El venezolano Jorge Briseño llegó a la frontera norte de México tras salir hace cuatro meses de su país, desde donde avanzó con un solo pie y con las manos con llagas por las muletas, por lo que ahora busca cruzar a Estados Unidos para conseguir una prótesis y un empleo.
A pesar de tener solo un pie, camina a lo largo del fronterizo río Bravo (o Grande) en Ciudad Juárez para buscar por dónde atravesar la barricada de alambre de navajas que colocó el gobernador de Texas, Greg Abbott, mientras critica al Gobierno de Venezuela porque, según él, sumió al país en la pobreza.
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“Para Dios no hay nada imposible, ahí lo que hay que pasar son esos dos alambritos. Si pasé de Venezuela para acá, ¿cómo no voy a pasar esos dos alambritos? En el Darién (entre Colombia y Panamá) pasé así, si me caía, adiós. ¿Qué hizo Dios? me agarró y yo pasé todo relajadito”, relata Jorge.
El hombre comenta que durante su viaje de cuatro meses desde Venezuela, hubo días en los que caminó decenas de kilómetros a pesar de su discapacidad.
“Me tocó caminar bastante, la última vez fueron 22 kilómetros en una marcha (caravana) que viene por ahí, yo también la caminé, pasé 10 días caminando en la selva y aquí estoy”, narra.
El drama de la migración venezolana
La historia refleja el drama del éxodo venezolano en México, donde el principal país de origen de los migrantes irregulares es Venezuela, con 89.718 registrados en el primer trimestre de 2024, casi uno de cada cuatro de los 360.000 interceptados, según la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación.
Jorge Briseño dice que abandonó Venezuela porque el actual Gobierno de Nicolás Maduro ha hecho imposible que él se sostenga a sí mismo y a su familia, pues sobreviven con escasas raciones de alimentos.
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“¿Cómo es posible que yo tenga que ir para los Estados Unidos a buscar una prótesis y a que me den trabajo?”, lamenta.
El hombre dice que regresaría a Venezuela si Maduro terminara su gestión tras las elecciones del 28 de julio.
Entre su mayor dolor, está haber dejado a sus hijos en Venezuela y además no suele tener dónde dormir, bañarse y comer.
“Llevo dos meses y yo no sé qué es un colchón, dormí así como los perros tirado en el suelo, a veces duro hasta 10 días sin bañarme. A veces duro días sin comer, pero no importa. La bendición de Dios es más grande, Dios es muy grande y mucha gente me ha bendecido, yo tengo mucha fe en Dios”, indica.
Migrar entre la discapacidad
Rosa Mani Arias, coordinadora del Servicio al Migrante de la organización binacional Avara, señala que han visto muchas historias de personas con alguna discapacidad que buscan llegar a Estados Unidos y que consiguen rehabilitarse.
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“Hemos visto mucho casos de éxito. Afortunadamente, hay casos en los que a través de los años vemos todo el desarrollo que las personas han tenido”, dijo la activista de la asociación presente en Ciudad Juárez y El Paso.
La mujer afirma que las organizaciones que atienden a migrantes en Juárez están preparadas para recibir a este tipo de personas con alguna discapacidad o que sufren alguna lesión en el camino.
“Vemos esa determinación, ese coraje, esa fe y esa fuerza que a muchos nos falta y vemos en las familias ojos llenos de esperanza, dispuestos, confiados al 100 % en Dios de que van a salir las cosas bien”, concluye.
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