Gran Rusia. Extranjero próximo. Multipolaridad. Vladimir Putin se emociona al escuchar los conceptos que astutamente le susurra el filósofo e ideólogo ruso Alexander Dugin (Moscú, 1962). En cristiano: querido Occidente, vamos de a tres con China, dividamos el mundo, tomemos distancia y seamos el foco en nuestras regiones. Imperialismo, pero con otro peinado.
Lo de Dugin es respuesta a la imposición de una sola verdad, la occidental, la de Estados Unidos y la OTAN, que -en plena guerra de Putin contra Ucrania- apaga la información prorrusa. La posibilidad de devolver el golpe es música para Putin, quien toma un libro suyo del año 97 y lo asume como su política exterior. Eso de invadir Georgia, distanciar al Reino Unido de la Unión Europea, quebrar a Estados Unidos por adentro y anexar Ucrania, son sugerencias del ‘best seller’ “Fundamentos de Geopolítica: el futuro geopolítico de Rusia”. La secuencia de coincidencias parece confirmar el rumor.
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Su labia no es lo único que seduce. “El poder por interpósita persona prolifera en autocracias”, dice Luis Jochamowitz, periodista que puso la lupa sobre Vladimiro Ilich Lenin Montesinos Torres, maestría para entender a los rasputines. Así como el zar Nicolás II escuchó al ‘Monje loco’, Putin prestaría atención a Dugin. Eso sí, Jochamowitz encuentra diferencias entre el peruano y el siberiano. “Dugin parece ser más un ideólogo, lo que sería el tipo más desinteresado o puro del asesor en la sombra”, agrega. Su aparente indiferencia del quehacer político bien podría sumarle puntos frente a Putin.
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Y los espectadores también nos regocijamos. “Siempre creemos que el poder nos oculta algo (o todo), y es verdad. Será por eso que nos atraen estas figuras en la sombra que materializan el secreto”, anota Jochamowitz.
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Respeta mi identidad
Así como Rasputín, Alexander Dugin es conocido por sus peculiaridades. El hijo de un coronel de la KGB estudió filosofía y ciencia política, para luego probar con el ocultismo y coquetear con el nazismo. Sus referentes: Lenin, Hitler y Charles Manson.
“Es fascista, solo que no es un joven torpe y enfermizo, sino un ogro. Es grande, barbudo, peludo, anda con los pasos ligeros de un bailarín y tiene una manera curiosa de equilibrarse sobre una pierna. Habla quince idiomas, lo ha leído todo, bebe alcohol puro, tiene una risa franca y es una montaña de conocimiento y encanto”, se lee en “Limónov”, libro de Emmanuel Carrère en el que aparece Dugin.
Porque su sueño -o, por los menos, el que dice tener- es reconstruir Europa. “Soy europeísta, amo los valores de la cultura europea, el arte, la filosofía... pero quiero la Europa tradicional. La Europa eterna”, explica él mismo.
Alexander Dugin también habla de soberanía espiritual. Lo explica el analista Francesco Tucci, quien de plano considera que la influencia de Dugin sobre Putin está sobrevalorada. “Es un tema identitario. Cuando él se refiere a este concepto, habla de no contaminar la espiritualidad de la civilización rusa con la occidental, con valores que sean ajenos a la realidad rusa”. Amén del ultranacionalismo.
Y como él solo, se da tiempo para criticar a Putin y salir ileso. “Él está en una posición de poder absoluto. No es Putin quien impone el monarquismo sobre los rusos, nosotros le exigimos que sea más autoritario”, dijo Dugin al programa “60 Minutes”.
“Pero nos ha decepcionado un poco porque le ha tomado demasiado tiempo seguir los primeros pasos [especificados en “Fundamentos de Geopolítica”]. Cumplió con los primeros en 17 años, pero en esa misma cantidad de tiempo se puede cambiar el mundo. Va muy lento”.
Por lo menos hasta el 2019, Dugin no podía entrar a Estados Unidos. “Son sanciones puestas contra mí solo por mis opiniones. ¡Por mis ideas! Aunque parezca una contradicción del liberalismo, es su verdadera naturaleza”, criticó entonces el pensador.