Desde pequeña, le conmovía leer los carteles de cartón amarrados a los postes en la berma central de la Av. La Marina. Mensajes de auxilio, pedidos de medicina, que todos pasaban por alto allí donde nadie puede detenerse. Natalia Iguiñiz imaginaba a esas personas a las que nadie escucha, pero que tienen la fuerza de colocar su cartel en medio de la nada.
Símbolo de protesta y precariedad, el cartón sirve para exigir justicia, clamar por ayuda o arroparse a la intemperie. A lo largo del encierro pandémico, la reconocida artista visual fue recolectando este humilde material sumándole a su carga simbólica un sentido más: el del reciclaje, como la vida, material en permanente transformación.
Su muestra “Dejo este cuerpo aquí”, inaugurada en Vigil Gonzales Galería con la curaduría de Eliana Otta, se pliega como el material que soporta su más reciente trabajo. En la primera sala, despliega una serie de fotografías encontradas en Internet donde el cartón es el lienzo en el que se plasman las consignas políticas y los llamados de auxilio. En la segunda, plasma su imagen boca abajo y la divide en tres partes, con lo que se convierte en doloroso rompecabezas, al que añade frases extraídas de “Los diarios del cáncer”, de la escritora Audre Lorde. Finalmente, lleva esos cartones a la ciudad, igual de fragmentada y en escombros, amarrándolos con alambres a los postes, y registrando el paso de gente, ignorando en su mayoría su íntimo pedido de auxilio.
Todo parece remitirnos al desamparo y la desolación; sin embargo, como confiesa la artista, cada vez que emprende una de sus intervenciones urbanas, conoce personas que le demuestran que siempre hay vida, incluso bajo los escombros. “Siempre hay gente buscando una vida mejor para ellos y sus familias. De pronto, vemos las recientes manifestaciones en la calle y te devuelven sentido de colectividad. Personalmente, nunca había visto al Perú tan unido. Si la muestra se nutrió de la desesperanza, creo que la realidad le ha dado la vuelta. La vida siempre te sorprende”, reconoce.
En tu muestra sorprende ver las coincidencias entre tu sensibilidad personal y la colectiva. ¿Cómo sientes esta sintonía entre tu trabajo y la actual coyuntura?
Lo que está pasando ahora es resultado de un proceso en el cual vamos encontrando formas de que se oiga nuestra voz, de dejar testimonio y evidencia. En toda América, hay cada vez mayor conciencia de nuestros derechos y de la desigualdad existente. Estamos en un momento en el que tenemos que escuchar lo que está pasando. Estamos entendiendo cómo se ha ido construyendo este paradigma ideológico en el que vivimos, y al poderlo visibilizar se genera la posibilidad de intervenir. Para mí, esta muestra ha sido como volver a empezar. Después de reunir 25 años de mi obra en la retrospectiva del Icpna, quería comenzar desde lo mínimo, con los materiales más cercanos que podíamos tener en casa. En ese sentido, los cartones son parte de nuestra vida, que usamos para llevar y traer cosas, pero también en los momentos más precarios, sea para protestar o para cobijarnos.
Mirando el cartón como soporte de los carteles de protesta, eliminas todo lenguaje directo para resignificar el material...
Es una combinación. Muchas propuestas que trabajé sola o en colectivos en la calle tenían la idea de llamar la atención. Pero esta vez no pretendía dar un mensaje directo. Quería que los cartones mimetizaran con el ambiente, es un mensaje que quiere y no quiere darse, como si fuera un grito más sordo, más apagado. Pienso que vamos sosteniendo luchas en el tiempo y los resultados no vienen necesariamente de la mano. Hace tiempo que sentía una gran impotencia sobre lo que no es fácil cambiar: no podemos cambiar a personas que queremos y que nos agreden, tampoco podemos desarrollar la medicina contra el cáncer de un día para otro. Podemos salir a las calles a decir que el patriarcado va a caer, pero siguen matando a las mujeres. ¿Cuánto es lo que podemos hacer en realidad? Por supuesto, esta coyuntura nos ha mostrado que podemos hacer mucho.
¿Las citas de “Los diarios del cáncer” nos hablan también de un testimonio de sobrevivencia? Tú te recuperaste de esta enfermedad.
Sí. Ser mujer nos somete a una permanente disección de nuestros cuerpos. Cuando has pasado por una enfermedad y por muchas operaciones, te obligas a repensarte. Esta instalación de cartones presenta un cuerpo que trata de unirse pero no puede.
Podemos hablar de una muestra pesimista, pero también de esperanza...
He hecho un montón de intervenciones en espacio público porque siento que para las mujeres la calle resulta mucho más violenta. Y ahora, tras meses encerrada con mis hijos, salimos a poner estos cartones para dejar evidencia de que muchos de los grandes cambios que ha habido es porque hemos salido a las calles. Ver chicas en la primera fila, desactivando bombas lacrimógenas por ejemplo, nos hace ver su fuerza.
Los llamábamos generación cristal... ahora son la generación bicentenario.
Tenía mis prejuicios con esa generación. Pero nos están demostrando que si nosotros nos demoramos ocho años en sacar a un dictador, ellos lo hicieron en cinco días. Los tiempos son otros, y pienso que toda esa juventud encerrada ocho meses ha salido con furia. Pero sobre todo ha salido con objetivos claros. Ya hay un recambio generacional. Es imparable. Ya no vamos a esperar a que se lleven el país en peso para protestar. Me saco el sombrero por ellos.
Más información
Lugar: Vigil Gonzales Galería, Jr. Colina 128-C, Barranco. Temporada: hasta el 8 de enero; lunes a viernes, de 9 a.m. a 3 p.m. Previa cita a info@vigilgonzales.com
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