Gerardo Manuel escribió una novela en la que se imaginó un Machu Picchu futurista. Un muchacho viajaba en el tiempo y veía a la gran ciudadela inca en un contexto convulso, latiendo y preparando el terreno para el regreso del imperio. La historia no se editó como libro, sino como un disco, “Machu Picchu 2000”, el segundo LP que grabó con El Humo.
Puede resultar curioso, visto desde el presente, que las canciones del álbum lleven nombres en nuestra lengua (“Hey, españoles. ¿No escuchan el lamento de los incas?”, por ejemplo), pero que hayan sido cantadas en inglés. El dato no es menor, porque responde a una polémica que se inició en las décadas posteriores a su publicación en 1971. ¿Por qué esa camada de primeros rockeros no cantaban en español? Más allá de los usos y las costumbres de la época, Gerardo Manuel confesaría, más adelante, que se trató de una revancha.
Durante la composición del material, el dúo Simon & Garfunkel lanzó su versión de “El cóndor pasa”, y según recordaba Gerardo Manuel, afirmaron que era una obra original. “Dijeron que era, primero, un tema norteamericano, que era de ellos, luego que era de un compositor boliviano, y se terminó aclarando el asunto cuando se supo que era de Daniel Alomía Robles –contó–. Entonces, como una especie de revancha que nos quisimos tomar, les hicimos una sopa de su propio chocolate e hicimos este long play que se vendió mucho en Alemania y EE.UU.”.
El gesto da cuenta de que Gerardo Manuel Rojas Rodó –quien este sábado, a los 73 años, partió a mejor vida– tenía las cosas claras: la música era una forma para conocernos a nosotros mismos y para que el resto del mundo se enterara de nuestra gran historia. Frases como “el rock es cultura” pueden sonar ahora desfasadas, pero jamás hay que olvidar que hubo un tiempo en el que los jóvenes no tenían herramientas propias para expresarse.
Allí es donde el trabajo de personas como Gerardo Manuel, tanto por su trabajo como directivo del sello El Virrey, su participación en populares bandas como Los Doltons o Los Shains, o en programas de divulgación como “Disco Club” –que algunos muy entusiastas dicen que fue el primer show de TV del mundo exclusivo para videos musicales– sembraron el germen que explotaría años más tarde.