Siempre le ha ido al Necaxa. Era el equipo del barrio de su infancia, cercano a la presa homónima que alimenta de electricidad a la ciudad de México. Un equipo fundado por el sindicato de electricistas, el llamado "equipo de la luz". Aunque hoy resulta uno de los menos afortunados de la Liga Mexicana, resultaba imbatible hacia los años 40. Por algo su nombre nos recuerda la pasión futbolera de don Ramón en "El Chavo del Ocho". Luego fue vendido, cambió de nombre y sus instalaciones fueron a dar a la lejana población de Aguas Calientes. Actualmente, cuando su equipo juega, la tribuna se llena de funcionarios japoneses de la planta Nissan, identificados por sus tradicionales colores rojo y blanco, equivalentes a los de la bandera nipona. "Esa es la paradoja de la vida y de las identidades", comenta divertido Juan Villoro. "Por querer identificarme de niño con mi barrio, acabé apoyando a un equipo de japoneses de Aguas Calientes".
Para uno de los más importantes invitados mexicanos de la Feria Internacional del Libro de Lima, ser hincha de un equipo perdedor es una condición que, con los años, le va otorgando la dignidad de un filósofo estoico. "Es una escuela contra la adversidad, una escuela de paciencia", confiesa el escritor.
— Se le atribuye al general Porfirio Díaz esta frase: "Pobre México, tan lejos del cielo y tan cerca de los Estados Unidos". Sin embargo, nunca se dice lo bendecido que resulta su país al formar parte de la Concacaf...
[Ríe] Durante mucho tiempo, uno de nuestros grandes placeres fue ganarle a Estados Unidos, cuando el fútbol era para ellos un deporte exótico. Estar en la Concacaf nos permitía acceder al Mundial y apalearlos. ¡Era como reconquistar Texas! Pero, con el tiempo, el equipo de Estados Unidos se volvió peligrosamente competitivo, y se ha convertido en un trauma para nosotros. Muchas veces perdemos. Así, la Concacaf es un arma de doble filo: hemos podido acceder a los mundiales, pero al mismo tiempo perdimos competitividad. Si te eliminas contra Trinidad y Tobago, Honduras o El Salvador, cuando te toca un equipo más serio, no estás preparado.
— Celebramos este año el centenario de Rulfo. ¿Dónde nace la tradición de la literatura fantástica mexicana?
El realismo es muy fuerte en México, pero al mismo tiempo tenemos una gran tradición popular que tiene que ver con lo fantástico, sean leyendas prehispánicas o de la Colonia, que ha impregnado nuestra cultura hasta llegar a obras cumbres como los cuentos de Juan José Arreola o la novela "Pedro Páramo" de Juan Rulfo. En México coexiste la realidad con la irrealidad.
— ¿Hablamos de historias de fantasmas o de espíritus chocarreros?
Las dos cosas. Nosotros tenemos una tradición muy chocarrera frente a la muerte. Según André Bretón, los grabados de José Guadalupe Posada descubrieron, al inicio del siglo XX, el humor negro. Hacemos bromas con la muerte, lo que no quiere decir que el mexicano no le tema. En realidad, le tememos tanto que encontramos estas formas rituales para superarla.
— ¿Si el Perú es un país de poetas, México es un país de ensayistas?
Creo que México es un país de dispersión literaria. No hay un género que lo determine. Octavio Paz fue muy buen poeta y también un enorme ensayista. Hay también narradores como Martín Luis Guzmán, Juan Rulfo o Juan José Arreola, y dramaturgos como Emilio Carballido. En México hubo una curiosidad intelectual que rebasó la literatura misma. Escritores como Alfonso Reyes, Octavio Paz o Carlos Fuentes se ocuparon de muchos temas. Y los autores de mi generación entendimos que podemos escribir de pintura, de cine, de arte contemporáneo o de política sin perjudicar la producción literaria. Es un complemento.
— En los últimos años, te has convertido en el escritor favorito de muchos niños. ¿Cuándo un autor siente que es momento de escribir para ellos?
¡Uy! Eso depende de cada quien. Yo nunca había escrito para niños, pero tengo una tendencia a reaccionar de manera muy infantil ante muchas cosas. Pensaba que escribir para ellos sería muy relajante, como jugar dominó luego de jugar ajedrez. ¡Y no ocurrió nada de eso! Los desafíos de la mente infantil son extraordinarios. Tienen una imaginación sin límites, y al mismo tiempo son profundamente rigurosos y lógicos. A los niños les encantan las reglas. No necesariamente las que les ponemos los adultos, sino las que ellos inventan en sus juegos. Esta mezcla de rigor y libertad imaginativa es lo que hacen las mejores historias para niños. No es casual que uno de los grandes clásicos, "Alicia en el país de las maravillas" lo haya escrito un matemático, como Lewis Carroll.
— Sé que buena parte de los relatos del libro que presentarás en Lima ocurren en Japón. ¿Cómo nace tu obsesión por lo japonés?
El tema japonés me fascina. Tengo la suerte de tener una hija, Inés, de 17 años, que es absolutamente fanática de Japón. Mi más reciente libro de cuentos se llama, como en los paquetes turísticos, "el apocalipsis, todo incluido". El título viene del apocalipsis maya. A partir de un bajo relieve en un sitio arqueológico en Yucatán se llegó a la conclusión de que el mundo terminaba para los maya en el 2012. En realidad no terminó el mundo, sino un ciclo. Pero los profetas New Age anunciaron el fin. Sorprendentemente, haciendo unas crónicas sobre arqueología en Yucatán, me enteré que unos meses antes de esa fecha, todos los hoteles ya estaban llenos para presenciar el apocalipsis. Eran turistas del desastre que querían estar en el sitio donde se anunció el fin del mundo. Entonces se me ocurrió un relato sobre ese turismo de los últimos días. Otros dos relatos se desarrollan en Japón. Uno se titula “Forward Kioto”, y tiene que ver con la vida de un mexicano que se va a Japón. El otro relato es una historia de un hombre que regresa de Tokio a México, y conversa con su hija sobre ese país y le dice: “Debemos ser tan normales como lo son los japoneses”, lo cual es un exotismo. El relato se titula: “cuando fui normal”.
AGENDA: VILLORO EN LA FERIA
Viernes 21 de julio
Presentación de libro: “Casa abierta a toda profecía”.
Con: María Baranda, Juan Villoro y Gabriela Olivo.
Sala José María Arguedas. 7 p.m.
Sábado 22
Conversatorio: “La filosofía del teatro”.
Con: Juan Villoro y Mariana de Althaus.
Sala Ciro Alegría. 6 p.m.
Domingo 23
Conversatorio: “La vigencia de la crónica latinoamericana”. Diálogo entre Juan Villoro y Juan Manuel Robles.
Sala César Vallejo. 5 p.m.
Presentación de libro: “El apocalipsis (todo incluido)” de Juan Villoro.
Con: Julio Villanueva Chang y Pedro Novoa.
Sala Ciro Alegría. 8 p.m.
Lugar: FIL Lima, parque Próceres de la Independencia, Jesús María. Del 21 de julio al 6 de agosto.