A un mes de la renuncia de Evo Morales a la presidencia y la asunción de Jeanine Áñez al poder, el pueblo boliviano vive una tensa calma que parece pender de un hilo. En los 30 minutos que toma llegar del aeropuerto de El Alto a la zona sur de La Paz, una serie de pintas, carteles y fotografías destruidas del otrora gobernante son los últimos rezagos de las movilizaciones que dejaron 29 muertos y decenas de heridos en una veintena de días de furia.
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El día empieza con una encuesta difundida por televisión que da como favoritos para las próximas elecciones a los líderes cívicos de Potosí y Santa Cruz, Marco Antonio Pumari y Luis Fernando Camacho respectivamente, empatados con el líder cocalero Andrónico Rodríguez -a quien muchos señalan como el sucesor de Evo Morales- obteniendo el 16% de intención de votos cada uno. Dos puntos más abajo, Carlos Mesa también aparece en carrera.
Pero todo es hipotético, los legisladores del país altiplánico aún se encuentran eligiendo a los nuevos vocales electorales que, a su vez, tendrán 48 horas para determinar la fecha de los nuevos comicios.
La zona sur ha concentrado, tradicionalmente, a la población de mayor poder adquisitivo en La Paz. En ella se encuentra, además, la oposición más férrea de la ciudad a Morales.
Por estos días ha dejado atrás el recuerdo de buses incendiados y enfrentamientos callejeros que vivieron durante el estallido social para dar paso a un gran optimismo hacia Áñez y una enorme negativa al referirse a Morales.
Dentro de las diversas formas para ir del sur al centro de La Paz, la mejor para hablar sobre la coyuntura es el ‘trufi’ o colectivo. “La Paz tiene dos caras, hasta el clima es diferente”, dice una pasajera.
En el centro, la inconfundible plaza Murillo, cuya armonía colonial se ve interrumpida por la Casa Grande del Pueblo, la mole de cristal y acero de 29 pisos construida en el 2014 para ser la sede del Ejecutivo, luce en calma tras haber sido el escenario de enfrentamientos entre seguidores de Morales, opositores y las fuerzas policiales.
“Hasta hace poco la plaza Murillo estaba cerrada para los autos”, cuenta una vecina de la zona sur que llegó al centro en ‘trufi’. “Por 14 años estuvo cerrada porque [Evo] pensaba que lo querían matar”.
Hoy apenas se ve a unos cuantos equipos de prensa que esperan un pronunciamiento de miembros de La Resistencia y Unión La Paz, manifestantes independientes que, aseguran, seguirán en las calles hasta la celebración de nuevas elecciones.
A pocas cuadras, en la plaza San Francisco, los grupos que se reunían para discutir sobre política y los turistas han sido reemplazados por grafitis en contra de Evo o Luis Fernando Camacho, el líder cívico de Santa Cruz, que acompañan a los comerciantes cuyas ventas se vieron severamente afectadas por las protestas.
“Tuvimos que cerrar por dos semanas, pero hemos perdido casi todo el mes. Las ventas han bajado en un 90%”, cuenta Beatriz, vendedora de abrigos de lana de alpaca. “Ahora lo que me preocupa es recuperar mis ventas, no quién está en Palacio”. El sentir de Beatriz y su negativa a mostrarse a favor de algún bando político lo comparten los demás comerciantes de su cuadra.
“En el corto plazo el Gobierno debería flexibilizar el tema impositivo para ciertos sectores comerciales. No eliminar los impuestos pero permitirles que paguen con más calma para que puedan asimilar este mes difícil. Los bancos también deberían ser más flexibles en los créditos, principalmente con los transportistas y comerciantes”, plantea el analista económico Gonzalo Chávez durante un evento organizado por la Fundación Konrad Adenauer sobre la crisis boliviana ofrecida a diferentes medios internacionales.
—La cara de El Alto—
Mi Teleférico, el servicio que acaba de cumplir cinco años en funcionamiento, es usado a diario por unas 180 mil personas que se movilizan entre La Paz y El Alto. Un boleto de cinco bolivianos sirve para llegar hasta la Feria 16 de Julio, donde unas 200 mil personas al día transitan por sus más de 100 cuadras en las que repuestos para automóviles alternan con ropa, juguetes o milagrosos extractos vegetales y constituye el núcleo económico de la ciudad.
El Alto ha estado, tradicionalmente, a favor de Morales. Por ello, tras la denuncia de fraude electoral del 20 de octubre, que la ciudad hermana de La Paz le diera la espalda fue clave para su renuncia que se concretó el 10 de noviembre.
“Evo no debió postular, ya habíamos votado por el No en el referéndum [del 2016]. Pero igual, si él vuelve para las próximas yo votaría por él”, cuenta Mario, quien desde hace 21 años vende jugos de frutas en la feria. “Él nos representa”.
“Hay una marcada preferencia del electorado con respecto a los niveles socioeconómicos. El Alto forma parte del bloque popular que tiene mayor empatía con Morales, independientemente de la calidad de su gestión”, explica el analista político Franklin Pareja.
Mientras más se adentra uno en El Alto, las opiniones hacia Morales se vuelven más favorables. Una vendedora de hoja de coca dice que la llegada del primer presidente de origen indígena al poder representó el empoderamiento “de todos ellos” y ahora teme que regrese el racismo que no le permitió ir al colegio por vestir polleras.
“El rechazo a Evo Morales tiene diferentes fuentes. Una de ellas es de carácter étnico. Eso se nota sobre todo en la zona sur, aun cuando no lo dicen de manera clara. Con la aceptación sucede lo mismo, hay quienes lo aceptan no tanto por lo que hizo sino por su procedencia”, asegura el analista Pedro Portugal, experto en indigenismo. “Pero Bolivia se ha construido sobre la racialidad, sobre la diferencia de roles según la procedencia. A pesar del gobierno de Morales, no se han modificado esos comportamientos ni las instituciones que los sustentan”.
—¿Regreso al pasado?—
Incluso los opositores a Evo coinciden en que los programas sociales, enfocados en bonos para los jubilados, educación escolar y atención a embarazadas y menores de 2 años, constituyeron su mayor victoria y explicarían en gran parte el apoyo de un 40% del electorado.
Otro punto a favor, a pesar del enquistado racismo que muchos paceños prefieren ignorar, fue la visibilización de la diversidad étnica
“Es imposible un paso atrás, una vuelta a las condiciones anteriores. Hay una dinámica de empoderamiento campesino y eso se ve en el número de ingresos universitarios de alumnos indígenas”, señala Portugal. “Lo difícil, en todo caso, es predecir cuál es el camino concreto que va a tomar este proceso”.
“A futuro, cualquier proyecto político que vaya en contrarruta al avance social que logró Morales tendría dificultades. Aún no hay inclusión porque eso es un proceso, pero la visibilización es el primer paso”, señala Pareja. “Eso es suficiente para justificar un antes y un después de Evo Morales”.
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Críticas al modelo
El milagro económico boliviano en duda
Morales fue alabado internacionalmente por reducir la pobreza extrema de 38% a 15%, triplicar el ingreso per cápita y aumentar el PBI de US$9 mil millones a US$40 mil millones en lo que se conoció como el ‘milagro boliviano’, apoyado sobre todo en los ingresos por venta de hidrocarburos.
Sin embargo, hay quienes dudan sobre las verdaderas dimensiones de dicho milagro. Entre ellos se encuentra el actual ministro de Economía y Finanzas, José Luis Parada, quien asegura que las mejoras llegaron gracias a un particular contexto internacional vivido entre el 2006 y el 2014 en el que las materias primeras alcanzaron un alto valor.
Parada añade que tras la caída de los precios internacionales, la economía boliviana inició una marcada desaceleración durante los últimos cinco años. “[Tenemos] Cinco años de déficit fiscal y cuatro de déficit comercial”, dice.
Por otro lado, el Centro de Estudio para el Desarrollo Laboral y Agrario [Cedla] indica que las cifras presentadas sobre reducción de pobreza por el exgobierno no son precisas pues solo miden la variación en cantidad de ingresos por persona. En contraparte, el Cedla realizó un estudio multidimensional que midió desde la calidad de vida y trabajo hasta la capacidad ciudadana de hacer oír su voz. El resultado de dicha investigación fue que el 61% de la población sería pobre y no el 34% como señalaba el Gobierno de Morales.
El principal problema, según la socióloga Silvia Escobar, fue que hubo una movilización del campo al comercio informal, lo que representó un aumento en ingresos pero no una mejora en la calidad de vida.