Una vez más, un tiroteo ha enlutado a Estados Unidos. De nuevo, las nefastas cifras de la violencia de las armas circulan en la prensa y las redes sociales como recordatorio de que no hay avance real en uno de los mayores problemas que enfrenta esa nación. La última masacre ocurrió la noche del martes 22 en un supermercado Walmart de Chesapeake, en Virginia, y, de acuerdo a las estadísticas, no será la última.
Según las autoridades policiales, un gerente del supermercado abrió fuego contra compañeros de trabajo en una sala de descanso en la tienda, cobrándose la vidas de seis personas, antes de quitarse la vida de un disparo.
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“No dijo una palabra, no dijo nada, solo apareció y empezó a disparar”, dijo a la cadena ABC Briana Tyler, una empleada de la tienda, que aseguró que el tirador no apuntaba a nadie en especial.
Hasta ahora se desconoce el motivo del crimen, que dejó a cuatro personas en el hospital. La tienda tenía gran cantidad de clientes al momento del ataque pues muchos estaban haciendo compras para el Día de Acción de Gracias, que se celebra este jueves 24.
Es una historia conocida en Estados Unidos. El último fin de semana un hombre mató a tiros a cinco personas e hirió a 17 en un club nocturno gay de Colorado. La organización Gun Violence Archive reporta que siete tiroteos masivos (con cuatro heridos o fallecidos) se registraron en el país en los últimos siete días.
Las cifras recogidas en lo que va del año son igual de estremecedoras: 607 tiroteos masivos se han cobrado la vida de casi 40 mil personas hasta el 23 de noviembre del 2022.
Hace unos días, la misma organización anunciaba que, según sus datos, este es el tercer año consecutivo y solo la tercera vez en el historial que el país ha alcanzado más de 600 incidentes con más de 4 disparos y/o muertos.
Medidas insuficientes
Ciudadanos hartos de la violencia y activistas a favor de un mayor control de armas llevan años buscando cambios. En junio, el Congreso aprobó aumentar el control sobre las armas de fuego, tras un pacto de mínimos entre demócratas y republicanos. El tibio avance se dio luego de que en mayo la nación quedara consternada por la muerte de 19 niños y 2 profesoras en un tiroteo en una escuela primaria en Uvalde, Texas, y por un ataque con motivaciones racistas en Buffalo, en Nueva York.
La nueva ley, firmada por el presidente Biden, incluye una revisión del proceso de compra de armas para los menores de 21 años y extiende a todo el país las llamadas “alerta de peligro”, que permiten activar un procedimiento legal para confiscar las armas de fuego de quienes representen un peligro para terceros o para sí mismos.
“La violencia de armas es un problema muy grave en Estados Unidos. Casi a diario, escuchamos de incidentes de violencia armada que afectan a nuestras comunidades”, dice a El Comercio Samuel Vilchez, activista por una mayor regulación de armas en Florida.
Afirma que si bien la ley bipartidista de comunidades más seguras (Safer Communities Act) es la primera sobre este tema en 30 años y previene que personas con un historial de violencia doméstica puedan obtener una arma, no es suficiente para acabar con un problema masivo en el país.
La analista internacional Brenda Estefan afirma que resulta paradójico que la aprobación de la ley se dio la misma semana que la Suprema Corte de Justicia presentara un precedente jurídico al fallar al favor de que los ciudadanos en Nueva York pueden portar las armas fuera de su hogar. “En una misma semana hay un paso hacia adelante, que, aunque era insuficiente, era el mayor avance en décadas, y también se da un importante paso hacia atrás grabando en piedra el derecho a portar armas en público”, señala a este Diario.
Este miércoles 23, Biden, afirmó que se deben adoptar más acciones para el control de las armas de fuego en el país. Este año firmó “la reforma de armas más significativa en una generación, pero claramente no es suficiente”.
Camino empinado
Biden llegó a la Casa Blanca con varias promesas sobre este tema. Sin embargo, todos los deseos sobre un mayor control de armas que había expresado en su campaña y que repite cada vez que hay un nuevo tiroteo repite han encontrado un freno.
“En términos judiciales, esto ocurre porque la Suprema Corte está controlada por una mayoría de jueces conservadores que fueron colocados ahí en el gobierno de Donald Trump, y, en el poder legislativo, por la reacia oposición republicana y también por algunos demócratas que han estado en contra de las legislaciones propuestas por la administración Biden”, dice Estefan.
Para la experta, si estas reformas no avanzaron en los primeros dos años de gobierno, mucho menos lo harán ahora que los republicanos aún controlan la Cámara Baja. “Es muy difícil que en los próximos dos años haya avances sustanciales en esta agenda, y eso tiene mucho que ver con que la Asociación Nacional del Rifle financia muchas de las campañas políticas en Estados Unidos, particularmente del Partido Republicano, y muchas de las campañas de los legisladores que actualmente tienen un escaño en el Capitolio”, apunta.
Vilchez enfatiza que la violencia armada en Estados Unidos es un problema estructural. “Desafortunadamente una parte del Partido Republicano está en los bolsillos de la Asociación Nacional del Rifle. Esto les impide votar a favor de leyes que busquen limitar la compra y venta de armas de guerra como los AR-15″, concluye.