"En estos textos, Ollé ha conducido sus obsesiones hacia terrenos más siniestros y retorcidos que los habituales
"En estos textos, Ollé ha conducido sus obsesiones hacia terrenos más siniestros y retorcidos que los habituales
José Carlos Yrigoyen

"Dejarme arrastrar por un flujo de sensaciones: realidad y fantasía combinan malévolamente hoy en mí". Este verso de "Todo orgullo humea la noche" (1988), uno de los primeros libros de Carmen Ollé (Lima, 1947) podría ser perfectamente el arte poética de "Amores líquidos", su más reciente publicación. En efecto: los dos cuentos y el relato que conforman esta última entrega pueden ser enlazados por la inclinación a la sordidez y a lo malsano que envuelve a sus protagonistas, mujeres solitarias, sin hogar ni expectativas, que convocan fantasmas o seres indeterminados para hallar en la ensoñación lo que la fría vida real les niega o les esquilma.


Esta adhesión a una angustia abstracta y omnímoda, o a aceptar el pasado como refugio ante un presente hostil, no son motivos extraños en la ya dilatada obra narrativa de Ollé. Basta revisar su primer relato, "¿Por qué hacen tanto ruido?" (1992) o su más cercano "Monólogos de Lima" (2015) para constatarlo. En ellos también se muestran mujeres que habitan barrios mesocráticos y deprimentes, de los que escapan evocando una juventud prometedora que no ofreció los frutos esperados o elucubrando reflexiones intelectuales que se entroncan con la circunstancia de poblar una ciudad dura e indiferente con el dolor, donde cualquier exhibición de debilidad es siempre castigada y reprimida con más soledad y más silencio.

En estos textos, Ollé ha conducido sus obsesiones primordiales hacia terrenos más siniestros, peligrosos y retorcidos que los habituales. De los tres, el de mejor acabado es "El chofer", que relata la desmedida pasión de una profesora universitaria por el chofer que vive en la casa donde ella se hospeda. Los detalles, sutiles guiños y acciones que se adivinan pero no se enuncian del todo son las herramientas con las que Ollé construye un vertiginoso retrato del deseo por lo recio y lo turbio que empuja al lector a las ardientes aguas de su vórtice. El perfil del chofer, un hombre rescatado del delito y la adicción, y que aún mantiene en sus gestos, sus palabras y sus encuentros sexuales los primitivos rasgos del lumpen, es asimismo un logro sobre el esquematismo: su conflicto interior es tan difícil e irresoluble como el de la mujer con la que se enreda, dotando al erotismo entre ambos de una perturbadora densidad simbólica y transgresora.

Menos convincente resulta "Mis casos emblemáticos", a pesar de que su premisa es bastante atractiva. El problema es que muchas de sus situaciones son demasiado teatrales, apuradas e inverosímiles (el súbito incendio de la choza de Lucero, por ejemplo). Otras, en cambio, están mejor concebidas, como las que ilustran la confusión y crisis sexual de Rubén, quien desespera por la restitución de su miembro viril, imponiendo tensión en un cuento que pudo prescindir del barniz sociologizante que poco aporta a su resolución.

Mucho más atractivo es "Le malheur". Aquí una escritora, en medio de alucinaciones y recuerdos que se materializan, recibe en su barrio suburbano la visita de los espectros de Pilar Dughi –esta ficción es todo un homenaje a ella y a los actores de su novela "Puñales escondidos"– y José María Eguren, que la acosan en los cafés, bares y calles que frecuenta. Esta es una incursión por los terrenos de la maldad y la locura que incluye la relación violenta entre una joven con retraso mental y su madre, cuya patológica crueldad hace imposible no pensar en la que imprime Elfriede Jelinek en novelas como "Los excluidos". Porque al igual que la narradora austriaca, Carmen Ollé se interesa en expresar la voracidad que se apropia de los cuerpos que ya nadie espera ni reclama. En este libro esa tarea se cumple con solvencia.

LA FICHA
Puntaje: 3,5/5
Autora: Carmen Ollé.
Editorial: Peisa.
Año: 2019.
Páginas: 124.
Relación con el autor: ninguna.

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