Este jueves el papa Francisco llegará a Nursultán, la capital de Kazajistán, para participar del VII Congreso Mundial de Líderes Religiosos Mundiales y Tradicionales.
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Pese a que tan solo el 1% de los kazajos profesan el catolicismo, la ciudad se ha visto inmersa en enormes preparativos para recibir al Sumo Pontífice. “La visita del papa a Kazajistán es siempre un acontecimiento histórico muy importante. Es de particular importancia para los católicos que viven aquí”, explicaba a la agencia EFE el arzobispo de la Archidiócesis de la Santísima Virgen María, Tomasz Bernard Peta.
CIUDAD A PUNTO
El templo lucía repleto de feligreses que buscaban ponerlo a punto para la llegada del segundo Papa en su historia, luego de que Juan Pablo visitara a esta exrepública soviética en el 2001.
Delante del Centro de Exposiciones de la ciudad, además, se ha montado un enorme escenario y una carpa para invitados distinguidos, se colocaron sillas y vallas de seguridad mientras obreros cambiaban adoquines con miras al evento.
Todo esto bien acompañado de un enorme plan de seguridad que contempla la presencia de patrullas policiales y ambulancias de servicio las 24 horas.
Se espera que hasta Nursultán lleguen unos 3.000 peregrinos de todo el mundo como parte de las 100 delegaciones de los 50 países que participarán del Congreso al que también asistirán el gran rabino asquenazí de Israel, David Lau; el gran rabino sefardí de Israel, Yitzhak Yosef; el gran imán de Al Azhar, Ahmed al Tayeb; y el patriarca Teófilo III de Jerusalén, entre otros líderes religiosos.
La religión predominante en Kazajistán es el islam, profesada por el 70,2% de su población, seguida del cristianismo, practicada por el 26,2%.
UNA FIGURA PREDOMINANTE
Sin embargo, hasta hace poco una figura parecía más importante y venerada que cualquier deidad en la nación más grande del Asia Central. La misma figura por la que el nombre de la capital fue cambiado.
Hasta marzo del 2019, Kazajistán solo había tenido un presidente desde que se extinguió la Unión Soviética. Nursultán Nazarbáyev había ocupado el cargo desde 1984 en una gestión marcada por la represión y la adoración a su imagen.
Conocido hasta el 2019 como Astaná, este territorio de 722 kilómetros cuadrados enclavado en las agrestes estepas centroasiáticas había sido declarado capital de la nación en 1997 por Nazarbáyev en lugar de la antigua Almaty.
Antes de su elección como capital, el territorio se llama Akmola, que significa “tumba blanca” en referencia a uno de los peores gulags soviéticos que ahí funcionaba durante el régimen de Joseph Stalin.
Pese a ser considerada la segunda capital más fría del mundo, pues se alcanzan temperaturas de hasta -40°C, Astaná fue una de las principales benefactoras de los enormes ingresos económicos que generó el país explotando sus enormes yacimientos de minerales y petróleo.
Desde su concepción fue pensada para convertirse en un símbolo de excentricidad y adoración por Nazarbáyev. La ciudad que alberga a unas 800 mil personas está dividida en dos: la zona norte que mantiene las construcciones de la era soviética y la zona sur, caracterizada por megaedificios y palacios que lo llevaron a ser bautizado como el Dubái del Asia Central.
Arquitectos como el japonés Kisho Korukawa o el británico Norman Foster fueron contratados por el Gobierno Kazajo para llevar a cabo las principales construcciones de la ciudad. Así se gestó el Palacio de la Paz y la Reconciliación, una pirámide de 77 metros de altura construida con acero, granito y hormigón, pensado para albergar las ediciones del Congreso Mundial de Dirigentes de Religiones y Tradicionales.
Otro ejemplo es Khan Shatyr, un megacentro comercial con forma de tienda de campaña y alcanza los 150 metros de altura. El material con el que fue diseñada la estructura y los sistemas de calefacción permite que el interior posea un microclima propio de unos 35°C y en él se pueda encontrar incluso una playa artificial con arena llevada desde las Maldivas.
Por otro lado, el aeropuerto, además de diversas escuelas y plazas en todo el país llevan el nombre de Nursultán Nazarbáyev, cuya imagen aparece en una enorme fotografía al ingreso del Museo Nacional, según una crónica escrita en el 2019 en el diario “El País” de España.
Por ello, la sorpresa fue menor cuando los 43 senadores y 102 diputados aprobaron por unanimidad que la capital cambie de nombre, se instale un monumento en su honor y se cambie el nombre a las principales avenidas del país para conmemorar al “abuelo de la Patria”.
PROTESTAS Y CAMBIOS
La renuncia de Nursultán parecía ser mas bien una maniobra para mantener el poder en las sombras, pues si bien dejaba la presidencia en favor de Kassym-Jomart Tokáyev -designado por el presidente saliente-, se mantendría como jefe del Consejo de Seguridad, sería nombrado “líder de la nación” de manera vitalicia, seguiría liderando indiscutidamente el partido gobernante Nur-Otan y dejaría a su hija mayor, Dariga, como presidenta del Senado.
Sin embargo, a inicios de este año todo cambió para este ídolo kazajo. Una enorme ola de protestas iniciadas a raíz de un aumento en el precio de los combustibles en enero se saldó con al menos 230 fallecidos según el Gobierno. Diversas entidades defensoras de derechos humanos, sin embargo, estiman que la cifra real sería varias veces mayor.
Poco tiempo pasó para que estas protestas revelen un mayor descontento popular. Pese a que Tokáyev destituyó a todo su gabinete y restauró los bajos precios en el combustible, los manifestantes siguieron enfrentándose a las fuerzas del orden, esta vez exigiendo que se permita el ejercicio de grupos opositores en un país donde Nur-Otan suele ganar las elecciones con casi el 100% de los votos.
Tokáyev tuvo que recurrir hasta la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, conocida como la OTAN de Putin, para que Bielorrusia y Rusia presten apoyo para enfrentar a lo que denominó como grupos de radicales entrenados en el extranjero para derrocarlo.
La ola de descontento, sin embargo, siguió extendiéndose obligando al gobierno a retirar múltiples beneficios que se había asegurado Nazarbáyev, incluido uno en el que se prohibía investigarlo sobre cualquier delito aún después de su muerte.
Por otro lado, obligó a Tokáyev a organizar un referéndum para enmendar la Constitución. El proceso se realizó en junio de este año y el 77% de la población votó a favor de poner fin a la era del expresidente Nursultán Nazarbayev y su partido.
Este complejo escenario provoca que en Kazajistán se vivan dos realidades distintas. Por un lado, las autoridades y los religiosos esperan con ansias la llegada de Francisco confiando en que su influencia será positiva para el país, mientras que otros tantos ignoran la visita y prefieren concentrarse en problemas más cotidianos, como la creciente inflación en los precios de los alimentos o el combustible.
“Bienvenido sea, pero es poco probable que algo cambie con su llegada”, dijo un adolescente musulmán a EFE. “No estoy interesado en esto, tal vez los momentos políticos son interesantes para el Estado, pero personalmente para mí no”, comentó otro hombre a la misma agencia de noticias.
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