La muerte de abre el debate sobre el rol que adoptará Fuerza Popular con miras al futuro político, incluso más allá de lo electoral. Algo de lo que poco se discute es del rol del fujimorismo en el Congreso. La era de Fujimori en el poder nos dejó un autogolpe y disolución del Congreso, además del transfuguismo como práctica cotidiana para estructurar fuerzas mayoritarias que aseguren el control del Legislativo como una mesa de partes.

Si bien el fujimorismo actual –liderado por Keiko Fujimori– ha votado a favor del retorno de la bicameralidad y ha propiciado medidas para evitar el transfuguismo, aún le cuesta encontrar identidad propia en el Parlamento. Los nuevos rostros del partido se caracterizan más por sus polémicas, denuncias y por el forzado afán de protagonismo en las redes. La actual representación parlamentaria del fujimorismo es una mezcla de líderes formados en otros partidos con rostros jóvenes de los que la mayoría no tiene formación política. Recién en los últimos años se ha buscado revertir esta situación con la denominada Escuela Naranja.

Con bancadas de menor peso en períodos anteriores, el fujimorismo –el liderado por el albertismo– no era ajeno a las denuncias y polémicas de sus representantes, pero siempre salió en defensa del modelo instaurado por la Constitución de 1993. El nuevo fujimorismo –afianzado hoy como Fuerza Popular– da la impresión de que defiende intereses antes que ideas. Un claro ejemplo de que el nuevo fujimorismo no tiene una agenda clara es que no supo qué hacer con la mayoría congresal que le otorgaron los 73 escaños en el 2016.

En el 2020, una bancada naranja con un menor número de miembros se sumó a las propuestas populistas en lo económico, muchas de estas contrarias a los lineamientos de la Constitución del 93. Para el actual quinquenio 2021-2026, la situación es similar. Sin un lineamiento claro, la bancada fujimorista se ha lucido por denuncias, polémicas y la falta de una postura clara en varios temas populistas, repitiendo lo del período extraordinario 2020-2021, aunque en menor intensidad.

En el camino hacia encontrar una identidad, Fuerza Popular ha ido sumando una serie de rostros que no han aportado mucho a la construcción de liderazgos, pese a la pantalla de oposición que busca representar en el Congreso. Con una camada de figuras parlamentarias del albertismo cercano a la jubilación, se abre una incógnita a la clase de representación que podrá lograr el fujimorismo en el 2026.

Lo más irónico es que está en manos del fujimorismo delimitar los mecanismos de elección para el Senado del 2026. La Cámara Alta es clave para evitar repetir los escenarios de descontrol populistas que hemos visto en los últimos Parlamentos. De no realizar un trabajo meticuloso desde la Comisión de Constitución, el fujimorismo será el culpable de repetir la historia en la que un presidente culpe de todos los males al Congreso, pueda cometer un autogolpe y cerrarlo en la búsqueda de tener uno a su medida.

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Martin Hidalgo Bustamante es jefe editorial