Cuando se concrete la extradición al expresidente Alejandro Toledo y cruce los portones del penal, si es que no fuga antes, nuestro país ostentará el récord de cinco ex jefes del Estado que han pasado por la prisión, incluyendo a Pedro Castillo, el último mandatario elegido y que está detenido desde diciembre pasado. Una situación que nos coloca en el primer lugar de una lista vergonzosa: 14 expresidentes latinoamericanos han pasado por la prisión en el siglo XXI. Cinco de ellos en el Perú.
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Pero si queremos cambiar la narrativa para ver esto desde una perspectiva optimista, los peruanos vivimos en un país imperfecto, pero donde los dignatarios no quedan impunes. “Desde Chile, lo que vemos es que el Perú tiene una justicia muy eficiente. Eso jamás pasaría con la élite política chilena”, cuenta a El Comercio el politólogo Christopher Martínez, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Concepción.
Sin embargo, también muestra un sistema político severamente debilitado y quebrado que permite que la corrupción sea la protagonista de cada gestión.
Para sentirnos más aliviados, no somos los únicos. América Latina ha visto pasar tras las rejas a mandatarios de distintos países, sobre todo en Centroamérica, también investigados y procesados por corrupción. Algunos fueron liberados, otros siguen purgando penas o solo tuvieron detención domiciliaria. El brasileño Luiz Inácio Lula da Silva es el que mejor salió librado: fue investigado, apresado durante 19 meses y luego redimido tras salir de la cárcel para colocarse, otra vez, la banda presidencial.
Estos son solo algunos casos de mandatarios latinoamericanos que tuvieron que enfrentarse a la justicia y rendir cuentas. Hay varios nombres célebres que quedan en el aire, como el colombiano Álvaro Uribe o Carlos Menem, expresidente de Argentina, que solo tuvieron detención domiciliaria, o el ecuatoriano Rafael Correa, quien por residir en Bélgica se ha librado de la justicia, pero sigue manejando los hilos del poder en Ecuador.
Estos son solo algunos casos de mandatarios latinoamericanos que tuvieron que enfrentarse a la justicia y rendir cuentas:
En prisión de febrero a agosto del 2018
La justicia de Guatemala acusó al expresidente de peculado y fraude por la implementación de un sistema prepago en el transporte público Transurbano, por el que él y diez de sus ministros se favorecieron con 35 millones de dólares del Estado. Colom logró salir de prisión tras pagar una fianza de 200 mil dólares, pero se mantuvo en detención domiciliaria hasta su muerte, en enero pasado.
El expresidente también fue sancionado en julio del 2021 por Estados Unidos, que lo incluyó en el listado de “actores corruptos y antidemocráticos” del llamado Triángulo Norte centroamericano, o Lista Engel, prohibiéndole el ingreso a su territorio.
En prisión desde el 2016
El exmandatario cumple una condena de 10 años en el penal La Esperanza, en la periferia de San Salvador, acusado de peculado, asociación ilícita y lavado de dinero, por desviar más de 300 millones de dólares del presupuesto estatal durante su gestión.
El expresidente Saca -cuya esposa también está en prisión por corrupción- ha sido el segundo mandatario salvadoreño en ser procesado por enriquecimiento ilícito o por desvío de recursos públicos.
En prisión domiciliaria del 2014 al 2016
Justamente, el antecesor de Saca, Francisco Flores, fue el primer mandatario salvadoreño en ser condenado por corrupción. Sin embargo, apenas pisó la cárcel debido a sus problemas de salud -sufría trombosis- y desde el 2014 estuvo en detención domiciliaria. Falleció en el 2016 mientras purgaba su pena.
Flores fue enjuiciado en el 2015 por la supuesta malversación de 15 millones de dólares donados por Taiwán, en un caso que también salpicó a Antonio Saca y al partido de ambos, ARENA, de centroderecha.
En prisión desde el 2021
El caso de la expresidenta interina boliviana no tiene que ver con corrupción, sino con la política. Ella asumió el máximo cargo del país el 12 de noviembre del 2019, dos días después de la renuncia de Evo Morales. Fue detenida en el 2021, ya bajo el mandato de Luis Arce, del MAS, y un tribunal la condenó a dos años de cárcel por “incumplimiento de deberes” y “resoluciones contrarias a la Constitución”, por supuestamente urdir un golpe de Estado contra Morales. En el 2019, el entonces mandatario buscaba una cuarta reelección, pero se vio forzado a salir del país tras unos comicios considerados fraudulentos.
En prisión en EE.UU. desde el 2002
El caso de Hernández es uno de los más escandalosos. El político dejó el caro en enero del año pasado, y en febrero la justicia de Estado Unidos ya lo denunciaba por cargos de narcotráfico, así como posesión de armamento pesado. En marzo fue detenido en su domicilio y finalmente extraditado en abril. Actualmente está detenido en una cárcel federal de Brooklyn y podría ser condenado a cadena perpetua.
Hernández está también acusado de aceptar millones de dólares en sobornos para proteger a narcotraficantes de las investigaciones judiciales.
En prisión desde abril 2018 a noviembre 2019
El caso de Lula da Silva ha sido sin duda uno de los más emblemáticos. El legado de uno de los presidentes más carismáticos de su país, y que dejó el cargo con una altísima aceptación, se manchó con el escándalo de Odebrecht y la operación Lava Jato.
El líder del Partido de los Trabajadores (PT) fue declarado culpable por los delitos de corrupción pasiva y lavado de dinero y condenado a 9 años de prisión, pero en el 2021, y tras 580 días en prisión, la Corte Suprema anuló su sentencia debido a irregularidades procesales. Es decir, se le liberó por errores de forma y no de fondo. Sin embargo, gracias al principio de la presunción de inocencia prevista en la Constitución brasileña, con la anulación de sus procesos judiciales, Lula recuperó su condición de inocente ante los tribunales.
Gracias a ello, pudo presentarse en las elecciones del 2022, las cuales terminó ganando en segunda vuelta ante Jair Bolsonaro.
En prisión desde el 2015
En diciembre pasado, el general retirado Otto Pérez Molina fue condenado a 16 años de cárcel por delitos de asociación ilícita y defraudación aduanera, junto a su vicepresidenta Roxana Baldetti, quien recibió la misma pena.
Pérez Molina comenzó su mandato en el 2012, pero debió renunciar tres años después ante fuertes protestas callejeras desatadas por las acusaciones de corrupción. Desde entonces ambos estaban en prisión preventiva, aguardando sentencia.
El expresidente y su compañera de fórmula fueron acusados de cobrar sobornos a importadores a cambio de recibir reducciones de impuestos, en el caso conocido como La Línea.
Preso en EE.UU. entre el 2014 y el 2015
En el 2010, un fiscal estadounidense lo acusó de lavado de dinero por hasta 200 millones de dólares y pidió su extradición a ese país. Ese año fue detenido y estuvo preso en una base militar en Guatemala hasta el 2011. El 2013 fue finalmente llevado a EE.UU., donde se declaró culpable, lo que le valió una pena mínima de un año de cárcel. En el 2015 regresó a su país.
En prisión del 2017 al 2019
Un año después de terminar su mandato, Martinelli huyó de su país mientras era invesitgado por espionaje político y peculado. En el 2017, Interpol pidió su detención y ese año fue detenido en Coral Gables, Miami, donde estuvo preso hasta el siguiente año, cuando fue extraditado a su país.
Sin embargo, en el 2019 un tribunal ordenó su excarcelación y le dictó arresto domiciliario, pero finalmente fue absuelto y ahora busca regresar a la presidencia, pese a que las denuncias de corrupción durante su gestión lo siguen persiguiendo.
De hecho, dos de sus hijos fueron condenados en EE.UU. por recibir sobornos de Odebrecht y en el juicio se señaló que ambos lo hicieron a nombre de su padre.
Álvaro Uribe (detenido 67 días en el 2020)
Carlos Menem (detenido 6 meses en el 2001)
PUNTOS DE VISTA
“Es mejor verlos tras las rejas”
Carolina Galindo
Profesora de la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario, Colombia. Hizo su tesis doctoral sobre comparando los casos de Álvaro Uribe y Alberto Fujimori
“Hay un descrédito general de la política. Las personas son conscientes de que los políticos no van a solucionar los grandes problemas de un país, y eso va acompañado de un pragmatismo, pues se presupone que habrá corrupción. Y esto tiene que ver con una crisis de valores, donde no se espera que los políticos tengan altas calidades morales, sino que cumplan con ciertos objetivos, independientemente de los medios que utilicen para esto.
Al mismo tiempo, no hay grandes proyectos colectivos ni proyectos de nación, no hay políticas de Estado pues los gobiernos son cortoplacistas. Entonces, como no hay grandes objetivos que cumplir entonces cada uno está interesado en que le toque un pedazo de la torta.
Sin embargo, como colombiana, yo prefiero ver el vaso medio lleno. En el caso del Perú, ha sido nefasto ver a tantos presidentes procesados y encarcelados, pero es mucho más grave que presidentes que son responsables de delitos de lesa humanidad sigan libres y recibiendo una pensión. Yo prefiero verlos tras las rejas.
La justicia tiene un precio y esto nos pone en una disyuntiva: sacrificar la verdad y la justicia por la estabilidad política”.
“Esto pasa en países con partidos políticos débiles”
Christopher Martínez
Profesor de Ciencia Política de la Universidad de Concepción, Chile
“Un denominador común es que esto pasa en países donde hay niveles de corrupción relativamente altos, por lo que se da un escenario más proclive, pero también en países donde, generalmente, los partidos políticos son débiles.
Cuando hay partidos relativamente fuertes y estables, esos ejercen un grado de limitaciones sobre los presidentes para que no se excedan, porque el mandatario puede irse a la cárcel o derrumbar su futuro político, pero es el partido el que seguirá pagando los costos políticos de eso.
También influye que los políticos tienen visiones de corto plazo, y necesitan capitalizar rápido, sin pensar mucho en cuáles serán los costos frente a la justicia. Entonces, un partido fuerte va a procurar que esos intereses individuales no vayan en contra de los intereses de la organización”.
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