En medio de una aguda crisis financiera y a la sombra del primer Hugo Chávez, teniente coronel golpista que sale de prisión enarbolando las banderas de la revolución bolivariana, aparece “A Typical And Autoctonal Venezuelan Dance Band” (1995), uno de los discos más insólitos en la historia del rock venezolano, entonces dominado por el sonido industrial de La Muy Bestia Pop, el hardcore de La Seguridad Nacional y el grunge de Dermis Tatú. Pero, sobre todo, por el exquisito postpunk de Sentimiento Muerto y Zapato 3, históricas bandas caraqueñas de culto.
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Allí mismo, camuflados como vendedores en una discotienda, ‘Chulius’ Briceño y ‘El Catire’ Torres reclutan a otros cuatro ‘panas’ con similares debilidades noctámbulas para lanzar una extraña mezcla de funk, acid jazz y disco sutilmente permeada con sentimiento llanero. Rara avis que captura el ritmo afrocaribeño, expropia el nombre al escritor Arturo Uslar Pietri y consolida a la primera gran banda venezolana de exportación, ganadora de un Grammy Latino el 2009.
-Alma llanera-
“Sentimiento Muerto y Desorden Público influyeron mucho en nuestra gestación. Los primeros por su propuesta irreverente y los segundos por su espíritu de auto gestión, sin esas bandas no hubiesen existido Los Amigos Invisibles”, responde ‘El Catire’, bajista de un grupo que, luego de grabar ese primer disco, salió de Caracas rumbo a Nueva York. Dejaron 20 CDs en una discotienda con tan buena suerte que David Byrne compró una de esas copias y los fichó para su sello Luaka Bop. Y eso les cambió la vida.
“Que nos haya descubierto David implicó que la presidenta de Warner Iberoamérica se interese en la banda y nos hiciera prioridad regional del sello y de ahí vino una inversión de dinero y capital de la cual todavía estamos obteniendo frutos”, señala Torres. Luego vendrían “The New Sound of the Venezuelan Gozadera”, “Arepa 3000” (2000), “The Venezuelan Zinga Son” (2002) y “Superpop Venezuela” (2005).
Dueños de una heterodoxia irrepetible —arreglos kitsh sobre fusión latina condimentada con sampleos de locutores de onda corta, humoristas y guiños explicitos al merengue dominicano—, viajan por el mundo distribuyendo sonidos de engañosa apariencia bailable: bajo esos ritmos pegadizos transitan jazz, funk y soul.
“En Una Noche Tan Linda Como Esta” (2008), Commercial (2009), “Not so commercial” (2011), “Repeat after me” (2013), “Acústico” (2015) y “El Paradise” (2017) terminan modelando un corpus uniforme que los consolida como la banda venezolana más exitosa de todos los tiempos.
Por supuesto, no son inmunes a la tragedia política que vive su país. ¿Dirías que Maduro es un dictador?, le preguntamos a Catire. “Lamentablemente sí”, dice. ¿Y qué sentimiento les genera tocar en un país que está a punto de tener un millón de migrantes venezolanos?
“Es agridulce, pues aunque uno esperaría que uno que otro venezolano fuese a un show de Los Amigos Invisibles, la mayoría están en modo supervivencia”.
Y aunque en sus letras sigue brillando por su ausencia una condena explícita al régimen que ha tomado el Palacio de Miraflores, la orquesta oriunda de Caracas mantiene en lo alto el nombre de su país: sus discos suelen estacionarse en la cima del Billboard, son los artistas latinos más vendidos en los Estados Unidos y, a 25 años del despegue y estrenando disquera propia, ‘los invisibles’ constituyen una banda capital en el dance mundial.
MÁS INFORMACIÓN
Evento: Festival Selvámonos.
Días: Viernes 28 y sábado 29 de junio.
Lugar: Fundo Cemayu, Oxapampa.
Entradas: Joinnus.