Abby Ardiles

“Aquí en Lince, durante las noches, es tierra de nadie. Me quedo hasta las 7 de la mañana cuando hago guardia. En la madrugada bajan los proxenetas en sus motos y carros a ver a las chicas. También a nosotros, pero no nos hacen nada porque estamos con efectivos policiales siempre. Ellos te analizan. Quieren ver qué haces, qué dices, qué estás observando”, contó un sereno de la comuna a El Comercio.

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