El 2019 que termina será para Donald Trump el año en que se aprobó su juicio político. Pese a las buenas cifras de empleo, a la guerra comercial con China, a las sanciones contra Venezuela, a su peculiar relación con Putin y Kim Jong-un, Trump está quedando en la historia como el tercer presidente estadounidense sometido al ‘impeachment’. Y eso es algo que, obviamente, no le gusta en absoluto.
En los últimos meses, se ha dedicado a decir públicamente, a escribir en Twitter y a proferir en reuniones oficiales que todo es una cacería de brujas y que no ha hecho nada malo. Pero los demócratas, que pretenden quitarle la elección en el 2020, están decididos a ponerlo contra las cuerdas, aun cuando saben que, en el Senado, de mayoría republicana, Trump podría ser absuelto. Pero por lo menos ya lograron marcar para siempre su presidencia.
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El mandatario no imaginó el devenir de los acontecimientos. A mediados de abril, se sentía confiado luego de que la investigación que dirigió el fiscal Robert Mueller durante 22 meses lo exonerara de conspirar con el Gobierno de Rusia para interferir en las elecciones del 2016.
“No hubo colusión, no hubo obstrucción. Para los odiadores y los demócratas radicales de izquierda: El juego terminó”, escribió el 18 de abril en Twitter. Aunque Mueller no lo denuncia, en su reporte señala que encontró diez episodios en la trama rusa que podrían calificar como obstrucción a la justicia. El fiscal terminó su trabajo, pero Trump no aprendió la lección. Los demócratas, entre tanto, esperaban la ocasión de un nuevo desliz presidencial. Material no iba a faltar.
Trump quiso olvidarse de Rusia para enfocarse en su nuevo interés: Ucrania. En los primeros meses del año, ya estaba discutiendo con su abogado personal, Rudy Giuliani, sobre un supuesto caso de corrupción en la empresa de gas Burisma, donde había trabajado Hunter Biden, el hijo del exvicepresidente estadounidense Joe Biden, su potencial rival en las elecciones del 2020.
El 10 de julio, el embajador estadounidense en la Unión Europea, Gordon Sondland, le dice al Gobierno Ucraniano que Trump recibirá al presidente Vladimir Zelenski en la Casa Blanca si se compromete a investigar a los Biden. El 25 de julio se produce la polémica llamada telefónica entre Trump y Zelenski. Ambos conversan durante media hora y Trump no duda en pedirle “como favor” que su gobierno vea el caso del exvicepresidente y su hijo. Días antes, el Pentágono ya había congelado US$400 millones en ayuda militar para Ucrania. Un agente del Consejo de Seguridad Nacional, que es testigo de la llamada, informa a sus superiores que hubo un intercambio “inapropiado” de parte del mandatario.
Cuando la prensa se entera, estalla el escándalo que sirve de argumento principal para que los demócratas en la Cámara de Representantes inicien el proceso de juicio político. Los cargos: abuso de poder y obstrucción al Congreso.
El gran reto del 2020
Aunque el presidente da por hecho que en el Senado no prosperará la destitución, Trump tiene al frente la campaña electoral del 2020. Aunque él es experto en victimizarse, también ha demostrado que es un excelente candidato y que los perjuicios los sabe usar a su favor. Pero la elección tampoco será pan comido. De hecho, el pronóstico no está nada claro, ni para Trump ni para los demócratas.
“La gente en EE.UU. no vota en función a temas de política internacional y menos algo que no involucra la seguridad de los norteamericanos. Probablemente los demócratas hayan cometido un error de cálculo, pero esta es una elección cerrada”, afirma el analista internacional Farid Kahhat.
Lo cierto es que quienes votaron por Trump lo volverán a hacer en el 2020 y quienes lo hicieron en contra lo quieren fuera de la Casa Blanca. Así que el país seguirá polarizado. “Juzgando por la historia, si el ‘impeachment’ ayuda o no a la reelección dependerá del tipo de evidencia que se presente durante el juicio en el Senado”, agrega Kahhat.
Para Allan Lichtman, profesor emérito de la American University y el académico que ha predicho con éxito los triunfadores de las elecciones presidenciales desde 1984, “nunca el partido cuyo presidente ha sido impugnado ha ganado las siguientes elecciones presidenciales”, según comentó al diario “La Vanguardia”. ¿Esto quiere decir que Trump está en camino de perder?
Aunque aún no quiere dar su pronóstico, Lichtman señala que el ‘impeachment’ activa una de las 13 llaves de su sistema de predicción: el escándalo. “Al margen de lo que pase en el Senado, esta llave puede desencadenar otras. Puede llevar a que algún republicano le dispute la nominación a Trump para debilitarlo, a que aparezca un independiente o un nuevo aspirante demócrata”.
“No creo que ni los demócratas o los republicanos pueden levantar ninguna bandera de victoria en este momento. Aún muchas cosas están en juego, y en la era de Trump las cosas pueden cambiar muy rápidamente”.