Las principales instituciones estatales de Nicaragua vienen sufriendo una serie de modificaciones en los últimos meses que responderían a un proceso de sucesión dentro del régimen impuesto por Daniel Ortega y la vicepresidenta, la primera dama Rosario Murillo. El último de estos cambios tuvo como protagonista a Marcos Alberto Acuña Avilés, comisionado general de la Policía y jefe de seguridad del dictador.
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El miércoles 7, la Policía nicaragüense emitió un comunicado informando sobre la destitución de Acuña asegurando que “desobedeció flagrantemente órdenes superiores, poniendo en riesgo la seguridad ciudadana”.
En consecuencia, el hombre a cargo de la seguridad del dictador desde el 2007, habría recibido una “baja deshonrosa y será juzgado por el delito de incumplimiento de deberes, desobediencia e insubordinación”.
El comunicado no brinda mayores detalles sobre las faltas que habría cometido Acuña, pero los rumores apuntan a una mala relación con la vicepresidenta Murillo, a quien se señala como quien detenta el verdadero poder en el país centroamericano.
Acuña inició su carrera policial en la década de los noventa y desde el inicio se mostró cercano al líder sandinista. Siete años después de ejercer como jefe de escolta del autócrata fue ascendido a comisionado general, equivalente a general de la policía en otros países.
“El tipo tenía aproximadamente 34 años sirviendo a Ortega, manejaba su seguridad. Pero en los últimos meses había venido construyéndose una relación bastante tensa entre él y Rosario Murillo. Las razones no están muy claras pero parece que la gota que derramó el vaso fue básicamente una discusión con la vicepresidenta. La situación ha sido tan impactante para Acuña que incluso terminó internado”, comenta a El Comercio Aníbal Toruño, director de Darío Medios Internacional que ha sido perseguido por la dictadura.
Según el empresario, la caída de Acuña se enmarcaría en un plan más grande que Murillo estaría llevando adelante y que tendría como objetivo asegurarse de que las cabezas de las principales instituciones estatales sean leales a ella.
- 'Limpieza' total -
“Han venido cayendo figuras históricas dentro del Frente Sandinista, llámense magistrados, ministros, incluso el hermano del dictador, Humberto Ortega. Eso responde al ánimo de Rosario Murillo por querer abarcar y controlar absolutamente todo. Las dos grandes fronteras que la separan de un control total eran las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional”, explica Toruño.
Humberto Ortega fue acusado de “traición a la patria” en mayo luego de que brindara una entrevista en la que aseguraba que “el país va al desastre” debido al control que ejercía la pareja, a la que calificó como un “poder dictatorial”.
Esto habría despertado la ira de Murillo, llevándola a ordenar la detención del hermano del dictador, quien finalmente quedó en “vigilancia médica” en su casa, lo cual realmente se debe interpretar como una suerte de arresto domiciliario.
La presidenta de la Corte Suprema de Justicia, Alba Luz Ramos, también fue expulsada de su cargo hace algunas semanas, al igual que diferentes líderes sandinistas en el país. En la mayoría de casos no fue necesario siquiera que se pronunciaran en contra de la dictadura.
“Acuña era fiel al comandante (Ortega). Pero del comandante probablemente queda muy poco. Ya no es el hombre fuerte sino que está controlado, manejado. Es un hombre de avanzada edad que arrastra los pies al caminar, se ve afectada su constitución corporal y consume muchos medicamentos. Lo que estamos viendo, en la práctica, es una transición”, asegura Toruño.
Según el empresario, cuyo domicilio ha sido allanado tres veces por orden del régimen, Murillo no está esperando “a que Daniel Ortega se muera, lo está haciendo sobre la marcha”. Esto debido a que, al igual que Acuña, muchos líderes sandinistas no estarían de acuerdo con que la vicepresidenta asuma las riendas del país y preferirían que luego de Ortega sea un militar quien tome el mando.
- Llenar el vacío -
“Es indudable que la partida de Daniel Ortega va a crear un vacío”, comenta Toruño. “Murillo está tratando de adelantarse a ese vacío y evitar cualquier intento de que ella no asuma el poder. Solo la historia podrá decir si tiene resultado o no”.
Según distintos analistas nicaragüenses, Murillo ha tomado las riendas del poder de facto en el país desde hace algunos años. “Se comenta que Ortega comienza su día a las 11 de la mañana, mientras que Murillo trabaja muchas horas, duerme muy poco e inclusiva llama a sus ministros a la una, dos o tres de la mañana para despachar. Tiene una enorme capacidad de control”, agrega el empresario.
El plan de sucesión habría sido planeado por la pareja dictatorial desde hace años, cuando Murillo apenas era primera dama del país, pero habría construido sus primeros escalones con su designación como vicepresidenta en el 2017. Su papel habría sido determinante durante la violenta represión de las protestas sociales del 2018 y fue ella quien se mostró como el personaje más activo del régimen durante dicho estallido social, llegando a calificar a los manifestantes de “terroristas” y condenando a todo aquel que se opusiera al régimen.
“Una persona muy allegada a ellos me confesó alguna vez que dentro de la pareja, el 85% del poder lo tiene Rosario Murillo y por ahí le queda aún un poco a Daniel Ortega”, señala Toruño.
En algún momento se especuló que sería mas bien el hijo de la pareja, Laureano Ortega Murillo, quien asumiría el poder de la nación. Sin embargo, Toruño ve lejano dicho escenario tanto por la poca preparación del vástago de ambos como por intentar camuflar la cesión del poder en argumentos constitucionales; es decir, que la vicepresidenta asuma el cargo ante una eventual desaparición del jefe de Estado.
“Ellos no piensan dejar el gobierno en unos 30 o 40 años quizás. Asumen que eventualmente Laureano asumirá funciones mientras su madre esté con vida y en el cargo. Los nicaragüenses mantenemos la esperanza de que haya una fractura dentro de la dictadura, pero la posibilidad ha ido disminuyendo conforme se va dando la sucesión y Murillo volviéndose más poderosa”, lamenta Toruño.