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Acorazados Clase Trump: cómo serán los nuevos buques de guerra “100 veces más poderosos” que EE.UU. planea construir
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Los acorazados Clase Trump resumen la lógica con la que Donald Trump ha lanzado su política de defensa desde que volvió a la Casa Blanca en enero del 2025: armas de escala monumental, promesas tecnológicas aún por probar y una marca personalista que rompe con tradiciones históricas del poder militar estadounidense. Para los analistas, que una nueva clase de buques de guerra lleve el apellido del propio presidente no es un detalle menor, sino una señal política que refuerza la idea de un liderazgo construido también desde el culto a la personalidad.
Los nuevos buques de guerra de la Clase Trump se suman a iniciativas como el escudo antimisiles global Golden Dome (cúpula dorada) y la apuesta por capacidades militares en el espacio, en una narrativa que combina disuasión estratégica, competencia con China y Rusia, además del sello personalista del magnate.
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Trump anunció el lunes la construcción de los nuevos acorazados como parte de su plan para reforzar el poder naval del país y relanzar la industria militar estadounidense. El proyecto, presentado dentro de la iniciativa conocida como Flota Dorada, apunta a dotar a la Armada de buques de superficie de gran tamaño, alto poder de fuego y tecnologías de última generación.

“Serán los más rápidos, los más grandes y, por mucho, 100 veces más poderosos que cualquier acorazado jamás construido”, manifestó Trump en la presentación.
“Van a ayudar a mantener la supremacía militar de Estados Unidos, a revivir la industria de construcción naval nacional y a infundir temor en los enemigos de nuestro país en todo el mundo”, siguió.
“La Marina de Estados Unidos liderará el diseño de estos barcos junto conmigo porque soy una persona muy estética”, agregó Trump.
Aunque el término “acorazado” remite a los grandes buques del siglo XX, desde la Casa Blanca se ha señalado que la nueva clase no será una réplica de los históricos Iowa, sino una plataforma moderna, diseñada para operar en conflictos de alta intensidad y competir con las capacidades navales de China y Rusia.
Según la información difundida hasta ahora, los acorazados de la Clase Trump tendrían un desplazamiento estimado de entre 30.000 y 40.000 toneladas, lo que los convertiría en algunos de los mayores combatientes de superficie de la flota estadounidense, solo por debajo de los portaaviones. La tripulación estaría compuesta por entre 650 y 850 marinos, con un alto grado de automatización y sistemas asistidos por inteligencia artificial.

En materia de armamento, el proyecto contempla la integración de misiles hipersónicos, misiles de crucero de largo alcance —incluida la opción de capacidad nuclear—, así como armas de energía dirigida, como láseres defensivos, y cañones electromagnéticos, tecnologías que aún se encuentran en fase experimental dentro de la Armada.
Desde el entorno presidencial se ha afirmado a la prensa de Estados Unidos que estos buques serán “muy superiores” a cualquier otro barco de guerra actual.
El programa se encuentra en fase de diseño preliminar y todavía debe atravesar el proceso de aprobación presupuestaria del Congreso.
Según CBS News, Trump afirmó que la construcción de los primeros barcos debería tomar aproximadamente “dos años y medio” cada uno, una cifra inusualmente corta para proyectos de buques de guerra de esta escala. Además, señaló que Trump dijo que la construcción empezaría “inmediatamente”. El primer acorazado se llamará USS Defiant.
Otras estimaciones oficiales citadas por la prensa estadounidense indican que la construcción del primer buque comenzaría durante los primeros años de la década del 2030, y su entrada en servicio podría demorarse varios años más.
Por el momento, no existe un calendario detallado de entregas ni un número definitivo de unidades, aunque Trump ha mencionado la posibilidad de construir entre 20 y 25 buques a largo plazo.
Si bien el departamento de Defensa no ha divulgado cifras oficiales, expertos en defensa y medios especializados estiman que cada acorazado Clase Trump podría costar entre 10.000 y 12.000 millones de dólares, debido a su tamaño y a la integración de sistemas avanzados. Algunas proyecciones señalan que el costo inicial del programa podría superar los 25.000 millones de dólares, solo para las primeras unidades.
Estas cifras colocan al proyecto entre los más caros de la historia naval estadounidense.
Impacto mediático y culto a la personalidad

Para el analista internacional Francisco Belaunde Matossian, los anuncios de Trump sobre nuevas armas de última generación tienen un fuerte componente de narrativa política, búsqueda de impacto mediático y culto a la personalidad, por encima de una capacidad real de ejecución en el corto plazo.
Belaunde recordó que, desde el inicio de su segundo gobierno, Trump ha presentado una serie de proyectos que él mismo ha calificado como “sin precedentes”, entre ellos un escudo antimisiles global, iniciativas de defensa desde el espacio y ahora la construcción de grandes buques de guerra bautizados con su nombre.
“Este tipo de proyectos siempre toman años. No se construyen de manera inmediata, como si fueran un automóvil”, señaló el analista, al subrayar la distancia entre el discurso presidencial y los plazos reales de la industria militar. Como ejemplo, citó el caso de Francia, que acaba de anunciar un nuevo portaaviones cuya entrada en servicio está prevista recién para 2038.
A su juicio, el anuncio de los acorazados se inscribe en una lógica marcadamente mediática. “Hay mucho de lanzamiento simbólico, de mostrar poder, más que de una planificación realista en términos técnicos y temporales”, explicó.
Belaunde puso especial énfasis en el hecho de que los nuevos buques llevarán el nombre del propio presidente, algo que considera inédito en la tradición estadounidense. “No recuerdo a ningún presidente de Estados Unidos que, durante su propio mandato, haya puesto su nombre a obras monumentales o sistemas estratégicos. Esto responde claramente a una lógica de culto a la personalidad”, afirmó.
Según el analista, esta práctica no es aislada, sino parte de un patrón. Mencionó, entre otros ejemplos, el cambio de nombre de instituciones y centros emblemáticos, así como otros proyectos y símbolos que ahora incorporan el apellido Trump. “Hay una coherencia: todo entra en la misma lógica de personalización del poder”, señaló.
En el plano militar, Belaunde advirtió que iniciativas como el escudo antimisiles global —incluso con componentes desde el espacio— son proyectos de enorme complejidad, que nunca han sido desarrollados plenamente y que requerirían décadas de inversión y pruebas. “Son ideas grandiosas, pero que tomarían muchísimo tiempo en concretarse, si es que llegan a hacerlo”, sostuvo.
Consultado sobre la reacción de otras potencias, el analista afirmó que los anuncios de Trump se producen en un contexto en el que la carrera armamentista ya está en curso. Recordó que China se encuentra en una fase acelerada de expansión de su poder militar y que, en términos de número de buques, incluso podría haber superado ya a Estados Unidos, aunque no necesariamente en capacidad tecnológica y poderío.
Rusia, agregó, también continúa desarrollando armamento avanzado, en parte como respuesta a su enfrentamiento con Occidente a raíz de la guerra en Ucrania. “Hay factores que confluyen: el ascenso de China como potencia emergente, la confrontación de Rusia con Occidente y ahora la personalidad de Trump”, explicó.
Belaunde sostuvo que el propio estilo del presidente estadounidense alimenta esta dinámica. Recordó episodios de su primer mandato, como las declaraciones sobre el “botón nuclear” frente a Corea del Norte, y señaló que Trump muestra una tendencia megalómana y narcisista que se refleja también en su política de defensa.
“Más allá del cálculo estratégico, Trump quiere mostrar poder, dejar una marca personal y construir símbolos”, concluyó el analista, al señalar que incluso la estética dorada con la que se presenta la nueva flota forma parte de ese mismo relato.
Un escudo antimisiles de escala global

El proyecto más ambicioso de Trump es el denominado “Golden Dome”, un sistema de defensa antimisiles concebido para proteger el territorio estadounidense frente a misiles balísticos, de crucero y armas hipersónicas. La iniciativa prevé una arquitectura de múltiples capas, con sensores y plataformas de interceptación desplegados en tierra, mar y espacio.
Según la Casa Blanca, el sistema combinará radares avanzados, satélites de detección temprana e interceptores de nueva generación, con la posibilidad de incorporar capacidades espaciales. El costo estimado del programa ronda los astronómicos 175.000 millones de dólares.
Trump ha señalado que espera contar con capacidades operativas antes del final de su mandato, aunque analistas advierten que un despliegue pleno requeriría muchos más años y una inversión sostenida a largo plazo.
Apuesta por el dominio del espacio
Otro eje central de la estrategia anunciada por Trump es el fortalecimiento de las capacidades militares en el espacio. El presidente firmó una orden ejecutiva orientada a garantizar la “superioridad espacial” de Estados Unidos, una política que combina objetivos civiles con un fuerte énfasis estratégico.
Aunque no se detallaron armas específicas, la directiva prioriza el desarrollo de sistemas espaciales vinculados a la defensa antimisiles, detección temprana y protección de activos orbitales.
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