Si el escritor peruano Santiago Roncagliolo fuera futbolista, estoy seguro que jugaría de diez.
Sus libros son por lo general pases precisos, bien pensados, eficaces.
Aunque lo suyo no es la alegría. Y se entiende: durante la mayor parte de su vida ha visto a su país perder.
Por eso cuando Roncagliolo se metió a escribir de la pelota, no habló de victorias nostálgicas ni eligió las reminiscencias en sepia para disfrazar la tristeza.
Habló de humillaciones. Primero con "La pena máxima", una novela de tintes políticos que tiene como marco el Mundial de Argentina, en el que Perú se despidió con un 6-0 frente a los locales que tuvo sabor de escándalo.
Y luego, cuando su selección consiguió la hazaña de regresar a un Mundial tras 36 años de ausencias, en 2017. Roncagliolo, con el mismo humor de Juan Román Riquelme o Eric Cantona, publicó a principios de 2018 un libro que tituló "Los peores partidos de mi vida".
Eso sí, para no quedar como un cínico irredimible, lo hizo como libro para niños, lleno de dibujos que ilustran desastres peruanos en las canchas. Como el 5-1 que le propinó Polonia en el Mundial del 82, o la vez que uno de sus jugadores se perdió un gol solo frente al arco que hubiera significado la victoria en las eliminatorias a una Copa del Mundo.
Con motivo del Hay Festival de Arequipa, BBC Mundo conversó con él sobre fútbol, literatura y, sobre todo, la noción de perder.
El libro que me lleva a usted es "Los peores partidos de mi vida". Me llama la atención, teniendo en cuenta que en 1976, el año siguiente del que usted nació, el equipo del que es hincha, Alianza Lima, entra en la leyenda de Sudamérica al ser semifinalista de la Copa Libertadores de 1976. A usted no le contaron historias tan malas, ¿o sí?
¿Qué estás diciendo, que llegar a ser semifinalistas es un logro? (se ríe). No. No conozco mucha gente que celebre cuando su equipo llega a ser semifinalista de la Copa Libertadores. Se acuerda cuando fueron campeones. Los argentinos, por ejemplo, no se acuerdan que hayan sido semifinalistas de nada. Ni es un gran logro. Y cuando yo tenía 3 años, en el Mundial del 78, Perú fue eliminado con un 6-0 y después, en España 82, fue despachado con un 5-1. Después no volvió a ir a Mundiales por 36 años. Pues creo que eso no estuvo tan bueno. Para mí el fútbol siempre tuvo un sentimiento trágico. Y lo fue para toda nuestra generación, por eso nos dio tanta felicidad clasificar al Mundial. Fue como romper una maldición.
Hablando del 78, la selección de su país ese año tenía en la plantilla a Hugo Sotil, César Cueto, Guillermo La Rosa y nada más y nada menos que Teófilo Cubillas… Esa expectativa por la grandeza, que se estrella estrepitosamente en el Mundial de Argentina, ¿no creó en usted una especie de sentimiento de amargura que se trasladaron a sus textos futbolísticos?
Sin duda. Perú tuvo buenos partidos, pero eso siempre fue en blanco y negro. En el último Mundial del que pasamos de la primera fase yo tenía 3 años. Siempre vi un equipo que nunca llegaba. Y llegó el momento en que dije: "Ya está bien". De hecho, el equipo que seguía, el Alianza Lima, cuando yo tenía 12 años perdió a toda su plantilla, que murió en un accidente de avión (1987).
El último partido que me fijé, fue llamado el partido de la "vergüenza", porque los jugadores del Alianza fingieron estar lesionados para que el partido fuera suspendido y de esa manera evitar que los golearan. Y ahí fue que decidí que no iba a sufrir por el fútbol. O sea, mis padres estaban divorciados, mi país estaba en guerra. Había cosas más importantes por las que sufrir que pasarme llorando por eso.
La fiesta que ustedes vivieron con la llegada al Mundial fue impresionante, ¿por qué recordar lo malo?
Bueno, ese libro es más que todo un padre enseñándole a su hijo para que sepa lo que ha pasado. Si eres del Real Madrid y quedas subcampeón, echas al entrenador. Si eres argentino y llegas a octavos de un Mundial, lo consideras un fracaso. Nadie de ellos valora realmente qué significa ir al Mundial, entonces este libro es para que sepas lo importante que es haber ido, lo que ha costado. Lo que ha tocado llorar para que llegue este momento.
En una entrevista usted dijo que "Los perdedores son más felices". Un poco contradictorio con la sonrisa que les puso la selección en noviembre de 2017 (al clasificar a Rusia)...
Bueno, no tanto: fuimos elegidos la mejor hinchada del Mundial. Y creo que es la primera vez que se elige la hinchada de un equipo que fue eliminado en la primera ronda. Toda esta gente estaba feliz, cantaba, cantábamos -me incluyo- porque estábamos viviendo algo que nunca habíamos visto. Yo vivo en España y no sabes el escándalo que fue aquí porque su selección jugó un mal partido y fue eliminada en octavos. Y cuando llegué a vivir acá, me hice de un equipo (Atlético de Madrid) al que le cuesta conseguir las cosas, que no gana todas las ligas ni todas las Champions. Sufre un montón, pero resulta a la vez el equipo que más gana la Liga que no sea el Madrid o el Barcelona. Eso es lo que tiene el Atlético: ese momento de victoria es mucho mejor que para un hincha del Madrid o del Barcelona, que están ganando todo el tiempo.
Hablaba usted de que el fútbol tiene una estructura narrativa, pero ¿no ha sido difícil de trasladar esa emoción a los escenarios artísticos como el cine, la literatura, como sí lo han hecho el boxeo o el béisbol?
No creo que sea tanto así. Hay textos muy buenos sobre fútbol hechos por escritores muy respetados como Osvaldo Soriano o los mismos cuentos de Roberto Fontanarrosa, para hablar de la literatura.
El fútbol tiene una narrativa que muchas veces se traduce en la épica. Esos momentos únicos en que se sufre, como la clasificación de Perú, por ejemplo, tienen mucho de narrativa propia.
Ahora que cita a Soriano o a Fontanarrosa, ellos acuden muchas veces a la nostalgia de grandes gestas como fuente de inspiración de sus textos, mientras que lo suyo es casi echar sal en la herida (como escribir sobre la derrota 6-0 en el Mundial de Argentina o los 36 años de mala racha sin ir a un Mundial)...
Eso es reflejo de lo que es el fútbol para cada país. En Argentina o en Brasil el fútbol fue muchas veces utilizado para esconder una realidad. El Mundial de Argentina es un buen ejemplo de eso: mientras el país celebraba un campeonato mundial, los militares estaban llevando a cabo una represión tremenda. En Brasil igual. Además, en esos países hay suficiente material como para poder apelar al pasado como fuente de historias o de narrativas. En cambio, en Perú el fútbol fue un reflejo de lo que pasaba en el país, que saltaba de una crisis a otra: guerra, represión, escándalos políticos, que se trasladaban a la selección que siempre quedaba en deuda en cada eliminatoria.
Una de las cosas que me llamó la atención de "Los peores partidos de mi vida" es que es ilustrado. Usted que es un escritor tan meticuloso, especialmente en la descripción con que da vida a cada uno de sus personajes, ¿cómo fue eso de que esta vez estén dibujados?
Bueno, la intención cuando se está escribiendo un libro para niños es distinta a la de cuando se escribe una novela. Yo siempre he tenido una inclinación a escribir libros para niños. Me gusta. De hecho comencé en esto de la literatura escribiendo textos para niños que eran ilustrados. No encuentro mucha contradicción, sé como funcionan los textos infantiles y que van con estas ilustraciones, así que no fue un gran problema.
De los tres personajes me quedo con Lina, porque es optimista: no le atemorizan esas derrotas o la sensación de que no van a llegar a ninguna parte…
Sí, de alguna manera es un intento de hacerle un homenaje a las hinchas que siempre creyeron que íbamos a volver a un Mundial. Esos que a pesar de que nos eliminaban una y otra vez, volvían al estadio o volvían a ponerse la camiseta en cada partido. Tengo muchos amigos que fueron así y sé que muchos (otros) peruanos también lo fueron. Nunca se rindieron. Porque al contrario, yo era el que siempre decía "cómo vamos a ganar", "no lo vamos a conseguir". De hecho, mucha gente no quería ver los partidos conmigo porque siempre tenía un espíritu negativo. Yo era de los que no quería ver el repechaje frente a Nueva Zelanda.
Sin embargo, se puso la camiseta y trasnochó para ver el partido...
Y grité. Ese día me senté frente al televisor y disfruté de la clasificación de Perú. Y estaba feliz no solo por lo que significaba, sino por esos que siempre creyeron que íbamos a volver.
El Mundial de Rusia para Perú, a diferencia del de España del 82, dejó la sensación de que no fue un total fracaso, aquí no hubo "peores partidos para contar".
Es cierto. De alguna manera cambió la forma en que veíamos a la selección. Pero no creo que vaya a sacar un libro sobre "los mejores partidos". Yo escribo sobre lo que preocupa al ser humano. La alegría es para entretener. Por eso el libro sobre los "peores partidos de mi vida". Pero después de esto, ojalá que el fútbol peruano haya aprendido una lección y no tengamos que esperar otros 36 años. La conclusión que saco es que lo mejor que le puede pasar al fútbol peruano es que yo no vuelva a escribir sobre él.
Su hijo es hincha del Barcelona, un club que en los últimos 15 años ha dominado el planeta fútbol. ¿No le parece al menos irónico?
No saben lo que es perder. Él creció acá. Es un hincha de un equipo que no sabe lo que es la derrota o lo que cuesta ganar. He visto a amigos suyos, hinchas del Barcelona, llorar porque solo ganaron dos cero. Y a nosotros nos costó volver a un Mundial 36 años.
Por esa razón, ¿qué necesidad había de contarle del gol que se perdió Andrés "El Cóndor" Mendoza frente a Ecuador, o el 6-0 en Montevideo?
Precisamente, había que contarle sobre el valor de perder. Intentar reproducir la sensación de lo que es que vayas al Mundial y te den una paliza. Esta generación, a diferencia de la mía, no reconoce lo que cuesta ganar un partido o una liga. Por eso la necesidad de que no olviden lo que pasó en estos 36 años y entiendan la razón por la que celebramos tanto.
Este artículo de la BBC es parte de la versión digital del Hay Festival Arequipa, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad peruana entre el 8 y 11 de noviembre de 2018.