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El comandante del Huáscar y el primer contramaestre de abordo
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El comandante del Huáscar y el primer contramaestre de abordo

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La campaña naval de 1879 tuvo su epílogo en el glorioso combate naval del 8 de octubre de 1879 que hoy conmemoramos, junto con la creación de la Marina de Guerra del Perú, el 8 de octubre de 1821. Esta operación naval significó semanas y meses de mucha tensión y adrenalina para la dotación del glorioso monitor Huáscar peruano, donde tampoco faltaron los momentos divertidos, sobre todo para los oficiales jóvenes, algunos de los cuales, como el teniente Enrique Palacios, con la gracia y simpatía que lo caracterizaban, no los dejó escapar y los anotó de manera muy sutil en el diario de bitácora del buque.

Mi abuelo me contó alguna vez que en sus días de cadete naval a inicios de los años 30, el ya veterano grumete Alberto Medina Cecilia, tripulante del glorioso Huáscar peruano, solía visitar la Escuela Naval, por lo que se reunía a toda la Compañía de Cadetes para escuchar sus vivencias a bordo del célebre monitor durante la campaña naval del 79. Contaba Medina que era frecuente que se apareciera sigilosamente en las madrugadas en el puente de comando para verificar que la guardia de navegación estuviese muy atenta. En una de esas “visitas sorpresivas” el comandante sorprendió al oficial de guardia medio dormido. Sin pestañar, Grau propinó un soberano manotazo en la nuca al oficial, quien, recuperado del remolino cerebral, se puso más atento que nunca.

Noches infinitamente oscuras, heladas e intensas brisas que se impregnaban en los rostros de los oficiales de guardia y de los vigías en las navegaciones nocturnas. Se jugaban la vida a cada momento. Mucho temple en esas interminables horas en el interior del pequeño buque de 60 metros de eslora que, entre el vaivén de las olas y el bramar de los vientos oceánicos, podía toparse con el poderoso enemigo que buscaba destruirlo a como diera lugar. Nada fácil le resultó a la escuadra enemiga perseguir al monitor, al solitario entre las brumas, que confunde su silueta con el oscuro cielo, las pálidas espumas y los reflejos de la mar inquieta, tal como claman los versos del poeta argentino Martín García Mérou.

Quienes hemos estudiado la trayectoria profesional y su actuación política, sabemos que Grau tenía un carácter férreo y ajustaba su proceder en la Marina a la ordenanza. Implacable muchas veces, dada su vasta experiencia a bordo, solía rodearse de gente que le era confiable y de competencia profesional reconocida (existe una carta dirigida a su compadre Carlos Elías de la Quintana y cuñado de Lizardo Montero, en la que le señala que por su ascenso a contralmirante le pretendían imponer a un oficial como comandante del Huáscar, a quien no consideraba competente).

Grau volvió a ejercer el comando del monitor Huáscar el 28 de marzo de 1879, una semana antes de la declaratoria de la guerra. Es de suponer que fue convocado por el gobierno de manera urgente y prioritaria. Se necesitaba al mejor, como siempre debe ser, sobre todo cuando la Patria está en peligro, clara lección para nuestros días, en que también lo estamos. Hasta ese momento Grau se encontraba destacado en la Mayoría de Órdenes de la Comandancia General de Marina (hoy Estado Mayor General). Buena parte de la que sería la dotación para la campaña se embarcó con él, principalmente oficiales de guerra que gozaban de su máxima confianza. Y así sucedió en los primeros días de abril en el caso del capitán de fragata Ezequiel Otoya —antiguo camarada e íntimo amigo de Grau— quien asumió como segundo comandante del monitor; del capitán de fragata Ramón Freire —hijo del general de división Nicolás Freire, ministro de Guerra y Marina cuando Grau comandó el Huáscar durante el gobierno civilista de 1872 a 1876— tercer jefe de a bordo (jefe de armamento); y del capitán de navío Enrique Carreño que asumió el cargo de mayor de órdenes de la primera división naval (hoy jefe de estado mayor de comando operativo) que también comandaba el Caballero de los Mares. El resto de la oficialidad de guerra, de la guarnición, del cuerpo político —es decir, los oficiales de servicios—, maquinistas, y los oficiales de mar que hoy conocemos como el personal técnico de a bordo y marinería, debieron ser evaluados personalmente por el comandante Grau en días previos al zarpe de la escuadra proa al sur.

Estimo, dada su reputación, que Grau no se iría a la guerra con ningún tripulante que no estuviese a la altura de las circunstancias. Intuimos también que el capitán de navío Grau, quien, como señala el escritor chileno José Domingo Cortés en su obra “Diccionario biográfico americano” (París, 1876), era “un marino peruano contemporáneo, inteligente, pundonoroso i (sic) bravo, como todos los hombres de convicciones, el comandante Grau, que monta hoy el magnífico acorazado Huáscar, es un oficial que hace honor a su Patria. Es capitán de navío de la marina peruana”, debió haber puesto especial atención en el nombramiento de su primer contramaestre. Este cargo era ocupado a bordo por un hombre de mar experimentado y buen conocedor de las faenas típicamente marineras, y que debía poseer ascendencia sobre el resto de oficiales de mar y de la marinería. La función del contramaestre —primeros y segundos— era muy antigua en las armadas. Se sostiene que su nombre se debía a estar en contraposición al maestre, tripulante que cumplía funciones administrativas y logísticas a bordo, puesto que el contramaestre dirigía las operaciones, es decir, las labores con las jarcias, con las velas, los fondeos y demás tareas relacionadas con las maniobras del buque, reportando directamente al capitán o al teniente de a bordo. Ante cada puesto de maniobra para zarpar debía informar al comandante el arranchado general del buque entre otras informaciones necesarias para emprender una navegación segura.

El designado por Grau para ocupar este puesto clave a bordo fue el oficial de mar Nicolás Dueñas. La denominación de la categoría de oficial de mar provenía de las antiguas ordenanzas españolas que se dieron en la Armada real con las reformas borbónicas establecidas en el antiguo imperio “donde no se ponía el sol”, durante el siglo XVIII.

Primer Contramaestre del Huáscar Nicolás Dueñas

Pese a las investigaciones realizadas por la Dirección de Cultura y Patrimonio Naval de la Marina de Guerra del Perú, y de historiadores como José de la Puente Brunke (“Los hombres del mar” Dirección de Intereses Marítimos, 1994) y Rodolfo Castro Lizarbe (“Historia del tripulante naval”, Dirección de Intereses Marítimos, 2023), es muy poca la información que se ha podido recabar de tan importante personaje que simboliza el rol protagónico de los tripulantes navales tanto en la campaña naval de 1879 como en el resto de la guerra. Por su parte, Manuel Zanutelli Rosas, que ha investigado a los tripulantes del Huáscar y que publicó el libro “El almirante Grau y la plana menor del Huáscar” (Fondo Editorial del Congreso, 2002), apenas consigna unos datos escasos. Por su partida de matrimonio de fecha 23 de noviembre de 1875, sabemos que su nombre completo era Juan Saturnino Nicolás Dueñas Hurtado, natural del Callao y que tenía 32 años cuando se casó con María Patrocinio Llerena, ecuatoriana y viuda. Doña María recibió su montepío recién en 1887, cuya cédula ha sido declarada recientemente patrimonio cultural de la Nación por el Ministerio de Cultura.

En el Museo Naval del Callao existe un óleo de Dueñas y un sable de abordaje que le perteneció, y en el salón principal, el “salón Dueñas” del Instituto de Educación Superior Tecnológico Público Naval – CITEN donde se forman los futuros oficiales de mar de la Marina de Guerra del Perú, se ubica un enorme óleo de cuerpo entero de este héroe naval. Varias unidades auxiliares de la escuadra han llevado el nombre de Dueñas en homenaje a este heroico tripulante del Huáscar.

Esa mañana del 8 de octubre de 1879, cuando el monitor Huáscar no pudo eludir la celada de Angamos, y hubo de aprestarse para el combate, el primer contramaestre debió recibir la orden de toque de zafarrancho general de combate a viva voz, de Grau o de su nuevo segundo, el comandante Aguirre, y de inmediato recorrer el buque de proa a popa, moviendo y alentando a la gente, dando órdenes aquí y allá. Imaginamos al contramaestre Dueñas presentándose militarmente a su comandante para informarle que cada tripulante estaba en su puesto y listo para la lucha final, vencer o morir. Pronto Miguel Grau Seminario, el hijo más querido de la Patria, que vestía uniforme de capitán de navío en la mayor gesta naval, junto a su primer contramaestre Nicolás Dueñas Hurtado, viejos camaradas, hermanados en el deber, se cubrirían de gloria combatiendo con valor y ferocidad en la cubierta del monitor Huáscar peruano, hasta entregar sus tan preciadas vidas por nuestra Patria. Jamás olvidaremos su sacrificio en el momento más crucial de nuestra historia.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Juan Carlos Llosa Pazos es contralmirante

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