Jorge Piqueras, uno de los representantes de la abstracción más importantes del país, falleció en París. Recordamos al escultor, pintor y fotógrafo peruano con este artículo escrito por Enrique Planas el 19 de enero de 2014.
"Me he podido matar", nos dice en su habitación ubicada al fondo del pasillo. La noche que regresó de París, pocas horas después de instalarse en un estrecho departamento barranquino, rodó por unas oscuras escaleras. La dura caída le fracturó dos vértebras cervicales. La ambulancia llegó deprisa. Eran las dos de la mañana del 28 de diciembre.
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El artista lleva collarín y sondas clavadas en el cuerpo. Días antes, una sobrecogedora estructura mantenía quieto su cráneo. "Es un milagro que Jorge no se haya quedado paralítico", comenta Christine, su esposa, quien no se despega un segundo de su lado. Recientemente, el doctor había traído buenas noticias. La cirugía ha sido exitosa, la pulmonía sufrida recientemente va cediendo, y una dolencia cardíaca ha sido superada. Piqueras me explica que hicieron para él una estructura de metal, como un templete, para sujetar sus vértebras fracturadas. Antes de la delicada operación, el artista le dijo al cirujano: "Quiero ver su escultura".
"Jorge está haciendo progresos a diario, es cuestión de ganar un poco más de fuerza para ser más independiente. Entonces nos vamos de aquí", dice Christine, agradecida por la excelente atención de la clínica Anglo Americana.
Una escalera sin luz, la desorientación propia tras el largo viaje: puede haber muchas explicaciones para un accidente doméstico. El artista tiene una sola: "Fue el destino", me dice. "Todas estas obras resultaron premonitorias de mi caída", afirma. Luego Piqueras añade: "Ahora hablemos de pintura".
ENCRUCIJADAS DEL LIENZO
No fue por el accidente del pintor que la inauguración de “Obra reciente”, como se titula su muestra, fuera postergada dos semanas en la galería Lucía de la Puente. Se trata de otro tipo de golpe: los que suele dar la burocracia en nuestra Aduana. “Y esto concierte a todos los artistas. La Aduana hace lo que le da la gana, bloquea las cosas y te hace pagar por ingresar al país tu propia obra. Es una vergüenza”, se queja Piqueras.
Christine de Piqueras y el curador Jorge Villacorta se han ocupado del montaje en ausencia del artista. Villacorta define esta nueva obra plástica como “combustiones, bifurcaciones y encrucijadas en el plano del lienzo”. Piqueras está satisfecho con esta definición. “¿Por qué no? –responde–. Son adjetivos que se pueden poner. Parece un estallido, pero no lo es”. Por cierto, él puede utilizar otras palabras para describir su pintura: “Son mis tripas. Es una pulsión, algo visceral”, admite.
Así, la obra de uno de nuestros pintores vivos más importantes ocupa ambos pisos de la galería barranquina. Es el producto de dos años refugiado en su nuevo taller en París, en el céntrico y popular barrio de Beaubourg Saint Denis. Un 'loft' con techo de vidrio, con mucho más espacio para que don Jorge trabaje. "Han sido dos años de concentración, de una vida casi monacal, rociada con un poco de vino. De ocho de la mañana a ocho de la noche. Por primera vez he tenido tanto espacio. Y, sobre todo, el silencio. He tenido todas las posibilidades de concentrarme", explica el artista.
DE TRIPAS, CORAZÓN
Una de las características que más celebramos del maestro Piqueras es su decisión de jamás repetirse. Nunca repetir el mismo cuadro y nunca quedarse en la contemplación del cuadro anterior. “No es una decisión voluntaria”, advierte el pintor. “En realidad, yo pienso muy poco en eso. Toda mi pintura es sentida”.
"Ajochar" es una palabra añeja, pasada de moda, que significa presionar, perseguir, asediar. Piqueras la usa como título de diferentes cuadros suyos. Es un verbo ideal para comprender su trabajo: enfocar un centro en las dos dimensiones de un plano, advertir la presencia de elementos que quieren intervenir con diversa intención dinámica, constreñidos estos por una geometría que cataliza a su vez el espacio. En algunas de las piezas aparece, como marca atávica, el diseño de la caracola. "Es una forma que utiliza el arte rupestre y Matisse", explica.
Al despedirnos, le pregunto al artista qué habría que decirle al público que vaya a la exposición y pregunte por él. El artista sonríe con una dignidad a prueba de golpes. "No puedo inventar nada. ¡Diles que me saqué la mierda!".
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