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2026
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Cabe en estas fechas especular un poco sobre lo que ocurrirá en el 2026. Serán por supuesto muy relevantes las fechas electorales y las de la toma de mando de las nuevas autoridades. Podría asumirse que el gobierno del presidente Jerí se irá desgastando progresivamente a lo largo del año, pero acaso no tan aceleradamente, en tanto la atención de la opinión pública se centrará en las elecciones y las decisiones de las futuras autoridades. Probablemente el Congreso continuará legislando con una lógica conservadora, contrarreformista y populista, sin mayor oposición desde el Poder Ejecutivo. Parte de sus iniciativas podría seguir la lógica de buscar inhabilitaciones de rivales políticos o represalias contra jueces, fiscales y otros actores para imponer las prerrogativas parlamentarias y los intereses de la mayoría formada desde el 2023. A propósito, en el frente judicial seguirán en curso diferentes disputas entre el Parlamento y otros entes autónomos, así como entre diferentes actores y sectores del sistema de justicia, donde están en juego precisamente la autonomía de las instituciones y el mantenimiento de un mínimo de pluralidad y espacios de deliberación dentro del sistema. Lo que no quita que haya importantes correcciones que hacer ante abusos y excesos cometidos, que dan lugar a críticas justificadas.
Cómo se terminarán definiendo estas disputas dependerá mucho del resultado de las elecciones. Es claro que, con un alto grado de fragmentación e identificaciones políticas muy débiles, predecir los resultados resulta imposible. Sin embargo, lo más probable es que el balance que hagamos en julio sea uno reconocible: quien gane la presidencia será un personaje a quien el ejercicio del cargo parecería quedarle demasiado grande, ya sea porque no cuenta con una trayectoria suficiente que lo respalde como porque no cuenta con un equipo mínimamente consolidado en el que pueda apoyarse. Nos preocupará que el Ejecutivo no tenga detrás un partido propiamente dicho, sino que resulta más bien la suma de individualidades con una gran diversidad de posturas e intereses, donde además en diferentes espacios de representación regional y cargos partidarios lograron colarse personajes con intereses oscuros. Diremos también que resulta preocupante la magra representación parlamentaria del partido de gobierno, y la tendencia a la fragmentación e indisciplina de las bancadas electas. Y veremos que los resultados hicieron que apenas entre cuatro y siete grupos lograran representación y mantener su inscripción, lo que podría ser una oportunidad para intentar reconstruir el sistema de representación.
Diremos también que no podremos saber de las decisiones que tomará el próximo gobierno leyendo el plan de gobierno, ni revisando las promesas ofrecidas a lo largo de la campaña y de los debates electorales, o las ofertas de los candidatos electos al Parlamento. Recién sabremos algo concreto al evaluar la conformación del primer Consejo de Ministros. Seguramente a lo largo del segundo semestre diremos que el nuevo gobierno inició despertando algunas expectativas, pero que su aprobación y la del nuevo Congreso irán declinando al acercarnos al final del año, al compás de pugnas entre ambos poderes que podrían hacerse más agudas, todo lo cual irá en contra de la implementación de buenas políticas públicas.
Como puede verse, se trata de un escenario bastante parecido al que hemos padecido en los últimos diez años. Depende de todos no quedar atrapados en este círculo vicioso.

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