El COVID-19 nos ha confrontado a todos con la muerte y con nuestra propia mortalidad. Incluso ha alterado la forma en la que decimos adiós, pues ha impedido a miles de personas estar junto a sus familiares al momento de su fallecimiento y despedirlos como lo deseaban.
Para los expertos en duelo Roberto Álvarez, psicólogo español, y Sarah Chávez, historiadora mexicano-estadounidense, pensar en la muerte de una manera positiva puede brindar algo de alivio al recordar a los que ya no están, así como ayudar a los que se quedan a ver la vida como una oportunidad que se debe aprovechar.
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Álvarez trabaja en el Hospital Fundación Instituto San José, en Madrid, atendiendo a pacientes de COVID-19 y a familiares de fallecidos por esta enfermedad. Chávez es directora de la Orden de la Buena Muerte, una organización dedicada a promover la aceptación positiva de la muerte, que por estos días esclarece dudas sobre el significado de la despedida y el duelo en medio de la pandemia.
Ambos expertos forman parte de los profesionales que dedican sus esfuerzos a trabajar en los aspectos menos cuantificables de la pandemia: la vulnerabilidad y los temores y dolores que se acentúan en las personas en tiempos abrumadores como estos.
—¿Cómo enfrentar la vida rodeado por esos sentimientos?
Roberto Álvarez (RA): Toda situación de crisis y de cambio que de alguna manera nos coloca frente a nuestra propia existencia y ante la posibilidad de morir hace que nos preguntemos qué ocurre, por qué a mí, qué sentido tiene la vida. Nos coloca frente al yo, nos hace sentir una soledad profunda, una angustia del existir y nos hacer ver la vulnerabilidad y lo efímera que es la vida. Plantearse las grandes preguntas de la existencia, entre ellas cómo vivir, es normal porque el COVID-19 no solo ha hecho que perdamos a seres queridos o que podamos enfermar nosotros, sino que también afecta de manera económica, social y espiritual, como todas las pandemias a lo largo de la historia.
Sarah Chávez (SC): ¡Enfrentarse a nuestra mortalidad y a nuestros miedos y ansiedades en torno a la muerte es muy difícil! En el libro “The Denial of Death” (Premio Pulitzer 1974), el antropólogo Ernest Becker argumenta que todas nuestras acciones están motivadas por una conciencia de nuestra mortalidad y nuestro miedo a la muerte. Nos involucramos en lo que Becker llama proyectos de inmortalidad en un esfuerzo por crear un legado, algo que vivirá después de que estemos muertos, como tener hijos, o a través de nuestro trabajo u otros logros. También buscamos cosas que nos hagan sentir importantes o parte de algo más grande. Sin embargo, esto puede tener el lado oscuro.
Cuando tenemos miedo a la muerte, tendemos a amplificar nuestros miedos y creencias, y, en un intento desesperado por preservar nuestra autoestima, a menudo terminamos odiando o temiendo a quienes no son como nosotros. Ser más conscientes de nuestros temores hacia la muerte puede ayudarnos a asumir la responsabilidad de nuestro comportamiento, a tomar decisiones basadas en hechos y no en el miedo, y a ser más amables con nosotros mismos y con los demás.
— ¿Cómo ha afectado el coronavirus la manera en que percibimos la muerte, el dolor y el duelo?
(RA): Sobre todo en las sociedades industrializadas y avanzadas, el virus nos ha quitado esa sensación de control, de omnipotencia. De alguna manera en este momento en que creemos que la ciencia lo puede todo, el coronavirus nos ha colocado en una situación de incertidumbre, de pérdida de control, y nos ha puesto frente a la angustia del existir, ante lo imprevisible y lo incontrolable.
(SC): Estamos experimentando un dolor colectivo, que a menudo es malentendido. Morir y perder a alguien que amamos nos cambia de muchas maneras, no solo emocionalmente, sino también física y cognitivamente. Tenemos problemas para dormir, concentrarnos y recordar cosas. La comunicación es un desafío, nos sentimos desmotivados y a la deriva. Son síntomas comunes del duelo y pueden durar años.
Se espera que las personas en duelo “lo superen” y "vuelvan a la vida normal”, pero hoy ya no tenemos idea de lo que es “normal” y no podemos imaginar nuestro futuro o “nueva normalidad”. Espero que, a través de esta experiencia, seamos más compasivos y comprensivos con las personas que están de luto. Ellas necesitan que se reconozca su dolor y su incertidumbre, no que se las desestime o se pretenda “arreglarlas”.
—Muchos de los enfermos con coronavirus han muerto en soledad. ¿Cómo enfrentar el duelo cuando no podemos despedirnos físicamente?
(RA): Primero, hay que entender que el duelo es un proceso y que, por supuesto, los ritos simbólicos de despedida, esa necesidad de estar al lado del ser querido, de cogerle la mano, son muy importantes. Pero también es importante todo lo que rodea al hecho de morir. La despedida no es un acto puntual, también está formada de todos los recuerdos, de todas esas emociones con las que el ser querido puede conectar con respecto a la persona que ha fallecido.
Segundo, es importante entender que la despedida sobre todo es para el que está, no para el que se va, y que hay muchas maneras de hacer ese rito de despedida y de homenaje. Hay algo que está claro que no se ha llevado la muerte, y es el amor y el poder entrar en el recuerdo y en el corazón para despedirse, aunque sea de manera simbólica.
(SC): Conectarse y brindarse apoyo mutuo, cultivar la comunidad y forjar relaciones significativas en línea es algo que ya hemos estado haciendo. La gran diferencia es que la mayoría de las personas no han estado aplicando estas relaciones en línea en los funerales, el duelo y la memorización.
Hemos estado usando Internet para crear amistades, facilitar relaciones íntimas, crear comunidades y movimientos sociales. Todo ello se originó en línea, sin la presencia física del otro. Eso no descarta la importancia de la interacción física o el tacto, pero espero que esta comprensión les brinde a las personas un poco de tranquilidad al saber que podemos estar presentes y apoyarnos de manera significativa e impactante a través de la tecnología disponible.
—¿Cómo sobrellevar estas circunstancias encerrado? Por lo general, se recomienda ocupar la mente en el mundo, en recorrer lugares. Hoy nada de eso es posible.
(RA): Hay un momento para hacer tuyo tu dolor y nombrarlo, pero también es importante no quedar atrapado en los recuerdos y en el dolor. Para eso es muy importante adoptar estas formas modernas de comunicación y de encuentro con el otro. Hay una distancia social, un aislamiento, el virus ha cerrado las puertas hacia afuera y nos ha abierto las puertas hacia adentro, pero hay algo que no podrá quitarnos: la necesidad de comunicarnos. Hay un momento para el silencio, un momento para el llanto, pero también un momento para intentar cuidarse y comunicarse, y eso es muy importante también.
(SC): Salga un rato si puede hacerlo de manera segura. Si puede mover su cuerpo, caminar o realizar alguna actividad física, esto puede ayudar con su salud mental y su estado de ánimo. Participe en cosas que disfrute y que sean relajantes o reconfortantes. Puede ser algo como jugar videojuegos, cocinar, cultivar un huerto, escuchar música, mirar videos de TikTok. Si puede conectarse con amigos y familiares virtualmente, puede compartir comidas, ver películas o jugar en línea.
Si realmente extraña los eventos o visitas a instituciones culturales, muchos lugares ofrecen actividades virtuales, todo generalmente gratis.
—¿Por qué es positivo hablar de la muerte y el duelo?
(RA): El duelo es el precio que se paga por amar, es el dolor de amor y es la necesidad de conectar con algo que está ahí. El poder comunicarlo es una manera de empezar a aceptar el dolor. Porque el duelo es inevitable, implica sufrimiento, es un proceso y es importante que la persona ponga palabras al dolor porque, si no, el corazón grita hasta romperse. Si no hablamos, ese duelo se queda atrapado y muchas veces se psicosomatiza.
(SC): La muerte tiene la capacidad de informarnos cómo queremos vivir. Darnos cuenta de nuestra mortalidad y de que nuestro tiempo es limitado puede ayudarnos a identificar y priorizar las cosas y las personas que más nos importan. Debido a esto, los estudios han demostrado que las personas que piensan en la muerte son más felices.
También es imperativo que reconozcamos que hay muchas personas cuya capacidad para acceder a la atención y los servicios es limitada y que los sistemas que tenemos a menudo discriminan, lo que conduce a muertes innecesarias y prevenibles. Sin una discusión extensa ligada al apoyo activo y a la creación de soluciones, no podemos proteger y apoyar a las personas más vulnerables.
—¿Cuáles son los pensamientos negativos más comunes en torno a la muerte que hay que combatir?
(RA): La muerte es un tema tabú porque estamos en una sociedad muy tanatofóbica. La muerte nos coloca frente al desaparecer, frente a la soledad, frente al gran miedo de perder lo que más queremos y perdernos a nosotros mismos, porque la muerte de la persona a la que amamos al final nos confronta con nuestra propia muerte y con lo efímero del existir. Por eso llenamos la vida de cosas, de tareas, porque conectar con nuestra propia soledad es conectar también con ese sabernos limitados, vulnerables.
Hacer una buena pedagogía del duelo es entender que, precisamente, esa limitación de la vida nos coloca ante la oportunidad de aprender a vivir una vida con sentido. Saber que somos efímeros y que la muerte está ahí es un acicate para buscar un sentido en el aquí y ahora y conectar con nuestra dimensión espiritual, con la libertad para escoger aquello que tiene valor para nosotros. Hablar desde la finitud nos permite ser conscientes de que puedes vivir cada instante de tu vida sabiendo que no eres eterno, pero que cada día es importante.
(SC): Hay muchos, pero abordaré uno que es muy frecuente. Utilizamos un lenguaje muy desconcertante en torno a la muerte y las enfermedades que se asemeja a las metáforas militares o de guerra. Por ejemplo, cuando alguien muere, es común decir cosas como “perdieron la pelea” o “perdieron la batalla”.
Usar este lenguaje hace que parezca que estamos luchando contra un gran enemigo, en este caso la muerte, y que debemos “ser luchadores fuertes y valientes” para ganarle. Pero esta es una batalla perdida: todos morimos, cada uno de nosotros. Morir no es un fracaso. No morimos por no ser suficientemente “valientes” o no “luchar” lo suficiente, morimos porque ese es el proceso natural de la vida.
—¿Cuál es la manera más saludable de pensar en la muerte?
(RA): Entender que la vida se compone de pequeñas muertes –abandonos, rechazos, traiciones– y que saber aceptar esas pequeñas muertes nos ayuda a afrontar la gran muerte. Morimos como hemos vivido y morimos como hemos sido toda la vida. La manera en la que vivimos esas pequeñas pérdidas nos prepara en el arte del buen vivir, que es el arte del buen morir.
Lo que todos queremos es tener una vida larga, pero la variable no es tiempo, sino existencia, calidad, lo que yo considero hacer con mi vida. Esta pandemia es como un tsunami que nos está arrebatando todo, pero también está siendo una oportunidad para la solidaridad, la humanización, la empatía, la compasión, para sacarnos de ese mundo material en el que estamos.
(SC): Reconociendo que la muerte es una experiencia universal, muy difícil, sí, pero también profunda y que altera la vida. Tener una curiosidad natural por la muerte es saludable y normal: ¿por qué no deberíamos querer discutir y pensar en un evento de la vida tan grande como ese?
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¿Qué es el coronavirus?
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), los coronavirus son una amplia familia de virus que pueden causar diferentes afecciones, desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV).
El coronavirus descubierto recientemente causa la enfermedad infecciosa por coronavirus COVID-19. Ambos fueron detectados luego del brote que se dio en Wuhan (China) en diciembre de 2019.
El cansancio, la fiebre y la tos seca son los síntomas más comunes de la COVID-19; sin embargo, algunos pacientes pueden presentar congestión nasal, dolores, rinorrea, dolor de garganta o diarrea.
Aunque la mayoría de los pacientes (alrededor del 80%) se recupera de la enfermedad sin necesidad de realizar ningún tratamiento especial, alrededor de una de cada seis personas que contraen la COVID-19 desarrolla una afección grave y presenta dificultad para respirar.
Para protegerse y evitar la propagación de la enfermedad, la OMS recomienda lavarse las manos con agua y jabón o utilizando un desinfectante a base de alcohol que mata los virus que pueden haber en las manos. Además, se debe mantener una distancia mínima de un metro frente a cualquier persona que estornude o tose, pues si se está demasiado cerca, se puede respirar las gotículas que albergan el virus de la COVID-19.
¿Cuánto tiempo sobrevive el coronavirus en una superficie?
Aún no se sabe con exactitud cuánto tiempo sobrevive este nuevo virus en una superficie, pero parece comportarse como otros coronavirus.
Estudios indican que pueden subsistir desde unas pocas horas hasta varios días. El tiempo puede variar en función de las condiciones (tipo de superficie, la temperatura o la humedad del ambiente).
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