" Los departamentos de salud locales y las autoridades federales trabajaron juntos para probar, rastrear y poner en cuarentena a los ciudadanos expuestos".
" Los departamentos de salud locales y las autoridades federales trabajaron juntos para probar, rastrear y poner en cuarentena a los ciudadanos expuestos".
/ CHRISTIAN HARTMANN
Anna Sauerbrey

Los países del Viejo Continente están cerrados. Los están peligrosamente sobrecargados. Las economías se están contrayendo. Y la gente está muriendo, en números aterradores.

Aquí pasa lo mismo. Aunque no esté totalmente cerrado, las escuelas, tiendas, restaurantes y teatros están cerrados; las reuniones de más de dos personas están prohibidas. La economía se reducirá y se perderán empleos. Incluso la canciller Angela Merkel se colocó en autocuarentena después de saber que su médico estaba infectado.

Excepto una diferencia: muy pocas personas parecen estar muriendo. Hasta el sábado, de los 56.202 casos confirmados de , solo 403 pacientes han muerto. Eso es una tasa de mortalidad del 0,72%. La tasa actual en Italia, donde han muerto más de 10.000 personas, es del 10,8%. En España, es del 8%. Más del doble de personas han muerto en Gran Bretaña, donde hay alrededor de tres veces menos casos, que en Alemania.

Las sorprendentes cifras son una especie de enigma. ¿Qué es lo que está pasando aquí? ¿Y qué podemos aprender de ello? Lo primero y más importante: las pruebas tempranas y persistentes ayudan. Y también lo hace el seguimiento a las personas.

Tomemos el primer caso registrado en el país. El 28 de enero, se confirmó que un hombre en Baviera que trabaja para una empresa que posee dos plantas en Wuhan, China, tenía el virus. En dos días, las autoridades identificaron a la persona infectada, rastrearon sus contactos y los pusieron en cuarentena. En todo el país se repitió el patrón. Los departamentos de salud locales y las autoridades federales trabajaron juntos para probar, rastrear y poner en cuarentena a los ciudadanos expuestos.

Alemania también ha sido mejor en la protección de sus residentes mayores. Los encargados de formular políticas emitieron advertencias urgentes para limitar el contacto con los ancianos. Se estima que la edad media de los infectados es de 46 años; en Italia es de 63.

En Alemania, muchos más jóvenes han dado positivo en los test de detección del virus que en otros países. Esto se debe a que las pruebas del país son más extensas. Tanto las pruebas tempranas como la incubación del virus entre los jóvenes explican en parte por qué la tasa de mortalidad del país es tan baja. En general, los países que hacen menos pruebas y las reservan para los que ya están muy enfermos, como Italia, tienen tasas de mortalidad más altas.

Pero debemos ser cautelosos de no leer demasiado las estadísticas, particularmente en esta etapa temprana. Aunque el sistema de salud de Alemania está en general en buena forma –con el mayor número de camas de cuidados intensivos por cada 100.000 pacientes en Europa–, no ha sido probado todavía. En promedio, un paciente gravemente enfermo de COVID-19 muere 30 días después de ser infectado.

Es muy posible que Alemania esté justo detrás de la curva. Las opiniones varían en cuán dura será la pandemia en el sistema de salud. “Creo que es poco probable que experimentemos una situación como la de Italia”, dijo el Dr. Stefan Willich. Otros son más pesimistas. El Dr. Lauterbach, por ejemplo, advirtió que la tasa de mortalidad de Alemania podría aumentar todavía. De hecho, en los últimos días ha subido de 0,48% a 0,72%.

Y ha habido señales de que el sistema de salud podría verse pronto abrumado. Cada vez más hospitales y médicos informan sobre la escasez de materiales vitales como máscaras y otros equipos de protección. Un artículo publicado por varias asociaciones médicas el miércoles predijo que es probable que, dentro de “un corto período de tiempo, no haya suficientes recursos de cuidados intensivos en Alemania para tratar a todos los pacientes, a pesar de la reciente creación de capacidad”. Lo peor puede estar por venir.

Así que tal vez haya una lección que podamos sacar de la experiencia de Alemania. No cuentes tus bendiciones –o tus datos– demasiado pronto.

–Glosado y editado–

© The New York Times

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