Sonia del Águila

El humor ha sido un pilar fundamental en su carrera, pero a los 53 años, (Lima, 1971) busca que lo vean más allá de ese rol. “La Tribu”, una obra que combina comedia y drama, despertó en él una nueva pasión por los matices más profundos de la actuación. Ahora, con “Rudo”, su unipersonal y libro testimonial, el actor se aventura a mostrar una faceta más íntima: historias divertidas, pero también confesiones sinceras, reflexivas y valientes. A esto se suma su emoción por regresar a la televisión abierta tras 12 años, con “Noches de espectáculo”, un programa que rinde homenaje a la música peruana.

Después de la experiencia con ‘Wantan Night’, que me dio tanta felicidad, Carla Revilla, mi productora, y yo coincidimos con Diana Quiroga (productora general de TV Perú) en la idea de crear un espacio de entrevistas. Estamos grabando desde el Gran Teatro Nacional, y en esta primera temporada rendiremos homenaje a los grandes exponentes de la música peruana. Ya tenemos varios episodios listos”, comenta Carlín entusiasmado.

“Noches de espectáculo” se emite los sábados a las 9:00 p.m. por TV Perú. La primera invitada fue la cantante de música folclórica, Dina Páucar.

Carlín retorna a la televisión abierta más de una década después de haber cerrado el capítulo de “La noche es mía”, un espacio de Latina del que se apartó cuando comenzó a sentir que estaba perdiendo su esencia.

Lo recuerdo como una parte importante de mi carrera, y jamás voy a renegar de lo que hice”, reflexiona. Admite que en ese entonces le faltó la seguridad necesaria para imponer su visión como conductor y director. “Tenía un nombre que me permitía hacerlo, pero no la confianza suficiente. A pesar de eso, fue una experiencia de la que aprendí muchísimo”, asegura.

Reveladoras confesiones

Con el estreno de “Rudo”, su primer espectáculo unipersonal testimonial escrito y dirigido por Ítalo Cordano, y el lanzamiento de su libro homónimo, Carlos abre las puertas a su vida más íntima y comparte momentos que oscilan entre lo hilarante y lo profundamente conmovedor.

Comencé el espectáculo con la intención de hablar de un país que sigue siendo muy machista, y creo que el mundo entero aún lo es. Pero terminé hablando de mi propia historia, como un vómito, una catarsis”, confiesa. “Siempre he estado acostumbrado a usar máscaras, pero esta vez soy yo quien cuenta su verdad. A pesar de mis 32 años como actor, en los ensayos tenía que detenerme porque la emoción me desbordaba. Con el tiempo, aprendí a disfrutar el proceso, sin miedo a compartir mis vivencias ni a la vulnerabilidad. Ahora cuento mi vida sin temor a ser juzgado”, asiente.

Carlos Carlín en su momento de mayor efervescencia creativa. (Foto: Studio Tres)
Carlos Carlín en su momento de mayor efervescencia creativa. (Foto: Studio Tres)

Arte sanador

El arte ha sido para el artista de 53 años un refugio sanador, una vía de escape en los momentos más oscuros e incomprensibles de su vida, como el suicidio de su padre. En esa etapa el teatro se convirtió en su principal salvavidas.

Mi papá me tuvo a los 50 años. Cuando yo tenía 13, tomó la decisión de irse de este mundo, y estuve muy enojado con él durante mucho tiempo. Con los años, logré entenderlo y perdonarlo. Ahora daría lo que fuera por poder conversar con él , escuchar sus historias, conocer más de su vida. Cada vez que empiezo una función, siempre se la dedico”, confiesa sobre este pasaje de su vida que aborda en “Mi padre”, el quinto capítulo de su libro.

Editado por Mayte Mujica de Penguin Random House, “Rudo” es un libro honesto sobre un niño que creció rodeado de mujeres [su mamá, sus tías y hermana], estudió en un colegio religioso, sin interés por el fútbol, pero apasionado por la actuación.

En el tercer capítulo, “Por mi gran culpa”, Carlín relata sus vivencias como estudiante, donde las bromas se convirtieron en la única forma de sobrevivir. También recuerda, con una mezcla de rabia y asombro, un episodio ocurrido durante un campamento: un hermano marista lo sometió a él y a otro estudiante a una experiencia humillante, a un extraño ritual, una especie de imposición de manos.

Yo era un chico sobreprotegido, más frágil y delicado que otros. En mi casa había una escuela de flamenco, y eso me llevó a estar en teatros, bailando, lo que tal vez me daba cierta delicadeza. En el colegio, me encontré con un hermano religioso que, sin temor a decirlo, era un pedófilo. La situación que cuento en el libro no me afectó tanto a mí, porque estaba acostumbrado a las bromas de mis amigos, pero lo que realmente me molestó fue lo que le hizo a mi amigo, al otro chico”, recuerda. “Años después, cuando ya era grande, busqué a este cura en Internet, pensando en denunciarlo, pero descubrí que había muerto. Me llena de rabia saber que en ese campamento había padres de familia y otros profesores, y nadie hizo nada”, lamenta.

Sueños y metas

Carlos Carlín se encuentra actualmente una etapa de efervescencia creativa, donde nuevas inquietudes lo impulsan a explorar diferentes caminos. Entre sus proyectos destacan: escribir guiones, crear dibujos animados y actuar en producciones extranjeras.

No tengo hijos ni pareja porque nunca han sido mis prioridades.... He estado más ocupado en hacer realidad lo que desde muy joven me propuse: hacer de mi sueño un proyecto. Un proyecto que aún no termina”, subraya.


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