 o 4 años tuvimos un paciente en el Callao que se puso grave por un problema relacionado con la exposición a las palomas. Por eso el Minsa hace un llamado a la población para restringir eso de darles pancitos”, insiste Bustamante.
Los nidos de las palomas, dice, son también focos infecciosos. “Los hacen con ramitas y plumas, y cuando las palomas los abandona, les crecen hongos”, explica el médico.
Las palomas suelen anidar en casas antiguas, descuidadas o deshabitadas. “Cuando nos piden que hagamos inspecciones, tenemos que entrar con mascarillas por las plumas y los nidos. El problema es que una vez que anidan en un lugar, no importa cuántas veces saquemos los nidos, las palomas vuelven siempre. Insisten”, dice Gálvez-Durand.
“En el hospital Santa Rosa nos llamaron una vez porque se habían presentado enfermedades parasitarias porque las palomas se paraban en el marco de las ventanas. En la oficina de Serfor, en San Isidro tuvimos también un problema por eso”, recuerda.
¿Controles eficaces?
Varios municipios de Lima y Callao tienen ordenanzas que prohíben alimentar a las palomas en la vía pública. Barranco, Santiago de Surco, Jesús María, Lince, San Borja, Ate, San Miguel, Ventanilla y La Punta imponen multas a todo aquel que alimente o críe estos animalitos. La comuna de Ventanilla es una de las que establece las sanciones más altas: hasta 60% de una UIT fuera de denuncia penal.
Serfor asegura que existen soluciones viables y que no incluyen prácticas crueles ni venenos, como los que las municipalidades estilan usar para eliminar las ratas. “Se podría controlar su población con halcones de Harris. Sería una buena opción para mantener el control biológico”, propone Jessica Gálvez-Durand.
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