Los terroristas de Al Qaeda querían ocasionar el mayor daño posible. Por eso abandonaron uno de sus planes iniciales: destruir la Estatua de la Libertad (no morirían muchos, pensaron). En el otro extremo, descartaron estrellar un avión contra una central nuclear porque temían una reacción desproporcionada de Estados Unidos. Al final, decidieron atacar con aviones los símbolos de la hegemonía estadounidense en el mundo: las Torres Gemelas del World Trade Center, el Capitolio o la Casa Blanca y el Pentágono.
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Investigaciones oficiales posteriores a los ataques del 11 de septiembre del 2001 y trabajos de investigación como el de la periodista española Pilar Urbano, autora del libro “Jefe Atta. Maestro de suicidas”, permiten reconstruir paso a paso la larga planificación del más osado ataque terrorista de todos los tiempos y cómo las autoridades obviaron las señales que pudieron haber abortado el plan de la red terrorista comandada por Osama Bin Laden.
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Esto es lo que se sabe de cómo se organizaron los ataques:
EMIR, EL JEFE ATTA
Mohamed Atta, quien se convertiría en el líder de los secuestradores de los aviones el 11 de septiembre, nació en Kafr el Sheikh, Egipto, el 1 de septiembre de 1968. El aspecto pétreo de su rostro y la mirada dura y fría que conocimos tras la divulgación de su foto luego de los atentados son rasgos que vienen de su niñez, como lo muestran las imágenes de su álbum familiar consignadas en el libro de la periodista Pilar Urbano.
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Entre 1985 y 1990 Atta estudió planificación urbana en la Universidad de El Cairo. En 1992 voló a Hamburgo, Alemania, y se matriculó en la Technische Universität de Hamburgo-Harburg (TUHH) para estudiar planificación urbana y desarrollo.
Al llegar al país europeo se identificó como Mohamed el Amir (su nombre completo era Mohamed el Amir Awad al Sajjid Atta). Ahí empiezan los pasajes oscuros de su vida.
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En la TUHH Atta conoció a Marwan al Shehhi, de Emiratos Árabes Unidos, y a Ziad Jarrah, del Líbano (junto con Hani Hanjour, que vivía en EE.UU., serían unos años después los cuatro pilotos suicidas). Así nació lo que se conocería como la célula de Hamburgo.
En 1995 Atta anunció que haría la peregrinación a La Meca y que luego iría a El Cairo. Cuando regresó, seis meses después, llevaba la barba crecida al estilo de los talibanes. Se cree que en ese tiempo fue captado por Al Qaeda.
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A su regreso también empezó a ir con más frecuencia a la mezquita de Al Quds de Hamburgo.
El 11 de abril de 1996, Atta escribió su testamento en la mezquita de Al Quds. Sus testigos fueron Abdelghani Muzuadi y Mounir Motassadeq (ambos estudiantes en Hamburgo). De la lectura de sus últimos deseos y por la forma detallada en que pedía que sea manipulado su cuerpo se puede deducir que en ese entonces desconocía cómo moriría (terminó desintegrado en uno de los aviones con los que atacaron).
Un año después, según investigaciones de la CIA, Atta llegó a un campamento de Al Qaeda en Afganistán, donde recibió cursos de estrategia y técnica paramilitar durante cinco meses.
JALID, EL CEREBRO
Osama Bin Laden no fue el cerebro de los atentados del 11 de septiembre. Fue quien dio luz verde al plan, brindó apoyo logístico y lo financió. El que lo ideó fue el pakistaní Jalid Sheij Mohammed (preso en Guantánamo desde el 2006).
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Antes de la existencia de la célula de Hamburgo, Jalid ya había fracasado en su intención de preparar un comando que estrellara un avión contra la sede de la CIA en Estados Unidos.
Además, en 1994 ideó el plan Bojinka en alianza con el grupo terrorista filipino Abu Sayyaf. Debían secuestrar 12 aviones estadounidenses que partirían del Medio Oriente y hacerlos estallar.
El plan se frustró porque al encargado de reclutar a quienes lo ejecutarían la policía filipina le incautó una computadora donde almacenaba toda la información sobre este y otros ataques. Incluso uno de ellos hablaba de estrellar aviones contra el Pentágono, las Torres Gemelas y edificios en Chicago y San Francisco. Toda esta información fue compartida con el FBI en 1995.
PLAN EN MARCHA
En noviembre de 1999 se celebró una shura (reunión de notables) en Kandahar, Afganistán. En esta cita, a la que fueron llamados Atta y sus más cercanos colaboradores --que también habían pasado meses en los campos de entrenamiento de Kandahar--, Al Qaeda planificó en detalle la operación Alá versus América. Cuando terminó la cumbre, la célula de Hamburgo tenía luz verde para preparar su viaje a Estados Unidos.
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A su regreso a Alemania, Atta y los demás miembros de la célula informaron a sus respectivos consulados sobre la pérdida de sus pasaportes. El objetivo era conseguir documentos nuevos en los que no figuraran sus viajes a Pakistán y Afganistán y así no levantar sospechas a la hora de llegar a Estados Unidos.
Atta arribó a EE.UU. en junio del 2000. Los demás miembros de su célula fueron llegando por aquella fecha. A ellos se les unirían elementos “durmientes” de Al Qaeda que estaban desperdigados por varias partes del mundo, incluido Estados Unidos. El comando que perpetraría los atentados estaría formado por 20 personas divididas en cuatro grupos de cinco. Solo unos cuantos sabían que la operación que llevarían adelante 15 meses después implicaba la muerte.
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Todas las instrucciones de los líderes de Al Qaeda debían cumplirse. El comando se debía dispersar, mimetizarse entre la gente, buscar oficios que les sirvieran de tapadera e inscribirse en academias para aprender a maniobrar aviones comerciales. Una vez matriculados, buscaban aprender a hacer giros, descensos planeados, bajar en picada, remontar con rapidez en contrapicado, señala la investigación de Pilar Urbano.
De manera paralela al aprendizaje, estudiaron los trayectos que emplearían el Día D. Volaron como simples pasajeros. Burlaron la seguridad de los aeropuertos llevando ocultos cuchillos. Fueron a los lugares que atacarían: las Torres Gemelas, el Pentágono y el Capitolio para registrar las coordenadas de estos lugares. No dejaron suelto ni un solo detalle, añade Urbano.
SE PUDO EVITAR
Zacarías Moussaoui era un franco-argelino que estaba en la situación de “durmiente” de Al Qaeda en Londres tras escapar, en 1999, de Francia, donde tenía vigente una orden de arresto por su conexión con la organización Yihad Islámica. En el 2000, por orden de Al Qaeda, entró a Estados Unidos y se fue a vivir a Oklahoma. Integraría el comando y también tenía el encargo de prepararse como piloto, de acuerdo con Urbano.
Estuvo acumulando horas de práctica en varias academias, hasta que llegó a la Pan Am Flying Academy, donde duró solo tres días. A su instructor le pareció extraño que Moussaoui solo quisiera perfeccionar maniobras de giro, aproximación y descensos en picada. Informó a la policía y el 16 de agosto fue detenido. Faltaba menos de un mes para el Día D.
Pero el FBI no comprobó que Moussaoui usaba un pasaporte falso, que tenía una orden internacional de búsqueda y captura y no revisó el disco duro de la computadora que le incautaron. Además, desde julio del 2001 los agentes Kenneth Wilson y Coleen Rowley habían reportado al FBI que sospechaban que extremistas árabes podrían estar aprendiendo a pilotear aviones comerciales en Estados Unidos con objetivos muy peligrosos.
Atta esperó unos días y al ver que Moussaoui no los había delatado siguió adelante con el plan. El camino era sin retorno. Y ocasionaron el mayor daño posible a un país que tuvo las evidencias a la mano para impedirlo. Tras el impacto generado por los atentados del 11 de setiembre las autoridades de Estados Unidos cayeron en cuenta de que tenían encarcelado al terrorista número 20: Zacarías Moussaoui. Ya era tarde. Hoy cumple cadena perpetua.
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